En nuestra anterior entrega expresábamos cómo los enterramientos en el interior de las iglesias fue la norma común durante siglos, y la iglesia de La Zubia no fue una excepción.
Su suelo fue utilizado como cementerio durante la modernidad. Lógicamente, esta convivencia entre vivos y muertos producía problemas, sobre todo en épocas de epidemias, lo que llevó a Carlos III, nuestro buen rey ilustrado, a dictar una Real Cédula en 1787, por la que prohibía las inhumaciones en todas las iglesias, tomando como ejemplo un episodio conocido como la Peste de Pasajes, en el puerto de Guipuzcoa “con ocasión de la epidemia experimentada en la Villa de Pasage […] causada por el hedor intolerable que se sentía en la Iglesia Parroquial de la multitud de cadáveres enterrados en ella”. De este modo fue como se comenzó a extender la creación de los modernos cementerios civiles extramuros de las poblaciones y alejadas de ellos para evitar las infecciones. Fue un proceso largo y dilatado en el tiempo porque las autoridades religiosas veían mermados sus ingresos por la venta de sepulturas, y porque se trataba de una tradición secular la de enterrarse en los edificios religiosos.
En 1790 un informe de un escribano público (publicado por José Moreno Cazalilla en su blog) exponía que en La Zubia “También hay falta de cementerio arreglado a la ley del reino y últimas resoluciones”. Curiosamente el mismo informe expone que una de las fuentes públicas del pueblo, con dos caños se situaba en la actual calle Fernando de los Ríos: “está puesta en la calle Real, a la entrada del cementerio”, lo que confirma que el primitivo cementerio debió situarse junto a la iglesia, probablemente en la placeta del Ayuntamiento, como ya se indicó en el anterior artículo de esta serie sobre los cementerios de La Zubia. Para eso año de 1790 la legislación establecía la necesidad de llevar los cementerios (tanto los de las iglesias como los adosados a ellas) fuera del casco urbano.
Pero en La Zubia el proceso fue largo y dilatado y no empezó hasta 1815. Un documento de ese año localizado por el antes citado investigador José Antonio Moreno Cazalilla (publicado en su blog), permite conocer que la llamada Real Junta de Diezmos del Arzobispado de Granada se encargó de comprar el 2 de diciembre de 1815, dos hazas con destino “para que en dicho terreno se construya el enterramiento de esta villa”. El espacio se situaba en el pago conocido como el Empedrado, y la primera finca era descrita del siguiente modo:
“pedazo de tierra de riego de cabida de tres marjales, situado en el término y jurisdicción de dicha referida villa y un pago nombrado del Empedrado que linda por el Mediodía con tierras de don Pedro José de Montes; por el Sol Saliente, Callejón nombrado del “Deme”; por el Norte, otro pedazo de tierra de don Segundo Pineda y camino que guía del Barrio del Algarrobo; y por Poniente, tierras de los herederos de doña Polonia Yáñez, el cual hube del Real Convento de Nuestra Señora de Gracia, orden de la Santísima Trinidad, Descalzos, redención de cautivos, extramuros de la ciudad de Granada, por venta a censo que a mi favor y al de don Manuel de Montes, mi difunto marido, otorgó el Padre Fray Francisco de la Concepción, religioso presbítero Procurador mayor de dicho Real Convento”
Se trataba pues de un espacio con acceso a varios caminos, pero sin ninguna construcción en las proximidades, aunque relativamente cerca de la Iglesia, lo que facilitaría el cortejo fúnebre, y también la salubridad necesaria. Los terrenos se tasaron en 2.852,5 reales que se pagaron a los anteriores propietarios: Rosa González y Segundo Pineda. El nombre que se otorga a la necrópolis es muy curioso; “enterramiento”, dice la escritura. Un término que permitía diferenciarlo del cementerio que estaba dentro de la iglesia, y que se siguió utilizando durante un tiempo. No sería hasta casi dos años después, el 17 de noviembre de 1817, cuando se produjo la primera inhumación en estos terrenos. El sacerdote que firma la partida de la primera persona enterrada en dicho cementerio tiene vacilaciones: escribe “terramento”, y añade después “en”, para formar “enterramento”. El honor le cupo a Francisco Vázquez, marido de María Zurita, pero nada más indica el libro de defunciones sobre el nuevo camposanto.
El cementerio del empedrado siguió funcionando como tal y subsistió hasta las primeras décadas del siglo XX, cuando se edificó otro nuevo en las afueras del pueblo cerca del camino de Gójar. En 1897 un plano de La Zubia (que ofrecemos como fotos de portada) escribe sobre lo que fue su solar “cementerio antiguo”, es decir que ya debía haber empezado a construirse o utilizarse uno nuevo. En ese mismo plano la actual calle Empedrado Alto, es llamada callejón del cementerio. La gente de cierta edad todavía puede recordar cuando algunos lo llamaban simplemente el callejón de los muertos.
Poco a poco el antiguo fue dejando se usarse, y se fue vaciando de contenido. En los años 40 y 50 del siglo XX, todavía subsistía el espacio, ya entonces un solar vacío, rodeado de tapias. Los más mayores recuerdan aún cómo jugaban en su infancia al frontón en sus muros; cuando la pelota se les caía en el interior del recinto tenían que entrar allí para recuperarla no sin cierta prevención. Lo más probable es que cuando se produjo su desaparición como cementerio, se hiciese algún vaciado superficial para llevar los restos existentes a la fosa común del nuevo cementerio. Parece que en este solar funcionó durante unos años un cine primero de verano y luego se llegó a construir un edificio dedicado a esta actividad. El cine fue derribado para construir lo que hoy conocemos como “Escuelas del Empedrado”, como nos recuerda la placa que todavía subsiste allí del “Plan Nacional de Construcciones Escolares, año 1961”.
Ignoro con exactitud cuándo se inició la edificación del actual cementerio. Algunos datos apuntan al año 1945, no obstante, hay constancia de numerosas tumbas de los años 20 en el mismo, e incluso algunas anteriores. Ya se ha visto como en 1897 se hablaba del cementerio antiguo, por lo que probablemente haya que anticipar su construcción a finales del siglo XX, o principios del XX. Se construyó en lo que entonces era el extrarradio del pueblo, en una zona rústica, en el camino de Gójar, lindando con el Barranco de la Negra y con la acequia del Genital. Hoy se encuentra totalmente rodeado de edificaciones y viviendas. De nuevo la presión urbanística se deja sentir sobre el mismo. Cuentan que la familia Montes Collado, donó los terrenos para su construcción, a cambio de un panteón a perpetuidad. Tenemos un plano del año 1956 donde el cementerio aparece aislado de cualquier otra construcción.
AROMAS DEL LAUREL:
Un recorrido por la historia de La Zubia.
Alberto Martín Quirantes
Miembro del CEI Al-Zawiya