Dibujo de Mateo

Isidro García Cigüenza: «Cabronadas. La Andariega, como revulsivo contra el ‘Bullying’»

Quiero denunciar la utilización que se está haciendo de los alumnos a la hora de resolver los problemas de Convivencia que se dan en las Instituciones Educativas, y que sólo ellas generan. Dicho de otra manera: que, bajo el aforismo de “Tutoría entre Iguales” o “Planes para la Convivencia en los Centros Escolares”, se les responsabilice a ellos, precisamente a ellos que lo padecen, del fracaso a que da lugar el Sistema que imponen.

Sugieren como remedio que los alumnos sean “los elementos básicos de dinamización con el fin de cumplir con el objetivo básico de mejorar la integración escolar y trabajar por una escuela inclusiva y no violenta, fomentando que las relaciones entre iguales sean más satisfactorias, orientadas a la mejora o modificación del clima y la cultura del Centro respecto a la convivencia.

A renglón seguido presentan un Plan consistente en que: En Infantil, los alumnos de 5 años tutoricen emocionalmente a los de 3; que los de 5º curso de Primaria lo hagan con los de 3º; y en Secundaria, que los de 2º hagan lo propio con los de 1º”. Y justifican su maquiavélico Plan, echando mano de La Teoría de los Sistemas Ecológicos de Urie Bronfenbrenner; así como de las diferentes corrientes de la Educación Emocional y de la Psicología Positiva.

Todo muy bonito y muy bien pensado ¿verdad?

Ya me imagino, Molinera, que tanto tú como los lectores que nos siguen os estaréis preguntado qué hay de pernicioso en semejantes planes y afirmaciones. Pues muy sencillo: que son esas mismas Instituciones, y los agentes políticos y académicos de que se sirven, los que con el marchamo impositivo de su “Educación Obligatoria” provocan esa violencia que dicen combatir. Porque es encerrando a los niños en Centros compartimentados, sometiéndoles a aprendizajes impuestos y a situaciones evaluadores frustrantes, como favorecen todo lo contrario al auténtico aprendizaje convivencial.

¡Qué mal se llevan los conceptos de “Pedagogía” y “Obligatoriedad” –burrita mía!

Obligatoriedad, por cierto, que, a la postre, sólo da lugar al aburrimiento y a la falta de motivación. Imposiciones que, al ir contra el Aprendizaje Vivencial favorecen, debido a la inmovilidad que provocan, conflictos y situaciones violentas. Conflictos y situaciones que, protagonizados por los alumnos más inadaptados, agreden socialmente a los más débiles con el fin de imponerse. Se trata, en definitiva de ese fenómeno cada vez más extendido y pernicioso que unos llaman “acoso”, otros “bullying” y nosotros, “cabronadas”.

Dibujo de Rebeca

El remedio que aquellas Instituciones Educativas han ideado para paliar la patología que conlleva semejante Sistema, basado como hemos dicho en el aislamiento de la vida de ahí fuera, el aburrimiento, la imposición de contenidos, el sálvese quien pueda y la dejación responsable, no es otro que los socorridos Reglamentos Internos, basados en actuaciones administrativas punitivas que reflejan su talón de Aquiles en el penoso remedio de sancionar, castigar o expulsar a sus causantes. Sanciones y expulsiones que desatienden el sufrimiento de las víctimas y convierten a los causantes en héroes pandilleros.

¿Cómo se puede ser tan grosero al definir esos mismos “Reglamentos de Organización y Funcionamiento (ROF)”, como “El instrumento que facilita la consecución del clima organizativo y funcional preciso para alcanzar las Finalidades Educativas y el desarrollo y aplicación del Proyecto Curricular del Centro”? ¿Habrá más desfachatez que plantear semejante “Remedio” como un mero dispositivo que garantice el que se lleve adelante, sin tropiezos de ninguna clase, un Proyecto Curricular impositivo, ordenado por esa misma Administración Educativa?

¿Y los problemas graves de violencia que genera? ¡Ah –te dicen- para eso están los Protocolos! Protocolos, por cierto, que se pierden un una barahúnda burocrática, en los que las víctimas siguen sufriendo como víctimas, y los verdaderos responsables (políticos, inspección, dirección o tutoría…) aplicando el principio exonerante del “¡Ah! ¡Eso no era cosa mía!”.

No niego la bondad de las iniciativas positivas que favorecen la resolución de conflictos por la vía pacífica y dialogada. De hecho nosotros mismos las venimos practicando a partir de Asambleas convocadas a la sombra de algún árbol, roca o jardín público. Sólo digo que, dado el marco coercitivo en que se producen, aquellas Tutorías y Planes Oficiales, suenan a “música celestial”.

