José María García-Consuegra: «Es urgente hacer memoria democrática en y desde las aulas»

Pasados unos días de los establecidos homenajes, conmemoraciones y recuerdo a todas aquellas personas que lucharon, se enfrentaron y sufrieron en sus propias carnes y familias el brutal mordisco del fascismo y del franquismo, tan propios de estos días de mediados de julio en Granada, me vuelve a llamar poderosamente la atención constatar una dura evidencia tras presenciar y observar imágenes de estos actos ya instaurados. Y es corroborar la ausencia de adolescentes presentes y comprometidos en y con estos actos y lo que conllevan.

Precisamente la franja de edad en la que desde hace ya demasiado tiempo, y de manera silenciosa pero rotunda, están permeando y consolidando discursos y dialécticas reaccionarias de extrema derecha y franquistas, como estamos constatando de manera exponencial y desvergonzada en las aulas y pasillos de los centros educativos.

Unos discursos y unas “creencias” difundidas, no ya en el seno de las familias y/o libros y lecturas específicas, sino a través de las redes sociales, las nuevas vías de difusión líquidas y etéreas que sirven al neofascismo, la extrema derecha, el “neobrofranquismo” y la llamada manosfera para propagar y escupir egagrópilas en forma de doctrinas, ideologías y discursos trasnochados y “torrentianos” entre esta franja de edad adolescente. Y lo ha ido haciendo a espaldas de todos, sigilosamente.

Por ello, teniendo en cuenta el auge y arraigo ya bastante consolidado de estos discursos de odio, segregadores y excluyentes que algunos creían ya superados, es cada vez más necesario y urgente ejercer una docencia comprometida, firme y consecuente con los valores democráticos y humanísticos, comprometida con el antifascismo en definitiva, pues no se puede ser demócrata sin ser antifascista. En este sentido hago mía la proclama que en su día llevó a cabo el añorado Juan de Loxa y la hago extensible a todos los docentes que se sientan impelidos y comprometidos a este respecto: “Es urgente pedir por esta boca, poner los dedos en la llaga”.

Es precisamente, en las aulas y pasillos de los centros educativos públicos de secundaria y bachillerato, donde se empieza a cimentar una ciudadanía democrática, tolerante, crítica, empática, solidaria, culta, responsable y consecuente. Y ello con la idea de ayudar a formar a futuros ciudadanos y ciudadanas, comprometidos inexcusablemente con la defensa de los valores y principios democráticos más elementales, los derechos humanos más básicos, la justicia social y la consideración de la cultura como arma de transformación personal y social. Adquirir lo que Eudald Carbonell ha denominado “conciencia crítica de especie”, que es lo que en gran medida permitió nuestra supervivencia y supremacía como especie en el reino animal. Parece mentira pero, recurriendo al Ché Guevara: “me jode tener que luchar por lo evidente”.

Viñeta Frente viñetista

Estas nuevas generaciones las consideramos equivocadamente el futuro, cuando deberíamos verlas como lo que son: el presente. Y es a ellas a las que debemos mostrar y dar a conocer lo que a todos nosotros se nos ha estado ocultando y silenciando, desde aquel vergonzoso y consensuado pacto de silencio que representó la Ley de amnistía de 1977 para con los victimarios de la dictadura franquista. A ellas debemos hacerlas conocedoras y depositarias de una memoria histórica y democrática que sin duda, en mayor o menor medida, les afecta e interpela en el ámbito familiar y comunitario.

De no ser así, en la medida en que el imparable scroll de nuestras pirámides poblacionales actúa, junto a la propia biología humana, en un futuro no muy lejano estos adolescentes van a conformar lo que la demografía denomina población adulta, van a devenir los agentes políticos, laborales, judiciales, económicos y culturales de nuestra sociedad.

Y es que, peor que la incomprensión del presente por parte de las jóvenes generaciones, que de manera inminente ejercerán la ciudadanía, es la desidia y falta de interés en conocerlo, dando lugar a una fatal ignorancia del pasado y su minusvaloración y banalización, con lo que ello conlleva para el desarrollo de la memoria colectiva y la identidad de las sociedades.

Una desidia (también institucional a pesar del tibio corpus legislativo promulgado y escasamente implementado) que representa un verdadero escollo para la consolidación de una ciudadanía democrática, libre, tolerante y de pensamiento crítico, fundamentada en el respeto a los derechos humanos más básicos y elementales, establecidos ya en la Declaración Universal de Derechos Humanos por parte de la ONU, el 10 de diciembre de 1948. Más teniendo en cuenta que gran parte de estos jóvenes terminan su formación en secundaria y/o bachillerato sin haber tratado como se debiera, y por tanto desconociendo, la historia más reciente de su propio país.

