Mar Navarro G, autora de 'Maneras de estar tumbada' (Ed. Nazarí)

Mar Navarro G.: «La holganza o el aburrimiento me parecen de lo más productivo»

Mar Navarro G., escritora cartagenera afincada en Madrid, debutó en 2016 con El ruido que haces al vivir (Editorial Nazarí). Ahora regresa con Maneras de estar tumbada, una colección de relatos que, en palabras del poeta Juan Peregrina, explora “desde la memoria y la delicadeza retos actuales de la sociedad como el maltrato, los conflictos paterno-filiales y las malas decisiones cuyas consecuencias —trascendentes e insoslayables— aún no han sido superadas”.

Su obra, en la que también figuran colaboraciones en diversas antologías, se distingue por la sensibilidad con que retrata mujeres valientes y experiencias humanas complejas, por lo que su aportación resulta especialmente interesante a la narrativa española contemporánea.

Hoy conversamos con ella para adentrarnos en el universo que late detrás de sus relatos más recientes.

Acto de presentación de la obra de Mar Navarro G. en Madrid

Mar, dicen que las mejores ideas llegan cuando estamos tumbados mirando al techo… ¿Es verdad que tu libro nació en uno de estos momentos de descanso absoluto, o fue todo fuera de guion?

– En realidad, en este libro hay relatos escritos a lo largo de bastante tiempo, en diversos entornos y circunstancias, pero sí es cierto que hubo un momento en el que me planteé que me apetecía abrir un paréntesis en mi vida cotidiana para terminarlo, para cerrarlo. Entonces pedí una excedencia de mi trabajo en el Centro Dramático Nacional y me fui unos meses a un pueblecito junto al Mediterráneo, donde terminé de darle la forma definitiva. Que no es que estuviera tumbada, pero casi.

Hay una mezcla entre lo delicado y lo ineludible en tus relatos. ¿Cómo equilibras la emoción y la denuncia para que quienes leen conecten con la historia sin sentirse abrumados?

– Como bien dice Alejandro Santiago, mi editor, en mis relatos hay bastante violencia. Bastante sangre, incluso. Pero es una violencia que no está subrayada porque no lo necesita. En muchos casos es una brutalidad a la que por desgracia nos hemos acostumbrado. Algo que nos resulta tan familiar, que asusta. No voy a decir que afrontar esa violencia desde la suavidad y la delicadeza sea una forma de revolución, pero al menos pretende ser un revulsivo: una llamada de atención para el lector. La crueldad en voz baja resulta mucho más escalofriante.

¿Alguna vez has probado realmente “estar tumbada” para inspirarte? ¿O es solo una metáfora muy bien utilizada?

– Yo adoro estar tumbada, real y metafóricamente. No entiendo a la gente que despotrica de la holganza o el aburrimiento: a mí me parecen de lo más productivo. De hecho, a día de hoy tenemos tantos estímulos externos y a tal velocidad, que lo complicado es escuchar nuestros propios pensamientos. Nos falta tiempo para aburrirnos. Creo que para pensar, para dirimir, para conocer lo que hay dentro y fuera de nosotros mismos, es necesaria una dosis de calma y de serenidad que nuestra forma de vida actual nos niega. Estamos cada día más lejos de nosotros mismos y de la capacidad de sentir y analizar qué sería deseable.

Si fueras un animal que disfruta estar tumbado, ¿qué animal serías y por qué?

– Elegiría ser un gato, sin duda. Me encanta su serenidad, su elegancia al caminar, esa distancia con la que observan todo a su alrededor, pero sin que nada escape a su mirada. Y además tienen un carácter completamente independiente: no necesitan a nadie, y si están contigo o te hacen una carantoña es porque les apetece. Nadie es capaz de obligar a un gato a hacer algo que no quiera.