De hecho ¡qué curioso! coinciden con las mismas medidas que se intentan implantar en Centros Penitenciarios. Transcribo textualmente lo que se escribe en el Programa de Convivencia de la Cárcel de Monterroso (Lugo): “Un proceso de comunicación a partir del cual, dos o más partes en conflicto, pueden gestionar sus diferencias, con la ayuda de un tercero imparcial, siendo, dichas partes, las únicas responsables de establecer aquellos acuerdos que satisfagan sus necesidades e intereses, que recomponga la comunicación y que les permita transformar su relación a partir de la gestión positiva del conflicto, siendo ésta un modelo a tener en cuenta en los conflictos que puedan plantearse…”

También aquí se intenta implementar “La Cultura del Diálogo Oficial” y trasladar la responsabilidad de la resolución de conflictos a los mismos presos. También aquí se ponen al servicio de esos mismos “internos” habilidades sociales y comunicativas con el fin de resolver los conflictos entre compañeros… Al final constatamos que, tanto en las escuelas como en las cárceles, como en cualquier otra estancia en las que falta la movilidad, los verdaderos responsables se lavan las manos lanzando balones fuera.

Está claro que los castigos, y menos aún los premios sesgados, no solucionan en absoluto la enfermedad crónica que supone la falta de corresponsabilidad social. Y es que, al final, todas estas estrategias pueden efectivamente tapar o dejar en letargo el conflicto, pero no lo resuelven. Si el mal, como pasa con las zarzamoras, no se elimina de raíz, tarde o temprano, resurgirán con más fuerza.

Un ejemplo frecuente: ¿hay algo que genere más violencia interior, más frustración personal, que, como sucede en las aulas, tachen a unos de “torpes”, mientras se aplaude y agasaja a los “sobresalientes”? Y todo, como resultado de unas absurdas y anacrónicas evaluaciones que nada dicen del bagaje personal de cada uno… A este propósito, y en cierta ocasión, propuse a un Consejo Escolar mostrar su solidaridad repartiendo las notas de los notables y sobresalientes entre los que, por sus dificultades personales, no alcanzaban el aprobado… ¡La que se formó!

Los que llevamos a cabo la Pedagogía Andariega sabemos a ciencia cierta que los niños, y más aún los jóvenes, son hijos de sus circunstancias. Y que es precisamente el Sistema Obligatorio, del “Ordeno y Mando”, el que genera desafecciones, odios y animadversiones en los individuos más recalcitrantes. Y lo sabemos porque, mientras llevábamos clases ordinarias, vivimos y lo sufrimos.

De ruta

¿Qué armonía y convivencia estamos favoreciendo en ese niño, en esa niña que, con tan sólo seis años, se ve aherrojado diariamente con otros veinticinco compañeros en un mastodóntico colegio durante un montón de jornadas y en un aula de tan solo 70 metros cuadrados de superficie? ¡Y así un día y otro día, hasta cumplimentar los dieciséis o diecisiete años de edad!

Es necesario atajar el mal que aqueja a la Educación Reglada. Es imprescindible adecuar los aprendizajes a la propia idiosincrasia humana: la que basa su conocimiento y solidaridad en el hecho de caminar, de indagar, de buscar… “¡Isidro –me dijo una vez un jovencito que se había escapado del cole-, yo no he sido quien se ha fugado…; han sido mis piernas, que no podían pararse!”

¡Y es que, padres, maestros, pedagogos, políticos y sociedad en general: nuestra constitución física y mental está hecha para caminar! Nuestras relaciones sociales están basadas en superar interrogantes y dificultades sobre la marcha… Es ahí, en el camino que conduce hacia la necesidad de hallar respuestas, donde las personas intercambiamos conocimientos, intereses y amistades. Es ahí, en el camino, en la calle… donde las personas nos mostramos como somos. Es ahí donde…, si el educador sabe observar, conoce a sus muchachos; donde se aprecian las relaciones sociales que existen entre ellos y se muestra la solidaridad o el egoísmo en su punto álgido. “Arrieritos somos –dice un refrán, advirtiendo de las consecuencias de la falta de cooperación entre iguales- y en el camino nos encontraremos”.

¡Dejemos que los niños vuelen! Dejemos que desarrollen sus capacidades, conocimientos y aprendizajes a partir de los sentidos, las habilidades y los dones que la Natura ha tenido a bien concederles. ¡Tengamos paciencia con el desarrollo de sus aptitudes (todas las habichuelas que sembramos hace quince días no nacieron al mismo tiempo…)!

¡Dejemos paso, en definitiva a la Pedagogía Andariega! Pedagogía que, se muestra como la mejor medicina, y en su caso cirugía, contra la violencia en las aulas. ¡Los niños y jóvenes, lo constatan y nos lo demuestran de continuo!

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Isidro García Cigüenza

Blog personal ARRE BURRITA

artífice e impulsor

de la Pedagogía Andariega

 

Isidro García Cigüenza

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