El filósofo alemán Walter Benjamin sentenciaba que “sin memoria no hay identidad, y sin identidad no somos nadie”. Y es en este punto que la enseñanza juega un papel primordial como factor de desarrollo y transformación, tanto colectivo como personal, pues uno de sus retos más importantes es (o debiera de ser) proporcionar al alumnado herramientas para comprender y entender la complejidad del pasado (de su pasado), haciéndolo consciente de que, no sólo saber y conocer es importante, sino sobre todo desarrollar una mirada y opinión crítica y personal sobre ese pasado (su pasado) a nivel individual y comunitario, para así comprender y poder desarrollarse y defenderse en la sociedad en la que se inserta, contribuyendo a un futuro colectivo mejor.

Así consideraba el historiador catalán Josep Fontana la necesidad de estudiar y conocer la Historia: conocer el pasado para comprender el presente y aspirar a un futuro mejor. Es aquello de que quien no conoce la Historia está condenado a repetirla, aunque yo matizaría más bien que conocer el pasado, la Historia, no es para no repetirla, sino para evitar que nadie la quiera repetir.

En este aspecto, la memoria histórica y democrática alcanza una especial significación, adquiriendo una dimensión y un potencial educativo de gran valor para una formación intelectual, metodológica y personal que dote de una actitud y pensamiento propio y crítico a la futura ciudadanía, partiendo de problemas sociales cotidianos, palpables y relevantes trasladados al ámbito escolar, para poder ser objeto de deliberación, de análisis interpretativo y de comprensión.

Es decir, trasladar la cotidianeidad a las aulas. Unos problemas y situaciones sociales que en gran medida están directamente relacionadas y condicionadas por nuestro pasado y nuestra memoria más inmediata. “El pasado de plena actualidad”, que refería el citado Walter Benjamín.

Cuando empezamos con nuestra apuesta por la memoria democrática en las aulas en el IES Montes Orientales de Iznalloz como motor de cambio y transformación integral, tanto a nivel de individuo como comunitario, teníamos claras dos premisas y retos ante las que a menudo surge el escepticismo. La primera, que era posible (y necesario) insertar y trabajar la memoria en las aulas de manera transversal e interdisciplinar, siempre adecuada a los niveles educativos y a la diversidad del alumnado y de los procesos de aprendizaje. Y además, hacerlo de manera proactiva con el y la discente como actores protagonistas en todos y cada uno de los procesos.

La segunda era el poder desarrollar este tipo de contenidos, actividades, proyectos e investigaciones en centros y con alumnos y alumnas de regiones especialmente deprimidas a nivel socioeconómico, promoviendo la inclusión, integración e interacción, tanto en lo referente a la diversidad del alumnado como igualmente a la comunidad educativa en general.

Con la reciente aprobación de la nueva Ley de Memoria Democrática en 2022, se ampara de forma mucho más sólida en el ámbito educativo el abordaje de los acontecimientos y vicisitudes socioeconómicas, políticas y culturales de nuestro pasado más reciente, empezando por el intento de transformación de la sociedad a partir de una profunda modernización de las estructuras de Estado, en todos su ámbitos, por parte de los gobiernos progresistas de la II República Española.

Un intento que quedó frustrado por un golpe de Estado militar, gestado desde el mismo 1931 y auspiciado por las fuerzas y sectores más conservadores y reaccionarios, remanentes de la no tan lejana sociedad estamental de Antiguo Régimen: Monarquía, Aristocracia, Ejército e Iglesia, a los que se sumaron los nuevos agentes socioeconómicos de la alta burguesía industrial y financiera.

Estos elementos reaccionarios, además y sobre todo, contaron con el apoyo logístico y militar de las potencias fascistas del momento (la Alemania nazi de Hitler y la Italia fascista de Mussolini), benificiándose de la omisión y oídos sordos de las llamadas democracias occidentales (principalmente Gran Bretaña y Francia). El fracaso del golpe de Estado dio lugar a la llamada Guerra de España (1936-1939), el primer enfrentamiento militar entre Fascismo y Democracia, preludio de la II Guerra Mundial, y que representó la primera y única victoria fascista.

Finalmente, la victoria del bando sublevado dio lugar a una sangrienta dictadura de corte fascista y totalitaria, que llevó a cabo un genocidio y una represión planificado, sistemático e institucionalizado que han coartado, vulnerado y negado las libertades, derechos y dignidades más básicas de cientos de miles de españoles y españolas hasta la muerte del dictador genocida, en 1975. Un régimen dictatorial bastante presente aún en la base de diversas estructuras de Estado.

Un pasado traumático que no ha sido abordado ni tratado como se debiera a nivel educativo como consecuencia de la desidia, complacencia y tibieza institucional, hecho que ha dado lugar a pervivencias y anacronismos estructurales e ideológicos y a una deuda, aún a fecha de hoy, de verdad, justicia y reparación para con las víctimas y familiares de las víctimas de dicha dictadura. Y todo ello en favor de un silencio que permitiera una nueva convivencia y consenso, democráticamente, eso sí, y oponiéndose a la aprobación de la Proposición de Ley antifascista presentada el 30 de mayo de 1980 en el Parlamento por el Grupo Parlamentario Mixto.