En la creación del libro Maneras de estar tumbada, sabemos que Juan Peregrina, poeta y profesor de la Escola d’escriptura de Barcelona, te ayudó en la corrección de textos y revisión del conjunto. ¿Podrías contarnos cómo es esta parte esencial del proceso creativo para ti como escritora? ¿La negociación para conformar el índice y elegir qué relatos incluir suele ser dura? ¿Se suelen sacrificar relatos que te gustan para lograr una cohesión mayor en el conjunto?

– A ver: yo con Juan no he tenido que negociar nada en absoluto. Lo que él hizo, con toda la generosidad del mundo, fue prestarme su ayuda, su criterio y su sabiduría.

Una de las cosas que me parecen más complicadas a la hora de cerrar un libro es decidir el orden de los relatos: cómo presentarlos al lector para que unos no “desinflen” el efecto de otros o les hagan sombra. Lo ideal es que cada historia brille por sí misma, y en eso tiene mucho que ver la disposición. Así es que cuando tuve el material para el libro y un esbozo del orden, se lo mandé a Juan. Él se lo leyó y estuvimos una tarde entera hablando sobre cada uno de los cuentos, de cómo los veía él y de cuál le parecía la mejor forma de organizarlos. Tengo claro que toda ayuda, consejo o sugerencia que venga de alguien como Juan Peregrina, lo único que puede hacer es enriquecer y abrillantar el resultado.

¿Qué canción o música pondrías para ambientar una sesión de lectura de tus relatos?

– ¡Uy! Es que lo de la música para leer tiene que elegirla el lector. Yo, por ejemplo, puedo escribir escuchando música, pero no puedo leer con ella. Me cuesta concentrarme.

Pero si tuviera que elegir una música de fondo para mis relatos probablemente sería algo tranquilo: algo de jazz, uno de esos saxos que te acarician por dentro o una voz femenina como las de Ella Fitzgerald o Nina Simone. Pero claro, eso tampoco serviría para todos…

Además de escritora eres música, técnica de sonido y te manejas de maravilla en los entresijos del teatro. ¿Qué truco secreto de todo ese repertorio profesional te ayuda realmente cuando te sientas a escribir?

– Lo primero que te diré es que no soy músico. Estudié solfeo y algunos años de piano cuando era una cría, y en varios momentos (unas veces como cantante y otras como técnico) he tenido la oportunidad de ganarme la vida con ello. Pero la música es una amante muy exigente, y si no la atiendes cada día, se te escapa. Para lo que sí me sirvió es para descubrir la importancia de conocer otras formas de lenguaje, para desarrollar otras aptitudes y otras sensaciones que no te proporcionan los libros de texto. A mi parecer, todos los niños deberían estudiar música aunque no se dedicasen profesionalmente a ella, porque abre los ojos, las mentes y los sentidos a una parte muy hermosa e intangible de la realidad.

Por otra parte, te diré que no creo demasiado en los trucos cuando te sientas a escribir. Ahí solo sirve pensar, trabajar, pelearte y corregir. Aunque también es cierto que, trabajando en un teatro, vivo rodeada de historias. Cada día sobre el escenario pasan cosas, se desarrollan vidas, conflictos, personajes… Tengo el privilegio de asistir como espectadora a creaciones escritas por las mejores cabezas de la dramaturgia actual. Eso, al final, no lo tiene cualquiera.

¿Hay alguna anécdota divertida de esas vidas paralelas que puedas confesarnos aquí?

– Lo siento. Las únicas que se me ocurren son bastante inconfesables.

Gracias por tus palabras y por tu tiempo. Me hago eco de lo que dices: en un mundo donde casi nunca nos sobra tiempo para detenernos, encontrar esa calma y serenidad de la que hablas se convierte en un auténtico lujo, el que nos permite pensar, sentir y reconectar con lo que realmente deseamos, dentro y fuera de nosotros mismos.

Belén Esturla

Editorial Nazarí

Tras la presentación la autora dedicó gran número ejemplares
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