“En esta noche clara de inquietos luceros
lo que yo te quiero te vengo a decir,
en tanto que la luna extiendo en el cielo
su pálido velo de plata y marfil.”
(Rondalla,Alfonso Esparza Oteo)
Una de las experiencias más hermosas, que tuve la ocasión de disfrutar durante los siete años que residí en Granada, consistió en observar y, a la vez, disfrutar del otoño en Granada y constatar que dicha estación le sienta muy bien a la ciudad de la Alhambra. Jamás podré olvidar los colores amarillentos y ocres que, por estas fechas, revestían a la ciudad más hermosa del mundo, alfombrando con oro vegetal el suelo de los parques porque el follaje su existencia iba caducando y así los árboles, desnudos y estériles de fruto, permanecen a la espera de su renacimiento con la llegada de la temprana primavera.
He de confesar, amables lectores, que mi estación favorita es el otoño, por eso no me sorprende nada, que Vivaldi se rindiera al mismo igual que se rinden a la ciudad otoñal los poetas granadinos y aquellos que cantan versos, los tunos, cuán juglares en pleno siglo veintiuno, que también doran sus becas, para cantarle poemas a la Granada enamorada al celebrarse en ella la trigésimo tercera edición de su certamen nacional.
Es tradición establecida y costumbre arraigada que las tunas universitarias, bien sean colegiales, distritales o, en el caso que nos ocupa, facultativas celebren anualmente su certamen -también llamado circuito- nacional en una de las ciudades cuya universidad o universidades participan en el mismo y están integradas dentro de éste. En esta ocasión, durante el segundo fin de semana del mes de noviembre del corriente, Granada ha acogido el XXXIII Certamen Nacional de Tunas de Medicina siendo los “medicinantes” granadinos los anfitriones de lujo que sus hermanos tunos malagueños, pamploneses, valencianos, sevillanos, pacenses, madrileños y alicantinos, así como sus ahijadas de la Tuna Femenina de Medicina de Granada, han tenido durante su estancia en la capital nazarí. Convendrán conmigo, queridos lectores, que esta receta contiene todos los mejores ingredientes para elaborar un plato delicioso. Por supuesto, así es, y, es más, me puedo permitir el lujo de afirmarlo categóricamente y sin riesgo de yerro porque teniendo en Granada: otoño, tuna, música, cerveza alhambreña y buenos caldos, alpujarreños o del altiplano, para así realizar un buen maridaje, el éxito está garantizado.
De esta forma, mientras que los estertores del día se manifestaban durante el ocaso y la luna hacía su pletórica aparición en escena tras el nacimiento de la noche, comenzaban a escucharse, a lo lejos, allá, en el horizonte, los sones de la tuna que eran traídos por el viento de Sulayr. El mismo soplando a barlovento y recogiendo las cintas de la capa por sotavento, mientras en una guitarra suenan viejas canciones que componen la banda sonora de nuestra España, aquella de memoria antaña sobre grandes gestas e incólumes hazañas, en la que otrora se tornara como el Imperio donde nunca se ponía el Sol, el conocido por todo el mundo, desde uno a otro confín, como Español.
Los tunos medicinantes en la granadina Madraza fueron a citarse, pero antes de presentarse, aclararon las voces en “Castañeda bodega”, con el firme propósito de pasar por las calles con gatos cruzándose de un lado a otro para acudir, raudos, prestos y veloces, a rondar en el balcón a toda “fermosa mujer lozana e rica hembra”, que al mismo se asomara sonriendo, para así tornarse en destinataria de una epístola trovada que de viejos amores trataba. En una “noche clara de inquietos luceros…,” cuando venía a cantar la rondalla a las puertas del palacio, donde diferentes lenguas se hablaban como si de Babel la torre se tratara, por una arcada de columnas ducales anclada se colaban los amores fugados mediante la letra de estudiantiles sones. Puentezuelas se convierte en arroyo de canciones, que la tuna marca con su sello, escuchando de la estudiantina sones alicantinos, que invitaron a la Tuna Femenina de Medicina de Granada a cantar una canción junto a ellos en esta preciosa “noche de ronda”, madrileños, pacenses, sevillanos, valencianos, pamploneses, malagueños -siendo los invictos rondeños- y granadinos. Una vez finalizados los dos primeros lances, los tunos, guitarra, laúd, acordeón, pandereta o bandurria en mano, a la conquista de los bares se arrojaron cantando. No obstante, para los granadinos el mercedario “cebollazo” siempre será entrañable pues el mismo nos recuerda a nuestro entrañable Pepe, que de Dios su santa gloria halle, puesto que su memoria siempre en el interior de nuestro corazón mora al abrigo de nuestra beca y jubón.
