Una de las cosas que había aprendido de esta terrible pandemia que nos afecta era el estar cansado, harto y por qué no hastiado de tanto ideólogo, filósofo, salvapatrias e iluminado.
Te das una vuelta por la prensa escrita, la radio y sus monólogos, la TV y sus programas de análisis, las redes sociales y su repercusión hoy día. Y llega el momento de decir basta ya, estoy de todos vosotros hasta el gorro.
El empezar a leer vuestras peroratas, soflamas y dictámenes llega el momento que dan náuseas. Tal vez pensáis que estáis en posesión de la única verdad posible, los demás están equivocados, cómo no. Criticáis lo habido y por haber, el que la gente se exprese libremente, incluso os permitís la licencia de pontificar sobre qué pasará en el futuro.
Que si esta crisis del coronavirus nos hará cambiar, que si esto que si lo otro. Pues miren ustedes, Yo, como Jubiloso Jubilado no quiero cambiar, deseo y quiero ser el mismo que antes, sentir y amar por mi mujer, mis hijas, mis nietos, mis amigos y por supuesto besar y abrazar a todos aquellos que siempre han estado a mi lado, en las buenas y en las malas.
Siempre he vivido con personas, no con personajes como hacen ustedes y siempre he entendido que, el ser humano es lo más importante de la creación. La sencillez que desprende un abrazo de un abuelo o estrechar la mano de tu amigo es más importante que el sexo de los ángeles.
Fernando, Ángeles, Carmen, Luis, José Manuel, Iván, María, Angustias, etc. son algunos de los nombres de los más de 26.000 españoles que han muerto durante esta pandemia. El ver y comprobar cómo este Gobierno ha ido enfrentando, atacando y llevando a buen puerto los resultados deseados, es lamentable.
Si ahora quieren ustedes que callemos, posiblemente lo hagamos, pero no nos pidan silencio sepulcral para siempre, pues son personas, como ya he comentado, no personajes de la opereta que creen ustedes interpretar.
Quiero y deseo que esto termine cuánto antes, pero por favor, no me voy a dejar pisotear ni en derechos, ni en ideología, ni en pasiones. Ya tengo muchos años y me siento cansado de monsergas, dictámenes y soliloquios de artistas, pseudo intelectuales y gente de mal vivir.
Dejen que me equivoque, me caiga y vuelva a levantar, pero siempre con la ilusión de crear un mundo mejor para mis hijas y nietos.
Ahora sí, espero y deseo con las fuerzas que dispongo no me hagan caer en la tentación de mandarles a todos ustedes sepultureros de tercera, cercenar nuestras ilusiones y esperanzas. Si estás leyendo esto… Felicidades, estás vivo. Si eso no es algo por lo que sonreír, entonces no sé lo que es. La esperanza es como el sol, arroja todas las sombras detrás de nosotros.</p
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