La novela negra, ‘Salamandra’, de José Abad, se desarrolla en Sicilia donde el granadino vivió durante un lustro.
José Abad (Colomera, 1967) vuelve a la actualidad literaria con una novela negra de título ‘Salamadra’ (Ed. Almuzara). Se trata de su tercera incursión en la novela, segunda en este género, que el autor considera heredera de la novela social pues permite, a través de intrigas más o menos atractivas, hablar de la realidad inmediata y que resulta muy del gusto del lector. «Yo he querido dedicarme a la novela negra desde que tenía 15 ó 16 años y devoraba todas las novelas de Pepe Carvalho. En un principio mi acercamiento a este género iba a ser ortodoxo. Mi intención primera era servirme de un detective que fuera protagonista de mis novelas. Poco a poco, esta idea se fue enfriando y fue cobrando mayor peso la posibilidad de convertir en protagonista a un personaje al otro lado de la ley, o sea, mediante un acercamiento mucho más heteredoxo. No se me caen los anillos al reconocer también la influencia de algunas películas como ‘El silencio de un hombre’ de Jean-Pierre Melville que tiene como protagonista a un sicario. Igualmente me convenció la lectura de Patricia Higtsmith con el personaje de Tom Ripley de que es factible hacer una serie narrativa con un personaje no grato al lector, con el que no fuera sencillo identificarse», cuenta Abad sobre su obra protagonizada por un sicario de nombre Raven que recibe el encargo de un capo (Matteo Santoro) de ir a Palermo en busca de la hija de éste con la misión de devolverla al padre sana y salva.
La obra comienza con sendas citas de Raymond Chandler y Vázquez Montalbán, a los que ofrece así su homenaje y a los que Abad añade Dashiell Hammett, que «he leído y releído». Ambientada en Palermo y Sferracavallo, dos lugares que conoce bien puesto que vivió en Sicilia durante un lustro y a donde vuelve siempre que puede pues está casado con una italiana, Barbara, a la que dedica el libro ‘ieri, oggi e domani’. El nacimiento de ‘Salamandra’ se remonta prácticamente a 21 años atrás, en concreto al verano de 1999 cuando le concedieron una beca de Auxiliar de Conversación para trabajar en Palermo durante 9 meses que se convirtieron en cinco años y donde conoció a su mujer y nació su primer hijo, Eduardo. «Raven estaba destinado a ir a Sicilia antes de que yo pusiera un pie allí. Para mí el escenario es importantísimo, conocer los espacios me permite crear un ambiente mucho más verosímil. La novela está recorrida de pequeñas escenas cotidianas que esas sí son extraídas de la realidad. Los grandes hechos de la novela (el ajuste de cuentas, la persecución, los homicidios,…) son pura fantasía».
Espacio y tiempo
Aunque no concreta la fecha en la que se desarrolla la novela, Abad ofrece pistas ficticias y reales para que el lector lo descubra, así por ejemplo, en el primer capítulo en el que charlan Raven y Santoro y este le dice «A Salinari le diste pasaje en mayo de 1998, hace siete años de eso», por tanto estamos en el verano de 2005. Más adelante se habla que el protagonista compra un periódico que lleva en portada la noticia del sexagésimo aniversario del lanzamiento de la primera bomba atómica sobre Hiroshima y Nagasaki, 60 años atrás, exactamente el 6 de agosto de 1945. Para Abad, todos los personajes de su obra, incluido los secundarios, son importantes pues «en la ficción no puede haber nadie gratuito y todos cumplen su función dentro de la trama». También reconoce que le gusta caracterizarlos a partir de sus nombres de ahí que la chica se llame Virginia «porque tiene algo de virginal, y es un personaje inocente a pesar de que ocasione una pequeña tragedia por su inconsciencia. Gaspare Bonavolontá se ha convertido en un personaje entrañable porque aunque tenía que ser más secundario, poco a poco fue ganando terreno a Raven y con la elección del apellido intento caracterizar su buena voluntad». Novela de 190 páginas repartidas en 15 capítulos de títulos muy cinematográficos y a la que pone de título ‘Salamandra’, como se hace referencia en un par de ocasiones, porque se dice que este animal trae suerte y es capaz de atravesar el fuego sin quemarse. «A partir de esta anécdota -indica- se me ocurrió que podría utilizarlo como símbolo de Raven ya que es un superviviente, alguien que tiene que atravesar el fuego sin quemarse». Desde el punto de vista del lenguaje destaca el fino humor y la ironía, que agradece a su maestro, Vázquez Montalbán, el uso de metáforas y muchos guiños al lector del propio proceso de creación de la novela. «Siempre se tuerce algo. No puede escribirse una novela sin conflicto» afirma el protagonista en la página 194.
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