Nada hacía suponer en los primeros días de enero que este año se resolvería de un modo tan aciago a cómo lo ha hecho. Ni que se llevaría por delante tantas cosas. Una de ellas, en cierta forma, ha sido el merecido homenaje a uno de nuestros escritores más prolíficos y admirados: Benito Pérez Galdós. Una anualidad que venía a coincidir con el primer centenario de su muerte, ocurrida en 1920.
Era, pues, un aniversario, este de 2020, que, desde todos los ámbitos y principalmente desde el mundo de las letras y la cultura, estaba destinado a ser el año Galdós. Una dedicación especial a un autor que supo, como ningún otro, relatarnos la historia de su tiempo y de su sociedad; la historia de España en el siglo XIX y comienzos del siglo XX.
Nuestro genial narrador nació, en 1843, en el seno de una familia de clase media, en Las Palmas de Gran Canaria. Antes de cumplir los veinte años lo mandarán a Madrid para iniciar sus estudios de Derecho. Una carrera que pronto abandonará para dedicarse al oficio del periodismo. Tras el éxito de su primer libro, La fontana de oro, en 1870, emprenderá una serie de novelas sobre la historia de España. Novelas que, basadas en hechos reales, no se centrarán –como venía siendo habitual– en los actos protagonizados por los reyes y poderosos sino en el desamparo y desconcierto de las gentes llanas y sencillas. La historia contada desde abajo, desde el punto de vista de los que sufren y viven las dificultades reales.
Con la derrota de Trafalgar (1805) dará comienzo a su ambicioso y exitoso proyecto. Un ciclo completo que, en diferentes etapas y series, llegará a alcanzar un total de 46 novelas y que, en su conjunto, serán conocidas como los Episodios Nacionales. Unas amenas creaciones literarias para cuya redacción, Pérez Galdós, se documentará exhaustivamente; basándose en memorias escritas, artículos de prensa y relatos de algunos testigos presenciales de los acontecimientos. Unas novelas resultantes que, narradas en primera persona, darán cuenta de los principales sucesos históricos acaecidos en el siglo XIX español.
Indudablemente, su obra maestra fue Fortunata y Jacinta, una creación literaria que aborda las vicisitudes de dos mujeres pertenecientes a diferentes clases sociales. Ambas infelizmente casadas y que verán sus vidas entrecruzadas por el mismo hombre. Una aproximación a la lectura de la novela, toda ella ambientada en el Madrid de finales del siglo XIX, para la que me resultó fundamental la magnífica adaptación realizada por Mario Camus para TVE, en 1980. Una serie televisiva mítica, que gozó –y sigue gozando– de una gran popularidad (que contaba con un reparto impresionante: Ana Belén, Maribel Martín, Charo López, Francisco Rabal, etc.) y que, al igual que ocurre con las buenas canciones que nos conducen a saborear las poesías en que se inspiraron, a mí, como a otros muchos, nos llevó a la lectura de las páginas del gran autor del realismo literario español. Unos capítulos en los que Pérez Galdós supo recoger, en todas sus vertientes y con gran talento narrativo, la vida y las circunstancias concretas por las que atravesaba la capital del país.
Pero, abundando aún más en la figura de nuestro gran escritor, señalaremos que su ingente producción escrita no se limitará al género novelístico y que se convertirá en un cronista total de su tiempo con: obras de teatro, crónicas parlamentarias, crítica musical, comentarios, artículos periodísticos, etc. Toda una muestra de su prodigiosa capacidad creativa. Gracias a la cual se ganaba la vida escribiendo. Hasta el final de su vida. Aunque, en los últimos tiempos, arruinado y casi ciego, logrará sobrevivir a duras penas.
En 1907, siendo ya sexagenario, se decidirá a entrar en política. En sus propias palabras, por la “rebeldía innata de sus ideas” (progresistas y republicanas). Él justificará su tardía entrada en la escena pública por “patriotismo”. Un concepto sorprendentemente llamativo en nuestros días, pero que lo era fruto de un patriotismo democrático –de un patriotismo cívico, según el poeta granadino y director del Instituto Cervantes, Luis García Montero–. De un amor a la patria que era heredero del auténtico liberalismo español; del que venía oponiéndose durante prácticamente todo el siglo anterior al tradicional absolutismo monárquico. Una palabra, esta de la “patria” que, tristemente, les será arrebatada durante el siglo anterior y que hoy se encuentra secuestrada por la ultraderecha más maleducada y vocinglera.
Una implicación personal y una afinidad ideológica que llevarán a Benito Pérez Galdós a ser diputado a Cortes por Madrid, en las filas de la Conjunción Republicano-Socialista. Pero, también, este compromiso político, en 1912 le será tenido muy en cuenta para obstaculizar su concesión del Premio Nobel de Literatura. Pues, desde principios de ese mismo año había sido propuesto (con grandes posibilidades de éxito) para el prestigioso galardón. Si bien, y desde su mismo país, un grupo de intelectuales españoles conservadores, en cuanto tuvieron conocimiento de la propuesta, se dedicaron a inundar la academia sueca con telegramas y cartas en los que le acusaban de feroz liberal y de rabioso anticlerical. Y, torpedeando aún más su nominación, con la propuesta alternativa de su amigo –aunque en este caso de adscripción política contraria–, Marcelino Menéndez Pelayo.
Un premio y un reconocimiento internacional que nunca le llegó. Se lo impidió, cuando más lo necesitaba, la actitud cainita de una parte de “las dos Españas”. En esta ocasión la España clerical y retrógrada que ayer, como hoy, tal y como vemos, no descansa de arrogarse la verdad y exclusividad más absoluta. Unos “salvapatrias” peligrosos y rencorosos que suelen ver enemigos de España por todas partes, pero, que, despreocupados por las gentes reales de carne y hueso y por su porvenir, no verían con malos ojos ciertas ejecuciones masivas. Y siendo siempre protagonistas de un triste espectáculo, en ningún modo novedoso ni ejemplarizante.
Su relación con el escritor, Menéndez Pelayo, se mantuvo intacta y la artificiosa división no pudo socavar su buena amistad, a pesar de sus naturales diferencias ideológicas. Un ejemplo de conciliación personal que a los instigadores de la división partidista y de la polarización irreconciliable de nuestros días, tal vez, les parecería sorprendente o imposible de asumir. A su muerte, ocurrida el 4 de enero de 1920, le seguirá un respetuoso duelo y el reconocimiento espontáneo del pueblo madrileño en todo su funeral. Una reivindicación de su figura –y contra su lamentable olvido– a la que me quiero sumar con estas líneas, en este año galdosiano que se encamina a su término.
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Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).
Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.
Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen‘
y ‘Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX‘
Comentarios
2 respuestas a «Jesús Fernández Osorio: «2020, el año del centenario de Galdós»»
Admiro su prosa, don Jesús. Pero, aún más, su valentía y denuedo por poner las cosas y las personas en su sitio. Por mi parte, y también como admiración a tan egregio personaje, he tenido a bien grabar unos cuantos audio-libros de su obra con que homenajear a todo un modelo de comportamiento, perspicacia, sinceridad y, efectivamente, de «patriotismo» (dicho, este término, en el más popular y generoso sentido de la palabra). Siga usted en su empeño por desbrozar este país de matorrales y abrojos. Gracias.
Muchas gracias, Isidro! Me alegra mucho tu comentario y me resulta satisfactorio compartir contigo afinidades y lecturas. Por cierto, esos audio-libros algún día hay que hacerlos públicos para disfrute de todos nosotros y de Molinera. Un abrazo!