Leandro García Casanova: «Guadix, entre el encanto y el abandono»

Contemplar la salida y las espectaculares puestas de sol, desde los Cerros de Medina, con las primeras luces de las cuevas titilando a lo lejos, oír el repique de las campanas de la Catedral el domingo al mediodía, tomarte unos churros para desayunar, comprar una hogaza de pan o medio quilo de boquerones en la pescadería, después de estar guardando cola, tomarte una cerveza acompañada de unos callos con garbanzos en el bar Cervantes, o darte un paseo por la acera del cauce seco del rio Guadix, es algo que no tienen todas las ciudades.

Hace unas semanas fui al Mercadillo del Sábado –un espectáculo de frutas, verduras y ropa–, en esto llegó un hombre de unos cincuenta años y empezó a escoger los tomates del puesto, de manera que le dije bastante irritado: “¡Pero, hombre, con el contagio que hay y tocando los tomates! Además, yo he llegado antes que usted”. Ante el chorreo que le vino encima, no tuvo más remedio que reconocer la evidencia y, cuando se marchó, le dije al del puesto: “Ya sabemos que los tomates pasan por cincuenta manos, pero que los manoseen aquí también”. El tío del puesto asintió pero no dicen nada a los manoseadores porque saben que pierden a un cliente y, lo que es peor, es ya una costumbre convertida en ley en algunos puestos.

Vista de torre de la Catedral de Guadix y almena ::L. GARCÍA CASANOVA

Otro día fui a una nave del Polígono Industrial, donde estábamos varios hombres en el interior haciendo cola, guardando la distancia y con las mascarillas puestas. En esto, entró un joven, sin mascarilla, y al poco empezó a toser. Cuando me marchaba, no pude evitarlo y le solté: “¡Sin mascarilla y tosiendo!”. Pero el tipo se despachó así: “Hay algunos que saben mucho de leyes”. Entonces, le dije sin pensarlo: “¡No tienes vergüenza, si te empeñas llamo a la policía!”. El joven no se achantó aunque respondió en voz baja: “¡Pues, llámala”. En la tienda nadie abrió la boca y los empleados menos, cuando había riesgo de contagio y más en un local cerrado. Para no complicar las cosas, preferí no contestar y me marché. Esto también ocurre en Guadix, a pesar del contagio que hay.

En la avenida Mariana Pineda, donde confluye con la calle Manuel de Falla, hay un semáforo que no lo ves hasta que estás a varios metros porque lo tapan las ramas de un árbol. Aquí es fácil que pueda ocurrir un accidente en cualquier momento. El Ayuntamiento podía hacer una rotonda en este cruce, se ahorraría los cuatro semáforos (más otros dos con desviación a la izquierda) y los vehículos no tendrían que estar esperando muchos minutos. Entrando a Guadix por el Oeste, desde la A-92, desde el Supermercado Dani hasta el Mercadona (la salida hacia Alcudia), he contado catorce semáforos, varios con desvío lateral. La avenida Medina Olmos está “sembrada de semáforos” (varios de ellos cada cincuenta metros más o menos), por lo que es lenta la circulación en la calle más comercial de Guadix. Sin embargo, para recorrer los 2,5 kilómetros de la calle Real de Málaga, de Las Gabias (desde la entrada a la salida, en dirección a la Malahá), hay cinco semáforos (tres veces menos), de manera que la circulación es fluida, aunque es posible que el tráfico sea más intenso en Guadix, al ser cabeza de comarca. Pero aquí parece que el tiempo se ha detenido, y más ahora con la pandemia y la crisis económica, en que los comercios cierran y la juventud emigra, porque no tiene futuro.

Guadix, tan lejos y tan cerca, donde Pedro Antonio de Alarcón aparece ensimismado en el parque, a veces con una paloma posada sobre su cabeza (la paloma es un símbolo de Guadix, como la Plaza de las Palomas), en esa estatua que tuvo que hacerse por suscripción popular porque las autoridades de entonces no reconocieron al eximio escritor. Guadix es un conjunto histórico, todavía no reconocido oficialmente, donde conviven el centro noble y los barrios pobres, como en tiempos de los Reyes Católicos. Pero al final acabas amando a esta tierra roja, de arenisca y arcilla, de cuevas centenarias y monumentos históricos que se caen a pedazos, mientras que el guadijeño te ofrece una conversación cálida.

Copio este párrafo de la página de Facebook, de la fundación “Richard H. Driehaus Architecture Competition”, del 14 de julio: “Primer premio del Concurso de Arquitectura 2019-2020 – Guadix. La propuesta seleccionada para obtener el primer premio por el jurado ha sido Pisando la Tierra, de la que son autores los arquitectos Alfonso Zavala Cendra y Ramón Andrada González-Parrado, con la colaboración de José María Fernández Amor y Álvaro Romero Sancho. La propuesta destaca especialmente por la reordenación de la Plaza Pedro de Mendoza, que devuelve el protagonismo al principal acceso histórico a la Alcazaba, así como por la naturalidad con la que este acceso restituido por medio de la construcción de una serie de plataformas en varios niveles. El jurado señaló también la calidad de la solución propuesta para la manzana residencial hoy en ruinas, donde se ponen magistralmente en práctica las formas y los materiales propios de la tradición accitana, con un resultado perfectamente acorde con la identidad del lugar”.

Hay que celebrar que el entorno de la Alcazaba de Guadix haya obtenido el primer premio, pero la fundación sólo paga el diseño del proyecto, pues la financiación para llevarlo a cabo habría que buscarla en las instituciones. Hasta ahora, ningún proyecto premiado por la fundación ha sido llevado a cabo, seguramente por su elevado coste. El proyecto remodela la plaza Pedro de Mendoza, que sirve de entrada a la Alcazaba por el sureste. En el antiguo Seminario se haría un hotel mientras que la iglesia de San Agustín se convertiría en un salón para eventos; se construirían también viviendas unifamiliares y comunitarias entre las calles Amezcua e Ibáñez. Cuesta poco soñar en medio de las ruinas de la Alcazaba y del antiguo Seminario. La imagen del estado actual del entorno de la Alcazaba es del Centro de Estudios Pedro Suárez. Guadix te atrapa con el encanto de sus paisajes, por sus monumentos históricos y sus tradiciones, a la vez que te duele el estado de abandono en que se encuentra por la inacción de los políticos y por las escasas inversiones que recibe.

 

 

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