– ¿En qué consistirá su intervención en Granada?
– Mi objetivo es hablar de otras formas de educar y animar a quienes aún no estén en ese camino a iniciarlo. Se trata de la educación para los ciudadanos del siglo XXI, e incluso XXII. No sabemos muy bien con qué les tocará vivir, pero sabemos por la velocidad de los cambios, que no se parecerá demasiado a lo actual. En ese mundo, ciertamente desconocido, les irá mejor si les hemos dotado de buenas competencias y destrezas, que si les hemos seguido alimentando intelectualmente sólo con contenidos conceptuales y mecanismos algorítmicos de resolución de problemas.
– ¿Podría darnos más detalles de lo qué es Tu innovas?
– Es un laboratorio que busca nuevas formas de educar, asesora en el cambio y analiza los resultados. El tener a todo el Estado como campo de observación permite tener una visión global y realista. Por otra parte, el ser ajeno a las administraciones públicas confiere una independencia y libertad para poder defender los principios educativos con criterios objetivos y no interesados. Algo que nunca debiera haber encontrado caldo de cultivo en la educación seria.
– ¿Cómo se puede preparar desde la escuela para un futuro totalmente incierto e imprevisible?
– La propia OCDE atribuye a los contenidos conceptuales el riesgo de quedar obsoletos. Las leyes y metodologías que se centren en que los alumnos aprendan contenidos por encima de competencias estarán llevándoles a una desactualización peligrosa. En cambio, preparar a los alumnos para ser personas creativas, con un pensamiento analítico y crítico que les permitan resolver problemas de cualquier índole, así como tomar decisiones basadas en un buen análisis de las consecuencias o prepararles para poder interactuar en equipos, les garantizará saberse enfrentar a un mundo cambiante. La clave está en fomentar su autonomía, frente a la dependencia actual; darles tiempos y espacios para practicar una comunicación eficaz, más allá de alguna exposición oral esporádica; enseñarles a potenciar sus puntos fuertes y encontrar herramientas para mejorar, desde su autococimiento y autogestión, los puntos débiles.
– ¿De qué forma deben estar presentes las TIC en el proceso de enseñanza-aprendizaje?
– Todo recurso puede ayudar si se sabe bien lo que se busca. En este caso, lo fundamental es el desarrollo integral de los alumnos y alumnas. A ello nos ayudan las TIC y a veces un simple lapicero y una servilleta. Es cierto, que las TIC bien utilizadas permiten mejorar los recursos audiovisuales, las posibilidades de recibir y producir información, facilitan el trabajo en red -sin límites de espacio y tiempo-, o permiten personalizar la educación. Sin olvidar nunca, que esto queda sujeto a que el educador sepa hacerlo, o tenga tiempo y medios adecuados para aprender.
– ¿Qué opinión le merece la reforma impulsada por el ministro Wert?
– No recuerdo otra ley que haya suscitado más polémica, desacuerdos y divergencia que ésta. Por lo tanto, si miramos las competencias que he indicado anteriormente, en este caso y partiendo de que los adultos deben dar ejemplo a los jóvenes, creo que no se puede trazar un camino más des-educativo. La imposición con prisas ha llevado a 17 modelos de implantación diferentes en España. Si su intención era unificar algo, ha conseguido la mayor disparidad nunca conocida. En las empresas privadas, cuando algo sale así tiene las consecuencias inmediatas que todos conocemos. En este país todo cambiará cuando los ciudadanos exijan más y claudiquen menos. No debemos olvidar que las leyes las hacen servidores públicos a los que pagamos nosotros.
– ¿Por qué debemos trabajar las inteligencias múltiples en nuestras aulas?
– Por derecho y por coherencia. La brecha entre escuela y vida real es enorme en muchas ocasiones. Un éxito escolar, hoy en día, no tiene en absoluto garantizado el éxito en la vida. Lo mismo ocurre con los fracasos escolares. Esto no quiere ensalzar lo bueno que es tener un fracaso escolar, sino la realidad contrastada de que muchas personas, fracasadas en la escuela, sin embargo han tenido una vidas bien exitosas, o incluso, a ellas debemos grandes avances en ciencia, arte, o cualquier otra disciplina. Ningún niño debe sufrir por la inflexibilidad de una escuela anclada en un modelo trasnochado. Por otra parte, los centros escolares alzan la bandera de la educación integral. Debieran analizar bien a qué llaman educación integral y si el dar una hora a ciertas «asignaturas María», es suficiente para justificar ese adjetivo tan profundo, integral.
