II. SCHOPENHAUER: PERSONALIDAD Y PROYECCIÓN HISTÓRICA
Personalidad verdaderamente paradójica, atrabiliaria y desconcertante la de este huraño, quisquilloso y solitario filósofo. Extraño para la gente, llega a convertirse en una de las “curiosidades” de la ciudad de Frankfurt por su costumbre de pasear todos los días dos horas acompañado de su perro. Tras el paseo suele fumar su gran pipa y leer el Times de Londres. En su modo de vivir, escribe Bertrand Russel con humor, trató de imitar a Kant, excepto en lo de levantarse temprano (1).
Rico por familia, su avaricia es más que notable e insólita, pero encuentra placer en la buena mesa y en los vestidos elegantes; tiene muchos lances amorosos, pero triviales y sensuales más que apasionados; desprecia a los hombres y en especial a las mujeres y, sin embargo, a lo largo de toda su vida añora tanto el reconocimiento de los hombres como la compañía de una mujer. Niega la voluntad de vivir, y sin embargo, temiendo el dolor y la muerte, ansía alcanzar los noventa años. Guarda un revolver en su cajón para defenderse en caso de ser atacado. Cuando se desplaza lleva siempre consigo su propio vaso para evitar los microbios y sus relaciones más frecuentes y cercanas en esta época son sus caniches, que, en su opinión, poseen una amabilidad y una humildad que en los humanos brillan por su ausencia: “la vista de cualquier animal me regocija de inmediato y me ensancha el corazón, sobre todo la de los perros”, confesará (2). Su afecto por los animales le lleva a dirigirse a ellos llamándolos “señor” y a escribir:

“Al perro, ese animal tan inteligente que es el más auténtico y fiel amigo del hombre, éste le encadena. No hay vez en que semejante espectáculo no suscite mi más profunda compasión hacia el perro y una enorme indignación hacia su dueño. Recuerdo con satisfacción un caso, del que se hizo eco “The Times” hace unos años, en el que lord X mantenía encadenado un gran perro. Cierto día, al atravesar el patio, se le ocurrió la feliz idea de acariciarle, a lo que el animal respondió desgarrándole el brazo de arriba abajo. ¡Hizo muy bien! Con ello quiso decir: `Tú no eres mi amo sino el demonio que convierte mi breve existencia en un infierno`. ¡Ya podía sucederles otro tanto a todos los que encadenan a sus perros!” (3).
En 1840 se hace con un nuevo caniche y le da el nombre de Atma, en clara alusión al término con el que los brahmanes designan el alma del mundo. Se sentía muy atraído desde su juventud por las religiones orientales en general y por el brahmanismo y los Upanishads, en particular. Una estatua de Buda sobre la chimenea preside su gabinete de trabajo prohibiendo a sus sirvientes que se le quitase el polvo; adornan la pared retratos de Descartes, Shakespeare, Goethe y, sobre el escritorio, un busto de Kant y una estatuilla tibetana, a la que atribuía un gran valor. Cuando muere Atma, en 1849, 105 compra otro caniche marrón, al que llamará Butz.

En 1851 publica una selección de ensayos Parerga y Paralipomena, su última obra, entre los que destacan Fragmentos sobre la historia de la filosofía y Sobre las mujeres que se convierte, para su sorpresa, en un auténtico best-seller. Recibe el testimonio de admiración de Wagner, quien le envía, en 1854, El anillo de los Nibelungos. Su fama se extiende por toda Europa. En las Universidades alemanas (Bonn, Breslau, Jena etc.) se imparten lecciones sobre su doctrina filosófica. Sus convecinos franckfurtianos le rinden homenaje comprando caniches. Muere en Francfurt a los setenta y un años, a finales de septiembre de 1860.
Ciertamente su tan anhelada fama le llegó tarde: fracasado en su vocación docente, retirado en la soledad de la reflexión y la escritura, profundamente huraño y desconfiado en sus relaciones sociales, despechado por las afrentas recibidas por la Inteligentsia dominante en los medios culturales y académicos alemanes, sólo en su vejez pudo resarcirse de tantos desengaños y decepciones. Tal vez el motivo de su relegación fuera su orgulloso apartamiento personal, su soberbia intelectual y su existencia de “rentista ocioso”que no tuvo necesidad de trabajar para vivir y que permaneció indiferente con los sucesos históricos contemporáneos, sin comprometerse ni con las ideologías políticas ni con los afanes revolucionarios de su tiempo.
Como ha puesto de manifiesto R. Safranski tal vez sus coetáneos tuvieron sobrados motivos para ignorarlo ya que ignoraron a un filósofo que, con gran anticipación a Freud, había pensado conjunta y radicalmente las tres grandes humillaciones de la megalomanía humana. La humillación cosmológica (Copérnico): nuestro mundo no es más que una de las innumerables esferas que pueblan el espacio infinito y sobre el que se mueve ‘una capa mohosa de seres que se viven y conocen’. La humillación biológica (Darwin): el hombre es un animal en el que la inteligencia sirve exclusivamente para compensar la falta de instintos y la inadecuada adaptación al modelo. La humillación psicológica (Freud): nuestro yo consciente no manda en su propia casa (4).

