Cuadro de Ferrer Dalmau titulado ‘Calderote’ sobre la Primera Guerra Carlista ABC

España, un fracaso político (1/5)

Cap. I.- Literatura y sociedad. Primera Guerra Carlista

De todos es sabido que la literatura de imaginación y de creación están íntimamente relacionadas con la sociedad en la que fue escrita y a la que va destinada; por esto los acontecimientos históricos que se suceden dentro de un determinado marco social, tienen su correspondencia con las situaciones y con las concepciones de vida que cada autor tiene según sean sus valores o ideales. Y así, de esta manera, si se hablara, por ejemplo, de los autores más representativos del romanticismo español, nos encontraríamos con autores con formas diferentes de interpretar su propia vida en el momento concreto que les tocó vivir la realidad de su tiempo. A grandes rasgos, podemos decir que si dirigiéramos nuestra mirada exclusivamente hacia la obras del movimiento literario referido anteriormente, sus autores quedarían alistados en dos grupos: el primero abarcaría a los románticos liberales moderados o pragmáticos y, el segundo, románticos liberales exaltados o revolucionarios. Entre los primeros encontraríamos nombres como Martínez de la Rosa o, quizá, Ángel Saavedra, Duque de Rivas y, entre los segundos, se encontrarían Espronceda o, tal vez, Larra.

Esto, no obstante, no quiere decir que esta línea divisoria que hemos marcado sea estricta y no existan territorios intermedios o fronterizos entre unos y otros, ni siquiera que las adjetivaciones que les hemos aplicado a los escritores románticos liberales españoles sea la más precisa. Es más, parece excesivamente complicado entender que el movimiento romántico español tenga mucho que ver con el movimiento romántico europeo. Y es que, como diría J. P. Sartre, «la literatura de una época es la época digerida por la literatura».

Jean-Paul Sartre ::ABC

Por otro lado, sería conveniente reseñar, igualmente, cómo la sensibilidad literaria ha precedido y precede a los acontecimientos históricos. R. M. Albérès diría al respecto: (…) «Y es quienes hacen literatura presienten, el tiempo que va a hacer mañana, el viento moral o inmoral que va a soplar, los huracanes de la historia (…)». Más aún, la obra literaria, incluso, puede discurrir por los aparentes cauces de la fantasía para anticiparse a una realidad futura como son los caso de los novelista ingleses George Orwell con su obra 1984 o Un mundo feliz de Aldous Huxley. Por tanto, se hace necesario prestar atención al ambiente social e histórico en que se produce el universo creativo de cualquier autor, pues incluso Freud puso de relieve, con su obra El malestar en la cultura, como la realidad social y cultural desempeñan un papel capital en el foco de la creación literaria o artística. Por tanto, tendremos que colegir que el marxismo, el existencialismo y el psicoanálisis tienen un eco muy importante en la creación literaria.

Así que, me he permitido elaborar una breve incursión por la sociedad española desde principios el siglo XIX hasta nuestros días, sin aspiraciones de hallazgos históricos, pues tan solo tienen como objetivo el ofrecer a IDEAL en clase una serie de datos de referencia, que no deberían quedar reducidos a un mero registro de nombres y fechas, sino que lejos de ello, estos capítulos, que vamos a presentar a través de cinco entregas, solamente pretenden significarse como una sucinta información a lo que hemos vivido a lo largo de nuestra historia contemporánea, que ha sido siempre el relato de su fracaso político.

Primera Constitución Española ::IDEAL

Así pues, comenzaremos diciendo que las ideas liberales, formuladas a finales del siglo XVIII y el aparato propagandístico que acompañó a los ejércitos napoleónicos a principios del S. XIX culminaron con la aprobación de la primera Constitución española, redactada en Cádiz durante la ocupación francesa por la primera Asamblea Constituyente en 1812. La invasión napoleónica avivó la conciencia nacional y la lucha antifrancesa consiguió la adhesión de las masas al tradicionalismo y acatamiento arbitrario al poder de la monarquía. Y así, el regreso de Fernando VII en 1814, después de un exilio infamante, fue saludado con el grito de «vivan las caenas». Estaba claro, los conceptos de la Constitución no solo se anticiparon mucho a su tiempo, sino al espíritu de la opinión del pueblo. De ahí la gráfica frase de Marx: «en Cádiz ideas sin actos; en el resto de España, actos sin ideas»

La ciega obediencia al nacionalismo y al casticismo de los españoles llevaron consigo el exilio de un sinfín de liberales por el inconformismo de estos ante una sociedad burguesa con cuyos valores estaban en desacuerdo y en donde el sentimiento de insatisfacción social no cejaría hasta que en 1833 muere el rey. A partir de aquí, el conflicto se hizo inevitable.

Isabel de Borbón y Borbón junto a su madre Isabel II (1852), por Francisco Javier Winterhalter (Palacio Real de Madrid).

Su hija Isabel de Borbón y Borbón (Isabel II), aún muy niña, vio disputado su derecho al trono por su reaccionario tío D. Carlos María Isidro de Borbón – defensor de la monarquía absoluta -, quien no reconocía el derecho al gobierno de la mujer; es decir, la sucesión femenina al trono. Sin embargo, los liberales pragmáticos se aliaron a su causa, representada por la regencia de su madre María Cristina de Borbón-Dos Sicilias (cuarta mujer de Fernando VII), que tuvo que hacer frente a la primera guerra carlista, que iba a durar hasta 1840. Para mantener la guerra contra la insurrección carlista Mendizábal, ministro liberal, puso en circulación más de la mitad de las propiedades tanto eclesiásticas como civiles en España (1835). En esencia se produjo la incautación (nacionalización) por el Estado de bienes pertenecientes en su gran mayoría a la Iglesia y a los municipios y que luego fueron vendidos en públicas subastas.

[Continua]

Pedro López Ávila

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