Luis García Montero y Álvaro Salvador, en 1981
Hace unos días IDEAL se hacía eco de una noticia de esas en las que la gente vota en una encuesta, nada científica, pero suficiente para alegrar el corazón de los granadinos: Granada era proclamada la ciudad más bonita de España. Se trataba de una votación promovida en Twitter por Relatando Historia, donde casi 80.000 votantes prefirieron a Granada frente a Sevilla en la gran final.
Granada es el orgullo de los granadinos y despierta admiración en los visitantes. Una ciudad que lo reúne todo, o casi todo, pues no siempre los índices socioeconómicos están a la altura de su valor patrimonial y su proyección cultural. El recordado profesor Nicolás López Calera, en las postrimerías del siglo XX, nos regaló un precioso ensayo: El ser granadino, pródigo en reflexiones sobre los habitantes de una ciudad marcada por la historia. Refiriéndose a la praxis granadina y su hacer negativo venía a decir: “La historia del granadino siempre es lenta. Es la parsimonia granadina. El granadino no suele tener prisa”, ni siquiera cuando puede hacer ‘buenas obras’.
A la vuelta del verano iniciamos un nuevo curso escolar, social, político y cultural. Si el calor antes no nos ha derretido el cerebro, habremos de estar despiertos para que la entrada del otoño venga acompañada de aires renovados. Cada vez estoy más convencido de que el año nuevo, cuando emitimos los mejores deseos y hacemos elogiadas promesas de cambio, no empieza en enero, sino en septiembre. Cuando nos desperezamos de la modorra del estío y hacemos planes para volver a las rutinas aplazadas con ánimos remozados, y superar pronto ese constructo psicológico que llamamos síndrome posvacacional. ¡Y qué mejor que la cultura como imprescindible aliciente!
Granada, ciudad donde la cultura es eje vertebrador de su vida, suele ofrecer suficientes acicates para afrontar la nueva estación meteorológica con la ilusión de transformar la tristeza y la melancolía, achacables al otoño, donde la naturaleza se viste de ocres, pardos y rojos, en tiempo de reflexión y mirada interior, capaz de aglutinar tantos estímulos visuales y emocionales para despertar en nosotros un cúmulo de ensoñaciones que calmen nuestra alma. Mucho más, si acaso, que el instante de nostalgia por el amor alejado, en ese “otro otoño triste” que “ha llegado sin ti”, del que hablaba Miguel Hernández, cuando idos los días cálidos, también se fueron “los momentos que a tu lado viví”.
El otoño en Granada alumbra importantes eventos culturales, algunos con una preciada tradición. La ciudad se llena de jazz, conciertos de música clásica, teatro, feria del libro antiguo, novedades literarias, exposiciones de pintura… y poesía. La tradición poética de nuestra ciudad ha marcado tendencia a lo largo del tiempo con enormes poetas: Soto de Rojas, Ángel Ganivet, Luis Rosales, Federico García Lorca, Elena Martín Vivaldi, Rafael Guillén, Javier Egea, Antonio Carvajal… La última gran presencia granadina en la poesía española viene de la mano del movimiento la ‘Otra sentimentalidad’, de tanta influencia en el devenir poético español en las últimas décadas.
Llega septiembre y, cada martes, el Ateneo de Granada ofrecerá a la ciudad el mejor evento poético con el ciclo ‘Poesía en el Jardín’. En colaboración con el Centro Andaluz de las Letras, esta XIII edición presenta un programa que rendirá homenaje, en su 40 aniversario, a la ‘Otra sentimentalidad’: Ángeles Mora, Luis García Montero, Teresa Gómez, Antonio Jiménez Millán y Álvaro Salvador; además de Benjamín Prado y Francisco Díaz de Castro. A la poesía se unirá la música, con preciados acompañamientos musicales en cada velada.
‘Poesía en el Jardín’ inaugura desde hace trece años la temporada cultural de Granada. En esta ocasión el espacio elegido para los cuatro recitales es el jardín del Cuarto Real de Santo Domingo, gracias a la colaboración del Ayuntamiento de Granada. Hasta ahora la sede había sido el jardín de la Casa de los Tiros. ‘Poesía en el Jardín’ es la gran apuesta cultural del Ateneo, sin menoscabo de la ingente actividad cultural que despliega esta institución a lo largo del curso académico. Este año coincide con la grata noticia de la concesión al ciclo del premio y mención especial de la Federación de Ateneos de Andalucía, en reconocimiento a su encomiable trayectoria en el panorama cultural de Granada y, por extensión, de Andalucía.
La cultura en Granada tiene que seguir creciendo en extensión y calidad, donde todos los agentes que intervienen en su promoción remen en favor del interés general de la ciudad. Siendo la cultura uno de sus grandes patrimonios, el más notable diría yo, no debemos descuidarla. Sabemos que Granada es la ciudad más bonita de España y un referente nacional en cultura, todos los esfuerzos que hagamos serán pocos para seguir fortaleciendo este bien común. Si la historia del granadino, como decía López Calera, es lenta y no suele tener prisa, quizá haya que añadir algo importante: la unión de fuerzas para que la cultura resplandezca. En esa apuesta está el Ateneo de Granada, su espíritu de colaboración con las demás instituciones públicas y privadas siempre está presente.
Queremos que el otoño sea algo más que ese barco que navega “con abrigos, silencios y paraguas, / sobre los parques y las arboledas”, como lo definía Luis García Montero en su poema Otoño, queremos que el otoño haga latir la cultura en Granada, que la melancolía la impulse en beneficio común, no en patrimonio de nadie, y sea el alimento del espíritu que nos haga más libres.
(*) Este artículo de Antonio Lara Ramos se ha publicado con anterioridad en la edición impresa de IDEAL, correspondiente al miércoles, 30 de agosto 2023, en la sección Culturas