– ¿Cómo se puede enseñar a pensar a un niño?
– Hoy conocemos herramientas, estrategias y procesos, así como mucho de lo que ocurre en el cerebro humano. Un educador se enfrenta, hoy por hoy, a una de las profesiones más complejas del mundo por esta cantidad incesante de principios y recursos que debemos aprender para poder ayudar realmente al desarrollo de nuestros alumnos y alumnas. Para pensar con más profundidad y eficacia nos servimos de herramientas visuales, de técnicas que ayudan a los alumnos a tomar las riendas del proceso de aprendizaje o de procesos metacognitivos, por ejemplo. Todo ello requiere, sin duda, de un tiempo; No concedérselo al proceso parece que es «ganar» tiempo, pero a cambio sólo procedemos a una enseñanza superficial que se olvida con la misma velocidad que se adquirió.
– ¿Cómo se debe motivar al alumnado? ¿Y al profesorado?
– El principio más básico para la motivación es el éxito. Nuestra cultura está más centrada en destacar los errores que los aciertos y esto mina las ganas de hacer tu tarea, sea la que sea. La toma en consideración es igualmente un valor de cara a la motivación. Si nos sentimos peones a las órdenes de alguien, y más si se viven como órdenes caprichosas y arbitrarias, entonces el desapego está asegurado. Igualmente es motivador el trabajo hecho en equipo; tampoco la escuela hasta ahora ha primado este tipo de trabajo. Todo, en este país, ha sido demasiado individualista y competitivo.
– ¿Qué tipo de evaluación propugna?
– La que favorezca el autoconocimiento. Para ello son válidas la autoevaluación, la coevaluación entre miembros de un equipo y la evaluación del profesor. No una evaluación sumativa que no garantiza la mejora continua, sino que suma y hace medias. Es muy poco profesional que algunos profesores vean en la evaluación una herramienta para «demostrar su poder». No tiene ningún valor educativo y es fruto de una errónea concepción sobre qué es ser educador. Nadie entrega a un profesor un título de juez. Esta es la peor versión de la evaluación y está en manos de los profesores más mediocres.
– Imaginamos que está a favor de la evaluación externa de los centros, ¿Y de los ránkings?
– Evaluación externa siempre que sirva para lo que dice servir y se desarrolle de forma positiva, sin crear las actuales corrientes en contra; Éstas vienen de la contradicción que se les hace vivir a los profesores diciéndoles que trabajen por competencias, para que luego, en muchos lugares del país, se pasen unas evaluaciones de gran carácter conceptual. Salvando esto, si las evaluaciones me ayudan a mejorar realmente, bienvenidas sean. Para ello deberán contar con recursos asociados a unos planes de mejora realmente eficaces, no sólo papeles escritos. El ránking que mete en una misma lista a centros con realidades totalmente diversas es un enemigo de la mejora. Por otra parte, hay centros que reaccionan para situarse mejor con mecanismos poco educativos, como adiestrar en el tipo de pruebas. Es, a mi perecer, un fruto más de nuestra historia competitiva, en vez de colaborativa. Una red de centros ayuda más que un ránking. El «centro» ganador si es solidario compartirá; si no lo es, irá a lo suyo. Este país está como está, en gran medida, por esa filosofía de vida.
– ¿Desea añadir algo más?
– Es el momento de la revolución educativa, serena, profunda y pacífica. Miles de profesores y centros ya están en el camino. No estaría de más que se eliminaran palos en las ruedas, en vez de poner otros nuevos y, por otro lado, tampoco estaría de más encontrar en todos los agentes sociales mayor compromiso con la educación de nuestros niños y jóvenes. Por último, ningún otro responsable de política educativa en este país debiera asumir el cargo como un «chiringuito» privado. Si no son capaces de pactar sobre educación, no son las personas idóneas para el cargo, sean del partido que sean.
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