Su influencia posterior, sin embargo, ha sido verdaderamente notable y fecunda. Se ha hecho notar más en el campo del arte y de la música (en Wagner y en Mahler), la literatura y el psicoanálisis (Freud y discípulos) que en el específico de la filosofía. Sólo Eduard Von Hartmann, Nietzsche, Weininger, Bergson, Wittgenstein y recientemente Horkheimer y Gianni Váttimo –- quien lo denominará como el guía espiritual de la posmodernidad — reconocerán su deuda con el Buda europeo, en expresión de Max Weber (5).
La influencia de Schopenhauer sobre artistas y escritores de primera fila supera, en opinión de Bryan Magee, a la de ningún otro filósofo desde los antiguos griegos. Entre ellos se encuentran muchos de los más importantes autores del último siglo y medio como León Tolstoi, Ivan Turgueniev, Emile Zola, Guy de Maupassant, Jules Laforgue, J. M. Villiers de l’Isle Adam, Franz Kafka, Thomas Hardy, Joseph Conrad, Marcel Proust, André Gide, Thomas Mann, T. S. Eliot, Dylan Thomas, Samuel Beckett, Jorge Luis Borges (6), Thomas Bernard, Michel Houellebecq, etc. Y la lista sigue abierta.
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1) Bertrand Russell, Historia de la filosofía, RBA. Madrid, 2005, p. 809.
2) A. Schopenhauer, El amor, las mujeres y la muerte, (AMM. Para las citas que siguen) op. cit., p. 209.
3) El afecto de Schopenhauer por los perros y hacia los animales era notable. Tenía retratos de ellos en las paredes, y decía que la mirada de cualquier animal le producía una gratificación directa “sobre todos los perros, y luego todos los animales libres: pájaros insectos o lo que sean”. Se le atribuye la casi increíble afirmación de que “si no hubiera perros, no querría vivir”. Para él los animales apuntaban al paraíso en su falta de ansiedad y de esperanza, en su imperturbable goce del presente, y en su serenidad que, en sus propias palabras, puede avergonzarnos de “nuestra propia condición frecuentemente intranquila y descontenta” (Citado en Ben Ami Scharfstein, Los filósofos y sus vidas, op. cit., p. 269).
4) Rüdiger Safranski, Schopenhauer y los años salvajes de la filosofía, op. cit.
5) Sobre este aspecto véase el apéndice VII La influencia de Schopenhauer sobre algunos escritores, en Brian Magee: Schopenhauer, Cátedra, Madrid, 1991, pp. 405-417; véase también al respecto: Max Horkheimer, “La actualidad de Schopenhauer”, en Theodor W. Adorno y Max Horkheimer, Sociológica, Taurus, Madrid, 1966, pp. 165-187. Su influencia en la generación del 98 dejó su impronta en Unamuno, Baroja, Azorín y Machado.
6) Borges llegará a confesar que aprendió alemán para leer las páginas del MVR, libro con el que “Schopenhauer acaso descifró el universo”.
ÍNDICE
I. LA FORMACIÓN DE UN FILÓSOFO MISÁNTROPO Y PESIMISTA
II. SCHOPENHAUER: PERSONALIDAD Y PROYECCIÓN HISTÓRICA
III. LAS MUJERES EN LA VIDA DE SCHOPENHAUER
IV. METAFÍSICA DEL AMOR EN SCHOPENHAUER
V. El AMOR AL SERVICIO DE LA VOLUNTAD DE VIVIR
VI. LA ELECCION EN EL AMOR Y LA CONCORDANCIA DE LOS SEXOS
VII. DE LA IMPOSIBLE FELICIDAD EN EL AMOR PASIONAL
VIII. El SEXO Y LA MUJER O LA ASTUCIA DE LA NATURALEZA





