Reflexión: La Inclusa o asilo.
Rojo atardecer de aquella otra tarde que se sumaba al estado decrépito de algunas de las personas que deambulaban apoyadas en un extraño carromato.
Al fondo se seguía oyendo el grito desgarrado.
Temían a sus horas de sueño porque no dormían. Ello era la causa y el motivo de su aversión a la noche que, ya se impone.
Se vieron llevados. Se quedaron, dejados y algunos en el olvido de aquellos que, allí los acercaron.
Enclaustrados por haber nacido.
La Residencia:
El sol entre las copas de los robustos álamos que, nombre prestan al edificio que rodean, de impactante fachada. Rompe, sus ya débiles rayos, contra la hilera de grandes pilastras, doce, son doce las que desde su base en tierra a la cima del edificio llegan. Separando el porche con ancho pasillo en semicírculo a modo de mirador hacia el jardín delantero, ya florecido, que, entre la verja de entrada y la puerta principal, recrea y adorna este parque que entre ambas se forma abrazando a la finca que, sobre la cima de una suave colina, se eleva vigorosa y hercúlea.
En forma de aspa que conforman otros tantos pasillos, por aquello de ganar luz exterior al sol y al ambiente agro de campo semi silvestre.
En el cruce de los brazos en aspa, el inmueble tiene todos los servicios: Gym, peluquerías, lavandería, farmacia y servicios médicos, podólogo y un sin fin más de ellos sin faltar una capilla.
Arriates, paratas, alguna fuente ornamental en el plantío del gran patio. Rincones con asientos cómodos y bien situados ofrecen su sombra e invitan al relax. O a meditar gozando de lo que estás pensando de tu reciente pasado… durmiendo terminas sin apenas ayuda de Morfeo.
El gran plantío de árboles y flores y cientos de arbustos que ofrecen su olor. Lo cruza, ascendente, una noble escalera en cemento y piedra y baranda de hierro desde la cancela de entrada, recta discurre, hasta la misma explanada de la puerta principal.
Tres pequeños paseos con sus bordes plantados de árboles de distintas especies cruzan la escalera dividiendo a ésta en cuatro tramos diferentes. Es algo empinada pero muy ornamental, se puede pensar que solo fue ésta la razón de su construcción.
Esta entrada a través de los jardines de este fértil paisaje da la bienvenida a los visitantes. Y a la construcción, aires de nobleza y de importante mansión.
Cuando llegas a su principal entrada, está resguardada y protegida con dobles puertas correderas de gruesos cristales. La mirada se distrae al penetrar. Aquí, un representativo montaje artístico se exhibe nada más entrar, el cual cambia cada estación del año porque a estas va representando según llegan. Ahora emula a la primavera. Su gusto deleita al visitante, que no esperaba lo que ve.
Se abren autómatas aquellas puertas de cristal, y se está ante Recepción, igual a la de cualquier hotel bien “estrellado”. Una señora recepcionista que al llegar te mira y recibe con amplia sonrisa. Amablemente saluda y tras presentarse se identifica como Anabel, la recepcionista. Da la bienvenida, preguntando enseguida en qué nos puede ayudar.
[Continúa la próxima semana]
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Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y
Autor del libro ‘El amanecer con humo’