Unicornio entre choperas

El relato del domingo, por Pedro Ruiz-Cabello (6): El unicornio

Yo vi un unicornio en la vega. Un día, cuando regresaba de un paseo, a la entrada de una chopera, oí un ruido extraño que me alertó un poco; me pareció desde el principio que era el galope de un animal; pensé, enseguida, en un caballo suelto, en el mulo de algún labrador al que se le hubiera escapado o incluso en un toro bravo, aunque esta posibilidad era bastante remota.

Yo no tengo miedo de los animales, pues me he criado con ellos desde pequeño, `por lo que continué andando. Me quedaba como un cuarto de legua para llegar al pueblo del que había partido a las cuatro de la tarde, casi recién terminado de comer. Hacía un día espléndido de primavera, con un cielo claro, sin ninguna nube. Un sol brioso derramaba sus rayos por los campos. Anduve un trecho largo, sin que volviera a percibir el ruido de antes. En aquella parte de la vega no había entonces nadie. La chopera era extensa; calculé, por la anchura de los troncos de los chopos, que había sido plantada hacía siete u ocho años. El camino por el que iba cruzaba por medio de ella. Andaba a un ritmo regular, con pasos más bien largos. Al llegar a un sitio en el que había mucha maleza oí una especie de chasquidos, tras los cuales vi cruzar entre los chopos, a no mucha distancia, una figura extraña. Era de color blanco, parecida a un caballo. Sorprendido por la visión, me paré. Había cruzado tan rápido que en pocos segundos dejé de verla, aunque estaba seguro de que no era una alucinación. Igual que antes, seguí caminando, esta vez con pasos más cortos, atento a cuanto pudiera suceder a mi alrededor. No me había alejado mucho cuando volví a oír los mismos chasquidos, tras los que surgió la misma figura. Era, en efecto, una suerte de caballo blanco, con las crines doradas; me di cuenta, además, antes de que desapareciera de mi vista, de que tenía un cuerno también dorado en medio de la frente. Había pasado como a unos cincuenta metros de donde yo me encontraba. Era un unicornio, según las descripciones que de tal ser fabuloso figuran en los libros. Me quedé parado, completamente sorprendido de tan inusual aparición; pensé que podría ser portador de un mensaje que yo debía adivinar. Durante unos segundos nada se oyó, hasta que se hizo presente de nuevo ante mí, ahora como a veinte metros. Iba más despacio que las otras veces, por lo que pude verlo mejor. Era de un blanco refulgente, de una gran elegancia. Por un momento me miró; tenía los ojos negros, de una belleza que no es propia de un caballo; su expresión era tranquila, bondadosa. Yo no sentí pavor; lo consideré entonces como algo natural. Quien lea esto pensará que es un sueño que tuve o que se trata de un suceso inventado por mí; pero doy fe de que no es así, de que fue un hecho real, de que en la vega hay un unicornio muy parecido a los que se describen en las leyendas. No lo he vuelto a ver; he pasado muchas veces por aquel camino que atraviesa la chopera, pero no se me ha aparecido más, quizá porque se aparece en la vida de los hombres solo una vez. Todo ha cambiado para mí desde entonces; ahora creo que existe un mundo fantástico, un mundo que se puede hacer realidad en cualquier momento, quizá cuando menos se espere.

Pedro Ruiz-Cabello Fernández

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