A media mañana tocaba reemprender viaje, previamente ya había recorrido una zona de huertas próxima al hotel, durante medio siglo con el reloj biológico a determinada hora, ni en vacaciones te perdona que no te levantes, así que cuando el grupo aparece por el comedor llevo cuatro horas de paseo, exploración o disfrute del medio en un momento diferente del día y que da perspectivas diferentes. Pequeñas conversaciones con los campesinos y admirando el mimo con el que tratan esas parcelas que no dejan de ser vitales para la supervivencia en el desierto: hasta el más pequeño trozo de tierra productiva en regadío y produciendo frutas y hortalizas que, a pesar de ser septiembre, no dejan indiferente al viajero. Extramuros de la ciudad que, en la distancia, ofrece un apacible aspecto a esas horas de la mañana donde, los madrugadores, están ya camino de sus huertas o levantando persianas para iniciar el día.
El grupo tiene por delante un nuevo vuelo hasta la segunda joya: la mitificada Bujara, centro espiritual del Asia Central: Bujara. Posiblemente encontremos aquí uno de los mejores ejemplos de la civilización persa (por algo estuvo bajo su influencia entre el VI a.C. y el X d.C.), fue la capital del imperio samánida y nos encontraríamos con uno de los templos de Zoroastro. La mayoría de fuentes ponen su nacimiento en el 618 a. C., expandió el culto en toda Asia Central, el templo de Bujara muestra la pujanza del zoroastrismo antes de Cristo. Él ya profetizó que sólo había un DIOS: el del Bien y su credo intentó fomentar la buena moral que todas las personas deberían seguir a lo largo de su vida. Su mayor legado está recogido en el Avesta, la primera traducción de este libro, que podría equivaler a nuestra Biblia, vendría de la mano del francés Surat de Anquetil-Duperron (XVIII).
Digamos que Bujara es un libro abierto, un gran museo al aire libre y que la historia te asalta en cada rincón de la ciudad y no te dejará indiferente. Aquí encontraremos huellas de personajes que, para nosotros no eran precisamente los más conocidos, pero que tuvieron una gran influencia en su momento en este rincón del mundo. Sería el caso de los poetas Firdausi o Rudaki, también encontraremos huellas de Ibn Sina [este sí que nos es familiar, se trata de Avicena]. Si uno investiga después se da cuenta de que el eurocentrismo o la cultura occidental, como cada uno quiera interpretarlo, era una anécdota cuando allí estaba el centro del conocimiento del entonces denominado mundo civilizado y por eso la sorpresa es aún mayor. Para la medicina, por ejemplo, el legado de Avicena casi perduró un milenio.
Por la zona pasaron decenas de pueblos, dejaron huella macedonios, selyúcidas, bactrios, árabes o rusos, por citar algunos. Hay huellas de ese pasado en cualquier rincón de Bujara a pesar de haber sido destruida en varias ocasiones a lo largo de sus varios milenios de historia. En el VIII los árabes consiguieron frenar las hordas chinas, pero la vida no se detuvo y un par de siglos más tarde ya era una de las urbes más pobladas del planeta, uno de los centros culturales más avanzados del momento que rivalizaba con El Cairo o Córdoba. Hubo toda clase de subidas y bajadas en ese arte de la guerra y la destrucción aunque se recuperaba relativamente rápido de esas heridas.
Fue con Tamerlán [recordemos su escultura en el billete de 500 SOM] en el XIV cuando volvió a brillar con luz propia y acrecentó el esplendor con el establecimiento de la capital del janato. El emporio comercial y la importancia del tráfico de todo tipo de mercancías le confirieron otra época de riqueza y prosperidad que en pleno siglo XXI el viajero no deja de descubrir, con sorpresa, aunque ahora sean toda clase de cosas, muchas ya Made in China que por la vía del comercio global te las encuentras hasta en el lugar más apartado de la Tierra. Otro punto vital de referencia es la Embajada de Rui González de Clavijo [intenten leerse su testimonio, relativamente fácil de descargar desde Internet], embajador español ante Tamerlán, (1403-1406).
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Maestro de Primaria, licenciado en Geografía
y estudios de doctorado en Historia de América.
Colaborador regular, desde los años 70, con publicaciones especializadas
del mundo de las comunicaciones y diferentes emisoras de radio internacionales.