El presidente de esta asociación de padres especifica que ‘eligió’ este centro por las buenas instalaciones y también porque la ratio de estudiante y profesor es muy buena. «Mi hijo está en clase con otros diez alumnos más», especifica. Son sólo algunos de los razonamientos que esgrime este padre preocupado por la educación de sus hijos.
Un padre implicado, si bien, lamenta que la participación de las familias como en la mayoría de los centros educativos es poco representativa. En la asociación están unos treinta socios, «aunque cuando los padres tienen algún problema vienen a pedir ayuda». Hay alumnos de más de una decena de países.
El menor número de socios no merma las ganas de estos padres por participar en la vida del centro. Por eso, la directora del centro de educación Infantil y Primaria Gallego Burín, Mª Paz Gómez, dice que la relación con el Ampa es «magnífica. Tenemos el apoyo de los padres en todas las actividades que organizamos. Ese es un privilegio de este colegio porque contamos con el apoyo de los padres para todas las actividades que programamos». Por otra parte, este centro está muy integrado en el barrio en el que está instalado, el Zaidín. La asociación de vecinos le ha entregado el ‘Gorrión de plata’.
Este centro es uno de los ejemplos de los que trabajan mano a mano familias y docentes. Ambos colectivos tienen grandes retos en este siglo XXI. Lo tienen en reglamentos como el que regulará la nueva ordenación de los centros y también en dar respuesta a las necesidades y nuevas exigencias educativas.
Así, uno de los retos actuales de la educación es dar respuesta a las demandas del siglo XXI. La sociedad actual se caracteriza por su pluralidad y sus continuos cambios. Por tanto, «debemos caminar hacia un modelo educativo que permita a los niños y niñas hacer frente a dichas demandas». Desde diversos organismos internacionales se apuesta por una educación no tan centrada en aprendizajes concretos que pueden quedar desfasados en un corto espacio de tiempo, sino en adquirir conceptos básicos que permitan seguir aprendiendo a lo largo de la vida.
La escuela «debe comprometerse» en facilitar una educación de calidad con equidad. Para ello se debe partir de la singularidad de cada alumno o alumna, de sus rasgos diferenciales y guiarle en el aprendizaje para que pueda conseguir los objetivos educativos propuestos. La atención a la diversidad sigue siendo un reto organizativo y curricular, en el que la escuela en su conjunto, con los recursos humanos y materiales necesario debe dar respuesta a las características diferenciales de su alumnado.
Las transformaciones sociales que se han venido produciendo desde hace años en Andalucía han contribuido también a la formulación de un nuevo concepto de escuela, aquella que se basa en la calidad de la enseñanza y en la integración intercultural para un alumnado cada vez más diverso.
Esta nueva escuela debe contar, entre sus elementos fundamentales, con una buena dosis de capital social, debe contar con la participación de todas las familias en la elaboración de los proyectos de centro, en la realización de las actividades extraescolares, en la consecución de un clima de convivencia, de respeto y de tolerancia capaz de construir un punto de arranque para la promoción social efectiva de todos sus alumnos en busca de una sociedad más justa y más solidaria.
En esta línea, se recuerda que «las familias deben trabajar por una comunidad educativa que tiene su referente en el alumnado, y donde profesorado, familias, agentes sociales e instituciones, medios de comunicación, entre otras entidades, se conviertan en ejemplo de actuación coordinada por un mismo fin».