Alumna: Señor Isidro, ¿tiene el profesorado que sigue su Pedagogía Andariega la obligación de desarrollar las Competencias e impartir Contenidos oficiales asignados a cada Etapa educativa?
Maestro: ¿Qué entiendes tú por “desarrollar e impartir”?
Alumna: Que está muy bien el principio pedagógico que usted pregona de desescolarizar, respetar los ritmos de cada cual y educar caminando, pero los profesores de a pie tenemos, según Ciclos y Niveles, un Programa que cumplir y unos tiempos concretos para conseguirlo.
Maestro: Has puesto el dedo en la llaga. Creo que nuestro concepto sobre lo que es “Educar” difiere radicalmente. El Sistema Educativo de que hablas tiene como prioridad, antes del objetivo a seguir, el Programa que cumplir. Así, más que educar, la meta que persigue es la de “Instruir”.
Alumna: Bien sabe usted que lo que yo, y muchos como yo, defendemos es la Educación en su sentido más amplio, pero la realidad es que el Estado, la Sociedad y los propios padres nos exigen resultados académicos.
Maestro: ¿Me estás diciendo que tú, en vez de maestra, te has convertido en una “funcionaria” de la Legislación Oficial?
Alumna: A mí me asiste el principio de libertad de cátedra, sin embargo lo que no puedo cambiar son las Programaciones, su temporalidad, el Aula como lugar donde transmitir los contenidos, los horarios…
Maestro: ¿Una autómata que sigue a pie juntillas el Currículum asignado? ¿Que no puede salir de las cuatro paredes, y que, como revulsivo contra el diálogo y la interacción con los compañeros y vecinos, te ves obligada a mantener las normas impuestas…? ¿Qué, de hecho, estás convirtiendo el sistema Educativo no en el en un fin en sí mismo sino en un medio para perpetuar el incoherente, injusto e insolidario sistema establecido…?
Alumna: Con todo y con eso, tengo márgenes para llevar la clase como yo crea conveniente.
Maestro: Como tú creas conveniente sí, pero pendiendo sobre tu cabeza la espada de Damocles. Te imagino un pájaro que tiene la sensación de que vuela, pero al que en realidad le han cortado las alas, hallándose además prisionero dentro de un recinto estrecho y constreñido.
Alumna: Tampoco es que su Pedagogía Andariega me ofrezca demasiadas salidas “realistas”…
Maestro: Tienes razón. Desde luego, mi Pedagogía Andariega no camina por ti. Te ofrece, eso sí, una vereda por la que iniciar tu andadura por la auténtica Educación. De hecho, este ejercicio que estamos haciendo ahora mismo de transitar juntos por este carril de tierra, discurriendo sobre lo que a ambos nos interesa, ya es un paso hacia la necesaria Transformación. Si a ello añadimos el ejercicio físico, la gama sensorial que el campo nos ofrece y las enseñanzas que nos aporta la propia Naturaleza está claro que vamos por el buen camino del Aprendizaje y el desarrollo personales.
Alumna: Sí, pero sigo sin saber su opinión sobre la pregunta que le hice al principio…
Maestro: ¿La respuesta sobre “si en ciertas circunstancias, el alumnado ha de ser impelido a llevar a cabo las tareas oficiales para su aprendizaje”? Lo dejo en blanco, pues has de ser tú misma la que, siendo consecuente, desarrolles tu propia vocación e inteligencia. Lo que yo ahora únicamente te puedo ofrecer es el ejemplo de aquel señor de la orilla del río. ¿Lo ves? Intenta conseguir que su potro se adentre en el río, lo cruce perdiéndole el miedo y disfrute del gozo que supone chapotear y sentir el frescor en el agua en su cuerpo.
Alumna: ¿Pretende usted equiparar la labor educativa que hacemos nosotros con la que pretende hacer aquel señor con su animal y que no es otra que la de domar y amaestrar?
Maestro: No prejuzgues y observa cómo entiende él la Educación con respecto a su animal. Observa: el potro se le resiste, se hace el despistado mordisqueando la hierbecilla que crece en la ribera y esquivando el agua. Observa cómo el lugareño insiste, metiéndose primero él en el agua, tirando suavemente de la cuerda y atrayendo, aunque sea momentáneamente, la mirada del animal. Seguro que el hombre tiene muchas cosas que hacer en el huerto, en la casa, en el cobertizo…, sin embargo, no utiliza la prisa, ni la fuerza, ni la violencia, sólo la suavidad y la insistencia. Si me apuras, incluso el diálogo con el instinto del animal. Tampoco saca el móvil y pincha en un tutorial ajeno a su propia intuición. Sería fácil para él decirle también a un vecino que venga y amenace al animal por detrás. Seguro que éste se metía al momento en el agua. Sin embargo, mira, mira como el potro acerca sus belfos al agua, bebiendo y oliendo. Y cómo, poco a poco, se va atreviendo: primero metiendo una pezuña, después la otra… Está claro que el animal va probando. ¡Por fin el hombre ha conseguido que tenga los cuatro cascos dentro del agua! ¡Es cosa hecha! Un poco más de paciencia y ¡ya! Mira…, observa cómo el animal le va cogiendo gusto al agua hasta el punto de ponerse a chapotear y a correr gustosamente dentro en la parte que menos cubre; cómo provoca él mismo estallidos de burbujas dentro del agua. ¡Qué inconsciente! ¡Si hasta pretende meterse en lo hondo, sin saber los peligros que suponen para él el cauce lleno de rocas y remolinos…! Ahora es su dueño el que tiene que tirar con fuerza de él para sujetar su ímpetu por seguir experimentando lo recién descubierto. Qué maravilla, ¿no te parece?
Alumna: Visto así, como usted lo ve, la educación infantil debe pasar también por todos esos momentos emocionales, experienciales y lúdicos…
Maestro: ¿Y no es así como debe hacerse? ¿Me va a decir que aquel hombre sabe más de Pedagogía que todos los catedráticos juntos? ¿Que no es así cómo lo lleváis a cabo los profesores dentro de las aulas?
Alumna: En Infantil se intenta… aunque con una ratio muchas veces de 25 niños por aula, resulta algo patético los esfuerzos denodados de la docente… En el resto de niveles…, ni le cuento. El sistema está tan dosificado que cualquier salida de tono por parte del profesor resulta reprobada por parte del Consejo Escolar, la dirección y, por supuesto, de la inspección.
Maestro: ¿Y el profesorado que sigue metodologías contemporizadas, no tiene margen de maniobra?
Alumna: Esas metodologías (montessorianas, tecnológicas, psicopedagógicas o seguidoras del más acendrado movimiento de renovación pedagógica) no son sino parches o, como diría mi abuela, “Consuélame, haz que me lo crea y engáñame bien”.
Maestro: Poco margen de maniobra dejas a la auténtica Educación dentro del Sistema en el que te hallas inmersa…
Alumna: Sí, pero es que los profesores también tenemos que comer…
Maestro: Entonces, a tu pregunta inicial de si tiene el profesorado que sigue mi Pedagogía Andariega la obligación de desarrollar las Competencias e impartir Contenidos oficiales asignados a cada Etapa educativa… sólo me queda la respuesta que sugería tu abuela: “Te consolaré, haré que te lo creas y te engañaré bien”.
Isidro García Cigüenza
Blog personal ARRE BURRITA