Al día siguiente, cuando los primeros rayos de sol comenzaban a acariciar a la Alhambra mientras la Vela campaneaba, algo hacía presagiar que los tunos madrileños honrarían a su patrona, Nuestra Señora de la Almudena, alzándose invictos como ganadores del certamen sobre las tablas escénicas del teatro municipal isabelino que conmemora la memoria de su católica majestad.
Tras el buen yantar y el mejor beber, asuntos estos en que los tunos están más que versados, a la hora vespertina de la calenda nona ante decembrina, paulatinamente los estudiantes se fueron dirigiendo a los camerinos del teatro isabelino. Con un encomiable aforo, puesto que estaba casi completo, siendo su beneficio para la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) que es tan necesaria para la sociedad como beneficiosa. La Tuna siempre mantiene en su idiosincrasia el carácter benéfico, es decir, el mismo carácter solidario que poseían originariamente aquellas estudiantinas y tunas decimonónicas cuando se conformaban para salir a postular por las calles de sus respectivas ciudades universitarias.
A primera hora de la tarde, el teatro “Isabel la Católica” levantaba su telón, mostrando en el interior de su escenario a la Tuna Femenina de Medicina de Granada, que es ahijada de su veterana homónima masculina, abriendo el certamen como tuna invitada siendo la segunda vez que una tuna femenina actúa en escenario dentro de su circuito nacional natural puesto que la primera, al menos que tengamos constancia, fue en Barcelona, durante su vigésimo octava edición, allá por el año 2017. Otro techo de cristal más que, estas juglaresas granadinas, poco a poco, se han atrevido a derrumbar. Que la tuna femenina es un valor en alza queda fuera de toda duda y ellas lo demuestran en cada ocasión que hacen tuna. Así, de esta manera, aseguran el futuro y la pervivencia de esta importante institución estudiantil, la Tuna, que evolucionando según el signo de los tiempos cada día es más señera, popular, alegre y goza de más fortuna. “Si la tuna femenina no existiera, habría que conformarla”, siempre he pensado de esta manera, y cada día que pasa por el capricho de cronos ejercido sobre el tiempo, más me reafirmo en dicho pensamiento. Las chicas de la tuna femenina realizaron una actuación memorable, quedando para los anales de su intrahistoria, la gloriosa página que han escrito para Granada y su interminable historia. ¡Enhorabuena!
A continuación, subió al escenario la tuna más tuna de todo el evento tunantesco, la de Medicina de Málaga, que con sus aires mediterráneos hicieron las delicias del respetable con aires picassianos, recordándonos a Málaga la bella cuando ésta ronda por la calle Larios, Teatinos o La Alameda.
Seguidamente, tomaron el relevo los tunos llegados del antiguo Reino de Navarra, protegidos por San Fermín puesto que cada mes de julio a él vienen, con sus corazones fuertes y nobles, entonaron los más tunantescos sones con acentos norteños logrando el aplauso enfervorecido del público allí congregado tras el soniquete logrado.
En cuarto lugar, proveniente de la ciudad del Turia, la Tuna de Medicina de Valencia llegó, precisamente, en un momento y tras unas trágicas circunstancias acaecidas en esta provincia, así como las sucedidas en Albacete y Málaga, su actuación fuertemente aplaudida y reconocida resultó.
