Manuel Moyano es un escritor singular que reside en Molina de Segura. No solo son sus premios y ventas, tanto nacionales como internacionales, los que avalan la trayectoria literaria de este singular escritor –entre dichos premios figuran: finalista del Herralde, Premio Tigre Juan, Tristana, Celsius, Carolina Coronado o el Premio Tertulia por toda su trayectoria literaria–; también lo respalda la cada vez mayor cantidad de lectores y grandes críticos que lo comparan con narradores de la talla de Borges o Lovecraft. Por eso, he aquí un encuentro cara a cara con un genio.
– Sus obras giran en torno a la antropología, lo fantástico y el viaje. No sé dónde leí, también en una entrevista a otro escritor, que existe una grieta entre la vida en el mundo de un escritor y su vida en la literatura. El entrevistador se refería a ese tiempo dedicado a la literatura que deja en suspenso la vida. Le voy a hacer las mismas preguntas que aquel hizo a este, teniendo en cuenta los intereses que muestra a la hora de escribir. Por eso, ¿hasta qué punto el escritor puede hablar sobre lo que ha escrito? ¿Sabe el escritor qué es lo que ha escrito en realidad?
– Pretender que uno es una especie de médium que se ha limitado a actuar como transmisor de algo ajeno sería ilusorio. Quiero decir que un autor siempre es consciente en mayor o menor medida de lo que ha escrito, porque la escritura es un acto consciente, no es como la respiración o el latir del corazón. Hay algo ahí que está dirigiendo intencionadamente, que sabe más o menos hacia dónde quiere ir. Ahora bien, esto no es así al cien por cien: hay una parte en el proceso que tú no controlas del todo, que en cierto modo se escribe por sí sola, y sospecho que es precisamente a esa parte de la escritura a la que se puede llamar arte.
– ¿Es un escritor al que le gusta aprovechar el momento de inspiración y seguir de continuo o, por el contrario, es más metódico en su elaboración?
– La respuesta a esta pregunta enlazaría con la anterior. Creo en el poder mágico (llamémoslo así) de la inspiración, y por eso intento aprovecharla al máximo cuando viene. Eso no quiere decir que no sea nada metódico; sin un poco de método, sería imposible escribir nada, simplemente sentiríamos chispazos e intuiciones en nuestra mente, pero no quedarían plasmados en el papel. De hecho, esto es lo que ocurre (lo que nos ocurre a todos) la mayor parte de las veces. Quizá el escritor (el artista en general) se diferencia de otras personas en que es capaz de materializar ese momento de inspiración, de impedir que se pierda en el aire.
– Hábleme de su última novela, La hipótesis de Saint-Germain. Esta se ha alzado con el XVII Premio de Novela Carolina Coronado. En su obra, un tal Daniel Bagao, director de una revista esotérica, nos lleva por diversos países en la búsqueda del conde de Saint- Germain. El conde está basado en un personaje real. Este personaje real, en el cual se ha inspirado, fue todo un misterio, alguien enigmático que tocó muchos palos: fue cortesano, aventurero, inventor, alquimista, político, pianista, violinista, compositor aficionado, hablaba once idiomas, etc. Pero, y lo que más llama la atención, dicen por ahí que también fue supuestamente inmortal. Hoy en día muchos grupos esotéricos y de la nueva era lo han convertido en una leyenda. ¿Podría explicarnos quién fue el conde de Saint-Germain y qué le llevó a inspirarse en él?
– De joven era lector asiduo de una revista llamada Mundo Desconocido, que trataba de ovnis, astroarqueología, espíritus, telepatía y cosas similares. No creía en mucho de lo que se decía en esa revista, pero me interesaba, incluso me fascinaba. Entre las figuras habituales de la revista estaba el conde de Saint-Germain. ¿Quién fue realmente? Probablemente un buscavidas, un embaucador, un artista del engaño que hizo creer a muchos de sus contemporáneos en toda Europa (hablamos del siglo XVIII) que disfrutaba de conocimientos ilimitados y que era inmortal. Por alguna extraña razón, la inmortalidad es algo que me atrae mucho en la ficción (no así en la vida real, no sé si podría soportar ser inmortal) y que ya he empleado en alguna otra ocasión, concretamente en El imperio de Yegorov. Solo que la explicación que se da aquí a la presunta gran longevidad del conde no tiene nada que ver con la de la otra novela.
– Si hubiera tenido delante a este personaje y tuviera la oportunidad de hacerle una pregunta, ¿qué le hubiera gustado saber?
– Si hablamos de una persona inmortal, hubiese querido que me describiese los pueblos y épocas en los que había vivido. Si era simplemente un embaucador (lo que parece más plausible) me hubiese gustado saber cómo se las había apañado para engañar a tanta gente, por qué lo hizo.
– Me gustaría hacerle una última pregunta: ¿en qué situación cree que se encuentra la novela fantástica? ¿Y la española?
– Este es para mí un tema recurrente. Creo que la literatura fantástica nunca ha gozado de mala prensa en el mundo anglosajón ni, en general, en el mundo no español. Suelo citar una serie de obras que han pasado a la historia de la literatura y que son de contenido decididamente fantástico, como Los viajes de Gulliver, Frankenstein, El doctor Jekyll y Mr. Hyde o La máquina del tiempo. Nótese: todas de autores anglosajones. El fantástico venido de las Islas Británicas o de Estados Unidos siempre ha sido bien aceptado en España y, sin ir más lejos, tenemos las sagas librescas y cinematográficas de El señor de los anillos y Harry Potter. El problema en España es que nos cuesta creernos la literatura fantástica escrita por españoles. Nuestra literatura siempre se ha decantado por el realismo, desde sus mismos inicios. Hay varias personas empeñadas quijotescamente en cambiar esta tendencia, que viene desde la Edad Media. Yo soy una de ellas.
Francisco José
García Carbonell