Daniel Morales Escobar: «El tranvía que volaba hasta Sierra Nevada»

Uno de los recuerdos que me quedan de la infancia es la excursión que mis padres organizaron para que sus hijos, que ya éramos seis, conociéramos el tranvía de Sierra Nevada y su espectacular recorrido. Debería ser el año 1973 o, a lo sumo, el mes de enero de 1974, cuando el cierre del mismo era inminente. Enamorados del campo granadino y de sus paisajes agrestes, nos regalaron ese día imborrable, el único en el que subimos a la sierra en el tranvía. No querían que sus hijos, todos niños, se perdieran para siempre una de las rutas naturales más alucinantes que podían disfrutarse por entonces.

En mi caso, debería andar por los once años y son muy pocos los recuerdos que me quedan de aquel momento. Se que hoy soy parte de la minoría de granadinos que ha tenido el privilegio de vivir esta experiencia, aunque fuera solo en tan remota ocasión. Me acuerdo de ir de pie durante el trayecto, todos achuchados, y debería estar asomado a alguna ventana, porque me viene a la cabeza la imagen del vacío bajo el tranvía, como de ascender volando sobre los tajos y barrancos que atravesábamos, dado que tanto la ruta como los puentes eran tan estrechos que quedaban ocultos a los pasajeros, quienes solo veíamos allí abajo ¡muy lejano! el fondo de esos tajos y barrancos. La sensación de volar hacía que para los niños, al menos la primera vez, aquello fuera una aventura excitante y fantástica que casi cinco décadas después sigue presente en mi memoria —y en mi imaginación—.

1. Tranvía expuesto en El Dornajo. :: D.M.E.
2. Bajo el Púlpito de Canales. Fuente: FERRER, M., Sierra Nevada, Granada, 1971, p. 184.
3. Por uno de los túneles en 1949. Fuente: Archivo de ABC.

Tal vez por eso, cuando hace poco cayó en mis manos un viejo artículo de José María Guadalupe, titulado “Réquiem por un tranvía”, lo leí con curiosidad: ¿sería “mi” tranvía? Juzguen ustedes por su primer párrafo:

Hace ya un año y parece que fue ayer. Ayer mismo. ¡Cómo corre el tiempo! Ya, hoy, se cumple el primer aniversario de la muerte de un tranvía. El tranvía de la Sierra. Aquel tranvía con olor a tomillo y alhucema que descubrió al viajero el más bello paisaje serrano que soñarse pueda. Todos lloramos, hace un año, por su muerte. Se habló mucho, se polemizó mucho, cuando ya no había remedio. La noticia de la desaparición del tranvía de la Sierra tuvo eco nacional. La Prensa, la Radio y la Televisión se ocuparon ampliamente de lo inevitable. ¿Pero… quién mató al tranvía? ¿El pantano?. No. Fuenteovejuna, señor.

(…)”.

Ideal, domingo, 19 de enero de 1975.

Cueva del Diablo. Probablemente era el túnel más largo del trayecto. Estaba dividido en dos partes y con la cueva entre ambas. Fuente: FERRER, M., Sierra Nevada, Granada, 1971, p. 183

El tranvía de Sierra Nevada hacía un recorrido de unos 24 kilómetros partiendo, en Granada, de lo que actualmente es la plaza del Duque de San Pedro de Galatino, al final del Paseo de la Bomba. Tenía apeaderos en la Lancha, Cenes, Pinos Genil —donde he visto su estación reconstruida—,…, hasta llegar a los de Güéjar Sierra, Maitena y, por último, El Charcón (ya en el Barranco de San Juan). Seguía un itinerario paralelo al del río Genil y ascendía desde los menos de 700 metros de altitud de la capital hasta casi los 1200 de su parada final atravesando empinadas laderas y angostos desfiladeros gracias a sus numerosos túneles y puentes. Entre 5 y 6 kilómetros de ese recorrido —algunos dicen que los más bellos— quedaron ahogados para siempre bajo las “mansas” aguas del pantano de Canales.

El tranvía por el puente del Blanquillo. Archivo Histórico Provincial de Granada

 

La ruta del tranvía un día de nieve. Fuente: Ideal

 

El pasado 24 de marzo, que es cuando empiezo a escribir este artículo, leo, también en Ideal, la siguiente noticia: “El sueño de recuperar el tranvía de Sierra Nevada, más cerca que nunca”. ¿Será posible? Resulta que dos ingenieros granadinos han presentado un proyecto en el Ayuntamiento de Güéjar Sierra para hacer una “reconstrucción parcial” —de unos 5 kilómetros— y el ayuntamiento lo está estudiando. Evidentemente, hay un obstáculo insalvable para rehacer la totalidad de la ruta: el embalse, que engulló bajo sus aguas no solo el pueblo y el Púlpito de Canales, sino otros lugares increíbles de los muchos por los que pasaba el tranvía, como el puente del Blanquillo o la cueva del Diablo. Por tanto, su recuperación completa es una quimera. Pero bienvenida sea esta reconstrucción parcial desde Güéjar Sierra. Quizás algún día Granada logre restablecer lo que jamás debió perder.

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Daniel Morales Escobar,

Profesor de Historia en el IES Padre Manjón

y autor del libro  ‘Un maestro en la República’ (Ed. Almizate)

 

Daniel Morales Escobar

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