Ya lo decía La Polla Records con aquello de “mogollón de gente vive tristemente, y van a morir democráticamente, y yo no quiero callarme”. Casi cuarenta años de dictadura y otros cincuenta que llevamos ya de displicencia hacia esos remanentes políticos, judiciales, económicos, policiales y patrimoniales franquistas. Es por ello que va siendo hora de rendir cuentas con nuestra contemporaneidad, que refería el profesor Fernando Hernández Sánchez.

Vicios y quebrantos de los que viene adoleciendo el sistema educativo español en materia de historia reciente de España, fruto y consecuencia, todavía, de ese pacto del silencio sobre el que pivotó en gran medida esa “verdad de Agamenón” que fue el proceso de transición a una democracia concertada, entre ellos, por ellos y para ellos. ¿Necesario en aquel contexto? Sí, pero que se ha seguido manteniendo hasta nuestros días, a pesar de ciertos avances. Porque España, como decían, se acostó con una dictadura y se levantó con una democracia. El problema es que, desde entonces, las sábanas siguen sin cambiar, hediendo a nicho, que diría Rosendo Mercado. Y a fosa. Y a cárcel. Y a sanatorio. Y a patronatos. Y a sangre reseca.

En este sentido, el marco legal básico y de referencia que nos ampara (por fin) a los docentes es claro. A nivel estatal contamos con la referida Ley 20/2022, de 19 de octubre, de Memoria Democrática, cuyo Artículo 44.1 establece que el sistema educativo español incluirá entre sus fines “el conocimiento de la historia y de la memoria democrática española y la lucha por los valores y libertades democráticas”, desarrollando “materiales curriculares” mediante los cuales se dé a conocer “la represión que se produjo durante la Guerra y la Dictadura”.

Por otra parte, el corpus legislativo en materia de Educación para Andalucía lo conforman esencialmente:

  • El propio Estatuto de Autonomía, el cual reconoce, en su Artículo 10.3.24º, que los poderes públicos velarán por la salvaguarda, el conocimiento y la difusión de la lucha del pueblo andaluz por sus derechos y libertades.
  • La Ley 2/2017, de 28 de marzo, de Memoria Histórica y Democrática de Andalucía, la cual regula la política pública para “la recuperación de la Memoria Democrática de Andalucía, con el fin de garantizar a la ciudadanía andaluza el derecho a conocer tanto la verdad de los hechos acaecidos como la protección, conservación y difusión de la Memoria Democrática como legado cultural de Andalucía, relativo al período que abarca desde la segunda República, la Guerra Civil, la Dictadura franquista y la transición a la democracia hasta la entrada en vigor del primer Estatuto de Autonomía para Andalucía”.
  • La Instrucción 11/2019, de 7 de junio de 2019, de la Dirección General de la Ordenación y evaluación educativa, para la celebración del día de la memoria histórica y democrática en los centros docentes de la Comunidad Autónoma andaluza, por la cual se promueve el desarrollo de actividades y actos de homenaje, reconocimiento y conmemoración.

Por tanto, no estamos más que cumpliendo la ley, tanto en materia educativa como en materia de memoria histórica y derechos humanos, que son los que prevalecen (o deberían prevalecer) sobre cualquier ideología y creencia.

A tal efecto, y como bien refiere Enrique Javier Díez Gutiérrez, profesor de la Universidad de León, en el ámbito educativo son cada vez más necesarios proyectos de aula y de centro basados en contenidos y aspectos relativos a la memoria democrática, que tan presentes están en nuestro día a día, aunque en un injusto segundo plano.

Proyectos y actividades de aula y de centro interdisciplinares y transversales, en tanto en cuanto que estas carencias y heridas mal curadas durante tanto tiempo siguen vivas y presentes en diversos planos de nuestra sociedad, y requieren de una respuesta directa, firme y decidida que se puede, y se debiera de dar, desde los diversos ámbitos del aprendizaje.

Hacer que las aulas y los centros educativos resulten un espacio, además de formación y transformación integral, humanística, crítica y cívica, un lugar de encuentro, reflexión, diálogo, difusión y divulgación especialmente en torno a los derechos humanos y a aquellos procesos de violencia política, social, económica y cultural de nuestro pasado más reciente, que tanto han condicionado, y aún condicionan de manera velada, nuestra sociedad, conociendo, reconociendo y dignificando la memoria de los vencidos y de aquellos y aquellas que fueron víctimas de procesos de vulneración de los derechos humanos más elementales y crímenes de lesa humanidad.