Acto seguido, la Giralda comenzó a campanear anunciando la entrada de la Tuna de Medicina de Sevilla en la ciudad de Alhambra, contestándole la campana de la Vela para darle la bienvenida a la capital nazarí a la medicinal tuna que provenía de la capital de Andalucía. Curtida en mil lances de amores, vagabundeando por Santacruz va en busca de sus hermanos de Filosofía para compartir con ellos la otra noche de gran sevillanía; sin embargo, aquello que pudiera parecer algo perentorio, no le busquemos más nombre pues en Sevilla no tiene otro que la noche del Tenorio. Pero no finaliza aquí la cosa, puesto que al mes siguiente todas las tunas sevillanas rondan al más puro e inmaculado corazón durante una vigilia donde la canción se hace plegaria y oración porque es para Nuestra Madre María Purísima de la Inmaculada Concepción. Sin embargo, en Granada la voz del tenor sevillano quedose sola en el escenario pues era tan arrolladora que a los corazones emocionó y las lágrimas de su enamorada arrancó.
De esta forma, alcanzamos el ecuador de la jornada con una tuna pacense, llegada desde tierras donde la vida se torna en extrema y dura, hasta la reina mora de la Alhambra, que lleva por bandera su propia capa. Sonó en toda Granada su canción desde uno al otro confín. No hallaremos más explicación puesto que aquella estudiantina que sonaba como si hubieran amplificado su altavoz era la Tuna de Medicina de Badajoz.
A continuación, llegados desde la Villa y Corte de Madrid, es decir, desde la capital del Reino de España hasta la del Reino Nazarí de Granada, los medicinantes autónomos se alzaron con la victoria en el certamen. Sobre el escenario isabelino sus instrumentos sonaron como si fueran de los ruiseñores sus trinos. Los gatos no lo pusieron fácil a los miembros del jurado, que estaba compuesto por un tuno beethoveniano, una tuna virreinal de ultramar, más aquellos que en su mano asen la batuta al mando de orquestas granadina y bastetana, pero finalmente fallaron a su favor haciendo que el gato proveniente de Ursaria fuera ganador.
Cerrando el concurso y actuando en penúltimo lugar, desde tierras alicantinas, aquellas donde la voz es suavizada por la brisa de la mar, a los gallos cantar en una mañanita de San Juan, los ecos mediterráneos hasta en Sierra Nevada se pudieron escuchar. El metrónomo de esta tuna es su pandereta pues marca los tiempos al compás de los latidos del corazón para que todo suene acompasado y a la perfección.
Y para finalizar, en último lugar, al escenario la tuna anfitriona, Medicina de Granada, que cuenta con un más que considerable número de hermanos tunos entre sus filas, sobre todo, desde que la gran mayoría de los antiguos tunos colegiales del Mayor de Loyola se integraran en la misma tras el ocaso de dicha institución colegial, se quiso asomar. Sin embargo, con el ánimo de evocar la memoria de antaño, cuando las tunas colegiales en la Granada universitaria florecieron como amapolas en el campo, la antigua Tuna del Colegio Mayor Loyola realizó una canción sola como prolegómeno de su benefactora. Por lo tanto, una década después, tras el silencio y la ausencia, los antiguos colegiales ignacianos quisieron cantar a Granada para despedirse de ella formalmente y como Dios manda. Fue tal la emoción, que hasta lograron adentrarse en los entresijos de un corazón, tuno el mismo rodense y andaluz, en cuyo jubón vistan dos colores la verde oliva de Loyola y el amarillo galénico de Hipócrates, que, por caprichos del destino, en esta ocasión, obligado a ausentarse de la ciudad de la Alhambra se vio. Pero esta despedida sólo fue un adiós porque los ignacianos no pueden ausentarse nunca si la cita es para rondar a la Virgen de las Angustias.
