Ese trotecillo alegre que parece que te ríes…
No quisiera padecer yo la paranoia, tan en boga hoy, de dármelas de entendido utilizando esa endiablada jerga, reservada hasta hace poco a la consulta del psiquiatra. Véanse “La disfunción emocional”, “El gaslighting” (manía de cuestionarse a sí mismo y a los demás) o “El ghosting” (ruptura de los vínculos afectivos) para explicar los males que aquejan a los Centros Escolares en lo relativo a las relaciones de los alumnos, de los profesores o de los padres entre sí.
Adjudicar los sambenitos de bipolar, narcisista y neurótico a los padecimientos que sufre el Sistema Educativo es algo que rechazo. La Pedagogía Andariega no necesita recurrir a semejantes subterfugios para presentarse como Alternativa a dicha precariedad social y afectiva, cada día más insufrible.
Viene a cuento esta perorata, Molinera, como introducción a lo que tanto me ocupa y preocupa: la tan cacareada Educación Emocional. Esa que, impartida por psicólogos “ad hoc”, están pretendiendo implementar en los Centros, como si de una asignatura más se tratara. Dicho de otro modo y para que se me entienda: es como si estos mismos psicólogos fueran a dar charlas a un Centro Penitenciario sobre “La Libertad y Los Afectos que genera” y pensaran los presos: “¡Qué mala leche!”
Leo y releo el libro “Psicopedagogía de las emociones” de Rafael Bisquerra y lo complemento con la charla a la que asistí sobre el mismo tema en un Colegio de la Zona. Y no dejo de hacerme cruces. Y no porque dichas lecturas y charlas no sean curiosas, sino por “a lo que dan lugar”. Que te informen de “La teoría de las inteligencias múltiples” de Gardner, “La teoría triárquica” de Sternberg, “Los modelos “The big five”, o “Las raíces de La inteligencia social” es de agradecer.
También lo es (aunque difíciles de digerir) sus alambicadas explicaciones sobre el contexto en que aparece la Inteligencia Emocional a partir de los modelos expuestos por Salovey y Mayer, Goleman, Bar On…
El capítulo dedicado a “Las Competencias emocionales”, resulta más llevadero, aunque a decir verdad, el apósito de “Competencias”, nos produzca un sarpullido revulsivo a los que como yo, aspiramos a renovar, tanto el campo de la realidad escolar como el semántico. Y es que, cuando te dicen literalmente que “Las competencias emocionales son un concepto en proceso de elaboración y reformulación continua por parte de los especialistas”; y concluyen con que “todavía no hay una delimitación clara sobre lo que son exactamente”, te vienen a la memoria las mil y una legislaciones educativas que venimos sufriendo al albur de la teocrática política del “Ordeno y Mando”.
Leer y repensar cada una de estas competencias resulta todo un periplo angelical por los cerúleos mundos del Sueño Emocional (máximo cuando todos somos testigos del estrés escolar a que están sometidos los alumnos). Gestión del tiempo; Objetivos realistas, Disfrutar los pequeños avances; Autoestima, Ser positivo; Sentido del humor; Mantener relaciones sociales; Evitar dejarnos influir por gente descontenta, insatisfecha, envidiosa, frustrada o egoísta; Escuchar música, cantar y bailar; Fantasear sobre lo que a uno le gustaría hacer, dónde le gustaría ir, con quién quisiera estar; Ser escuchado; Practicar técnicas de relajación, respiración, meditación y control emocional…, -te dicen.
Todo muy bonito, pero ¿te acuerdas, Molinera, lo que me respondieron aquellos niños de Tercero de Primaria cuando les pregunté a dónde iban un sábado por la mañana? -¡A recibir clases particulares de Matemáticas! –me respondieron. Y no sólo esto, que podría resultar anecdótico, sino el ser testigo de la realidad diaria que observamos en los niños cuando les dejan salir media hora… ¡sí, media hora justa! al tan ansiado “Recreo”: ¡Qué gritos! ¡Qué alegría! ¡Qué carreras! ¡Qué felicidad tan merecida y reprimida al mismo tiempo!
No me quiero alargar por mor de resultar pesado. Pero tengo que decirte, Molinera, que detesto estos y otros evangelios programáticos para que los niños sean artificialmente felices…
En uno de los capítulos del citado libro se exponen los Fundamentos de la Educación Emocional y las reseñas académicas que los han de regir: objetivos, contenidos, metodología, materiales de apoyo y, como remate del tomate, pruebas específicas para evaluar dichas emociones, actitudes y afectos de aquellos mismos niños! ¿Qué? ¿Cómo?“¿Qué necesitan mejorar?” “¿Progresar adecuadamente?” Desde luego, concluyo, que entre las Inteligencias Emocional, Artificial y Estúpida sólo hay un paso.
Pero no te equivoques conmigo, Molinera. No critico dicho libro que, a la postre, me ha resultado interesante e ilustrativo. Antes bien quedo muy agradecido a su autor.
Lo que quiero es dejar constancia aquí de las maldades del Sistema Escolar Actual que, a pesar de la buena voluntad de muchos educadores, fomenta la formación de “niños reviejos”, la competencia, el aprendizaje reglado y uniforme o los tiempos de actividad deportiva programados. Todo eso y más, en vez de potenciar la movilidad espontánea y permanente, o la calle como zona preferencial para el desarrollo personal. Condiciones sine qua non para favorecer el aprendizaje experiencial y afectivo en los niños… Todo, digo, con tal de mantenerlos encerrados, controlados, sentados y con la única señal de libertad que entretenerles con las imágenes interactivas, coloristas y maravillosas, pero irreales, de la pantalla del ordenador.
La Pedagogía Andariega tiene mucho que decir a este respecto. Las emociones expresadas por los niños durante estos tres días que hemos permanecido juntos por esos campos de dios, sus escritos, dibujos, canciones, abrazos compartidos, la amistad generada, la autosuperación, la franqueza, el aprendizaje colectivo y solidario, el trato con la gente y sus oficios, el bienestar del profesorado…, dudo que cumplan con los parámetros apocalípticos de aquella ¨Educación Emocional” a la carta.
¿Has notado en ellos alguna de esas tristezas, pesadumbres, estrés, bullying, desesperación, rabia, frustración, homofobia o cualquier otro mal que se diagnostica en tantos colectivos escolares? Nuestra Pedagogía, antes bien, yendo y viniendo, subiendo y bajando, buscando y encontrando, cruzando y escalando, suspirando y consiguiendo…, caminando en definitiva…, de lo que trata, pura y simplemente, es de favorecer el flujo entre niños, profesores, padres y vecinos. En favorecer las imprescindibles Vivencias y Convivencias afectivas y sensoriales a las que estos reclusos, perdón, niños, tienen derecho.
¡Y tú, precisamente, Molinera, con “ese trotecillo alegre que parece que te ríes cuando caminas” juegas un papel importantísimo en el cumplimiento de ese anhelo!
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Isidro García Cigüenza
Blog personal ARRE BURRITA
artífice e impulsor
de la Pedagogía Andariega