Conforme pasan los días de encierro –imprescindible, no lo dudéis, en beneficio propio y ajeno– mi afición por la lectura se acrecienta de manera exponencial, a veces escudriñando antiguos y sabios textos, y otras muchas descubriendo autores de nuestro tiempo, aprovechando, en bastantes ocasiones, las diversas iniciativas de editoriales y otras instituciones culturales que han puesto a libre disposición buena parte de sus fondos bibliográficos.
Como comprenderéis tampoco falto a mi cita diaria con la prensa, la radio y la televisión. Y no sólo por mantenerme al día, sino también por reflexionar sobre las afirmaciones de futuro que se están lanzando desde diversos ámbitos de la sociedad.
Comparto hoy con vosotros algunas de las percepciones –dos en concreto, para mí las más significativas– de la aseveración que Henry Kissinger publicara en el Wall Street Journal (“La pandemia del coronavirus alterará para siempre el Orden Mundial”): 1. “Cuando termine la pandemia de Covid-19, se percibirá que las instituciones de muchos países han fallado. La realidad es que el mundo nunca será el mismo después del coronavirus”. 2. “El esfuerzo de crisis, por extenso y necesario que sea, no debe desplazar la urgente tarea de lanzar una empresa paralela para la transición al orden posterior al coronavirus”.
Y dicho esto, permitidme que sueñe con que este testimonio –pues no lo entiendo únicamente enraizado en lo “económico”– alcance a lo más profundo del ser humano, es decir, a su alma, en relación con todos los demás; “ a todos los hombres y mujeres de buena voluntad, cualquiera que sea la tradición religiosa a la que pertenezcan” (Papa Francisco), incluso a aquellos que no profesan ninguna doctrina, pues, ahora menos que nunca, no es tiempo de alimentar diferencias. Hay que mirarse a los ojos, donde brilla siempre la verdad, y, llamando de puerta en puerta, emprender juntos el camino de la nueva humanidad.
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de
Ramón Burgos
Periodista