Instalación de rincones de memoria y reflexión en el IES Montes Orientales

Se trata, pues, de partir de proyectos y prácticas educativas de aula que desde diversos ámbitos formativos permitan al alumnado, desde el pensamiento propio y crítico, descubrir y elaborar conocimientos, concepciones y discursos respecto a ese pasado tan presente de nuestro entorno (su entorno) más inmediato (comunitario y familiar), mucho menos unidireccional de lo que creemos, pues perviven agentes, paisajes, actitudes y protagonistas que pueden dar voz a esos silencios y gritos sordos injustamente acallados y omitidos durante tanto tiempo.

El fin último de estos proyectos y prácticas de aula, como se viene demostrando en diversos centros educativos andaluces y del resto del Estado, es el de configurar y formar parte de un proyecto de centro que sirva, de un lado de punto de encuentro entre alumnado y profesorado; del otro como conexión con la comunidad educativa y la sociedad civil (administraciones, familias, asociaciones, etc.), interpelando a un diálogo recíproco que consolide y naturalice la necesidad de una ciudadanía y una convivencia más democrática, libre, tolerante y plural. Y a su vez, que estos proyectos de centro se inserten en una red de centros por y para la Memoria, como espacio común y de intercambio de ideas y experiencias de enriquecimiento recíproco.

Intercambio de experiencias con el IES La Cabrera y participación en el Congreso Internacional de Historia con Memoria en Educación, Iruña

En este sentido, nuestro centro participa desde hace tres cursos en diversos encuentros con centros educativos del resto del Estado español con proyectos de memoria democrática y sobre lugares de memoria, conciencia y reflexión. Además, actualmente somos el centro coordinador de una agrupación de centros educativos junto al IES La Cabrera de la Sierra (pobre) de Madrid, los cuales vienen desarrollando un maravilloso proyecto memorialista y sobre derechos humanos desde hace ya varios cursos.

Murales de homenaje creados por el alumnado

Estas propuestas de memoria democrática en y desde las aulas, además, conllevan implícitamente el desarrollo y trabajo de una serie de valores coherentes con la democracia y la ciudadanía, que son la definición de la sociedad que queremos consolidar, con una formación integral para el alumnado que le aporte herramientas para desarrollarse plenamente, vuelvo a repetir, como personas y ciudadanos y ciudadanas autónomos, críticos, responsables, empáticos, cultos, tolerantes, dialogantes, abiertos, solidarios y pacíficos, entre otras muchas cosas. ¿Una utopía?, quizá sí, pero no una quimera, como bien decía Julio Anguita.

En este sentido, se considera que una educación por y para la democracia (y por tanto para la ciudadanía) tal y como establece y ampara el marco jurídico y constitucional español y andaluz actual en el ámbito de la Educación, ha de fundamentarse en el fomento del humanismo y la cultura; de la desobediencia crítica y cívica; clara y contundentemente, en definitiva, antifascista, mostrando y dando a conocer que ha habido y aún persisten determinadas ideologías, cada vez menos residuales, cuyos principios y valores contravienen frontalmente la dignidad de las personas (TODAS).

Y ese ha de ser el límite infranqueable que toda institución educativa, pública, laica y democrática debe establecer de forma inquebrantable, pues la memoria, la justicia, la verdad, la dignidad y la reparación de las víctimas de toda violencia contra los derechos más básicos del ser humano no debieran de tener color político, entendiendo que debería ser inherente a todo estado democrático y de Derecho que se precie de serlo. Por pura y simple dignidad e higiene democrática.

Porque una educación antifascista es, inherentemente, una educación en favor de los derechos humanos, de la justicia e igualdad social y de género, del laicismo, de la democracia y de la ciudadanía. Una educación contra el machismo, la homofobia, la xenofobia, el racismo y contra todo tipo de discriminación por motivo de sexo, género, creencias, etnia o nacionalidad.

Y para ello es necesario y URGENTE que las aulas no sean jaulas de pensamiento y formación anquilosada, institucionalizada, burocratizada, productivista y homogénea. Es necesario y URGENTE una educación y formación humanista, culta y, valga la redundancia, antifascista. Es necesario y URGENTE que el profesorado abandone el temor, la indiferencia y complacencia cómplice, haciendo valer nuestra capacidad, competencia y autoridad docente. Es necesario y URGENTE crear redes de colaboración, cooperación e intercambio de experiencias, porque somos más de los que creemos y se hace más de lo que pensamos en materia de memoria histórica y democrática, pero la desconexión aún es demasiado grande. Es necesario URGENTE organizarse y ACTUAR, porque ya hace demasiado tiempo que vamos tarde.

En definitiva, es NECESARIO Y URGENTE crear y fomentar aulas de memoria y disidencias.

José María García-Consuegra Flores

Profesor de Geografía e Historia

IES Montes Orientales

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