Acerca de la Tuna de Medicina de Granda, que ejerció de anfitriona, poco más se puede decir, pues es un pilar básico en el mester de tunería no sólo en la capital granadina sino para toda Andalucía. Pero sus éxitos no sólo se circunscriben a nuestra región, sino que son como el lema publicitario de una conocida marca de cerveza y muy arcangélica ella: “donde va, triunfa”. «Y para muestra un botón», reza un viejo refrán, por ejemplo, en el año 2018 se alzaron invictos en el certamen medicinante, que en aquella ocasión se celebró en Salamanca, por lo que voy a reproducir las más que acertadas palabras que para ello, hace un sexenio, la Dra. Mochón plasmó en una carta al Sr. Director de IDEAL: “El teatro de la Plaza de Santa Teresa y todos los allí presentes fueron testigos de un momento mágico cuando se abrió el telón con la ejecución de la melodía de una delicada caja de música para, poco después, dar paso a decenas de voces e instrumentos dispuestos a interpretar cada obra musical, cada melodía, cada nota, cada matiz. Granada estaba sobre el escenario. Espléndida interpretación donde cada instante estuvo circundado de emociones y sensaciones indescriptibles que aquellos tunos fueron capaces de transmitir.” (Dra. Doña Sol Mochón Benguigui, dixit). Cuando visitaron la Villa y Corte de Madrid también dejaron huella pues esta tuna, que pareciera ir guiada por una estrella, siempre imprime su sello, no le busquemos contradicción alguna es simplemente arte, pasión y todo aquello que sea bello. Lo mismo ocurrió en Badajoz y Sevilla, como si se tratase de una celestial audición, mientras Apolo tañía su Lira, Euterpe cantaba y Santa Cecilia el órgano tocaba, la Tuna de Medicina de Granada los corazones de las muchachas conquistaba.
Además de todo esto, jamás dudaron ni un instante, cuando unas bellas jóvenes se les acercaron para compartir con ellos una preciosa idea, tan innovadora como a la vez rompedora y novedosa, consistente en que esta veterana tuna apadrinase a una homónima femenina -durante un primer período de novata, naturalmente- y que hoy se ha convertido en una más dentro del orbe tunantesco universitario nacional. He querido destacar este aspecto porque me parece muy importante el hecho de que los tunos medicinantes dieran patrocinio con su beca a las ilusiones de unas zagalas, que vestir el jubón pretendían, ejerciendo el mester de tunería en noches de luna y tuna, y en días de parche y pasacalles. Lo han conseguido, por supuesto, y sin hacer ruido, tan sólo con su esfuerzo, tesón, tenacidad, empecinamiento, trabajo, dedicación…, y buen hacer. Por lo tanto, han logrado crearse su hueco en el orbe tunantesco andaluz y español brillando con propia luz y siendo para sus padrinos el mayor orgullo que puedan sentir dentro de su interior cuando más brilla el sol.
Una vez finalizado el certamen, en el interior del monumental teatro municipal “Isabel la Católica”, el respetable se volcó en aplausos y parabienes, donde la Tuna, una vez más, se mostró más solidaria que nunca. Llegó la hora de festejar en los bares granadinos los éxitos cosechados y el momento vivido, pues también era de recibo vestir de oro los jubones de “Blandito”, “Pym Flako” y “Moranquito”, después de que dicha trinca las aguas bautismales recibiera tras haberse curtido en miles de batallas; ya se han doctorado puesto que ahora son tunos veteranos. A la par de ello, otro hecho importante acaeció en la tuna medicinante granadina al ser “el látigo del jefe arrojado por el sumidero” y de esta forma un nuevo relevo generacional llega a la jefatura de la tuna garantizando así su pervivencia, larga vida y un futuro tan halagüeño como prometedor.
Por último, y a modo de conclusión, es para éste que escribe -veterano tuno de pueblo- un auténtico honor y privilegio el poder seguir aprendiendo nuevos conceptos, nuevos conocimientos, nuevas formas a la hora de ejercer el mester de tunería pues no hay mayor satisfacción que actualizarse de la mano y consejos de quienes más saben. ¡Enhorabuena! a la ciudad de Granada por haber regalado a sus hijos un fin de semana inolvidable y todo gracias a los buenos oficios e impecable organización de los maravillosos anfitriones: ¡Enhorabuena! a la Tuna de Medicina de Granada, la nombrada.
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