Alrededor de Granada,
asombrada de choperas,
se derrama como el agua,
por todas partes, la Vega.
Y en la Vega granadina,
testigo de tantas gestas,
vino a nacer en buen día
un excelente poeta.
Federico era su nombre,
Fuente Vaqueros, su tierra.
la fecha, un cinco de junio
de un año con grandes pérdidas.
Su padre, don Federico,
su madre, doña Vicenta,
él, próspero agricultor.
ella, maestra de escuela.
Federico García Lorca,
el mayor de cuatro hermanos,
Concha e Isabel, las dos niñas,
el otro varón, fue Paco.
Su maestro, don Antonio,
liberal republicano,
vio que el pequeño tenía
el agua y fuego en las manos.
La madre, doña Vicenta,
siempre le andaba enseñando
coplas y juegos antiguos
que el niño oía embobado.
Pasó los primeros años
entre su pueblo y el campo,
la mitad de juego en juego
y la otra mitad, soñando.
Soñando que era poeta
y que mecía en sus brazos
el duende de la poesía
envuelto en pañales blancos.
Soñando con el Camborio,
soñando con el Amargo
y soñando con Estrella
que le olía el pelo a nardos.
Fascinaba a Federico
el mundo de los gitanos
que cruzaban los caminos
durmiendo en sus carromatos.
Para el niño Federico,
las gitanas y gitanos,
eran princesas y reyes
y sus carretas, palacios.
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Profesor jubilado y escritor, autor de
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