V. KANT. INFERIORIDAD MORAL FEMENINA
Antes de pasar a desarrollar esa supuesta o pretendida inferioridad ética o moral de la mujer frente al varón, postulada por Kant, será conveniente examinar los rasgos definitorios del formalismo de la ética kantiana (1) que, desvinculado de toda “inclinación”, llega significativamente a una identificación de lo masculino con la razón y de lo femenino con la inclinación. Al afirmar así un modelo de moral en el que se superponen individualidad y masculinidad, se sitúa la razón en el centro y se propone un ideal del control de sí y de desvalorización de la sensibilidad y de los sentimientos, se terminará, necesariamente, por marginar a las mujeres del ámbito de la ética, ya que a ellas se las identifica — en la tipología kantiana — con el predominio de las emociones y los sentimientos.
Es de sobra conocido que la ética de Kant se caracteriza por ser una ética deontológica, señalada por el formalismo, por el universalismo, por el acento puesto en la intención y, sobre todo, por la autonomía. El imperativo categórico prescribe la forma que debe asumir la ley de la voluntad, es decir, la universalidad de su mandato, no de los contenidos, los cuales harían que, inevitablemente, se resbalase hacia la heteronomía. No sólo se ponen fuera de juego los contenidos de las obras morales sino también las inclinaciones de carácter empírico (emociones, sentimientos, tendencias y deseos) del propio sujeto que, al intentar determinar el comportamiento externo, se ven como fuentes de falta de libertad. Con la ética kantiana se lleva a cumplimiento ese proyecto de gobierno racional de sí mismo y de desvinculación de las pasiones, que Kant define como “cánceres de la razón práctica”.

La tradición kantiana funda, pues, una moral individualista y autosuficiente — de individuos que desconfían de la ayuda que le pueden ofrecer los otros, porque esto disminuiría el valor moral de sus esfuerzos individuales — queexcluye necesariamente a las mujeres y a aquellos hombres que, demostrando que tienen necesidad de los demás, se revelan dependientes e incapaces de llegar a la plena madurez de la razón.
En sus Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime (O. B. S.) (2), Kant realiza, en consecuencia, una distinción verdaderamente discriminatoria en lo que se refiere a las virtudes. “La virtud de la mujer es una virtud bella. La del sexo masculino debe ser una virtud noble” (O. B. S. 231). “La mujer tiene un excelente sentimiento de lo bello, en cuanto es propio de ellas mismas, pero el de lo noble, en toda su extensión, se encuentra en el sexo masculino” (O. B. S., 240). “De esto hemos de inferir que los fines de la naturaleza tienden a ennoblecer aún más al hombre mediante la inclinación sexual y a embellecer aún más a la mujer precisamente por lo mismo” (O. B. S., 240).
Kant adscribe, pues, lo sublime, la virtud noble o verdadera, a la esfera masculina y lo bello, las virtudes bellas y amables –— que son como suplementos de la virtud y no deben ser incluidas, en sentido estricto, en la intención virtuosa, dado que carecen de la individualidad y universalidad requeridas para ello — a la femenina. No obstante, merecen ser denominadas “virtudes” “puesto que se ennoblecen por su proximidad a la misma, aquéllas son bellas y encantadoras, ésta únicamente es sublime y venerable” y son “capaces tanto de mover a unos hacia las acciones bellas, aun careciendo de principios, cuanto de dar un mayor empuje y más fuerte impulso hacia las mismas a otros que se rigen por estos principios” (O. B. S., 217). Así la compasión, la amabilidad son fundamento de bellas acciones, aunque no sean fundamentos de virtud.

Las virtudes del “bello sexo” son por lo tanto “virtudes adoptadas” que no dimanan de una capacidad para formular principios –inexistente en la mujer-, mientras que las del “sexo sublime” -el varón- son virtudes genuinas, auténticas, puesto que descansan en principios generales y sólo los hombres se rigen por principios: “Me cuesta mucho creer que el bello sexo sea apto para los principios, y no quisiera ofenderlas por ello, pues los principios son sumamente raros también entre los hombres” (, O. B. S., 232). “En un corazón femenino no está grabada la ley moral, sino bellos sentimientos, Si tenemos en cuenta que el respeto hacia la ley no es motor para la moralidad, sino que es la moralidad misma, considerada subjetivamente como motor” (Kr. Pr. V, V, 76), comprenderemos que las mujeres no son seres genuinamente morales, sino por adopción” (3). Así, quien definió la Ilustración como la adquisición por el género humano de su mayoría de edad, emancipándose de tutores en el “sapere aude”, no se estaba refiriendo sino a la mitad de la especie: la otra estaría destinada a ser una eterna menor con sus “virtudes adoptadas” (4).
Para Kant “el bello sexo” elige el bien por su belleza: “Las mujeres deben evitar el mal, no porque sea injusto, sino porque es feo, y las acciones virtuosas para ellas se consideran las que son moralmente bellas. Nada de deberes, nada de que es preciso, nada de obligatoriedad. A la mujer le resultan insoportables todos los mandatos y todas las presiones hoscas.” (O. B. S., 231).
En este sentido, como apunta C. Roldán, en la Antropología kantiana —que fue escrita a la par que sus Críticas—, encontramos un contenido sociohistórico que elimina de un plumazo lapretensión de neutralidad del formalismo ético cuyas piedras angulares serían la universalidad y la autonomía, permitiendo entre otras cosas que se pueda distinguir entre un estatuto ético para varones (o ética racional de principios) y uno pre-ético para mujeres (o estética del bien), y que se justifique la exclusión de las mujeres del derecho de ciudadanía, enfatizando su estado de minoridad civil (5). Para Kant, la capacidad para la universalización de las máximas, así como el conocimiento científico, tiene, como su “subtexto de género”, una barba y un bigote, en expresión de Celia Amorós (6).

En definitiva, Kant — pese a la declaración expresa de la inclusión del sexo débil en el genérico humano — va a poner en duda que ellas, las mujeres, sean capaces de lograr/alcanzr esas preceptivas universalización y autonomía en la práctica, ya que, como ha sintetizado con claridad Concepción Roldán,su prioritariaatención a la vida y a la singularidad de los seres vivientes, su incapacidad para acceder a la abstracción de los principios morales universales, su rechazo de la separación entre el universalismo de la ética y la singularidad del objeto bello (que las pone a la búsqueda de una ética encarnada, que permita definir una acción “bella” en sí misma al margen de toda conformidad con una norma abstracta), su relegación, en fin, a la privacidad de lo doméstico e incluso su cosificación como mero objeto sexual o su infantilización, que la incapacitan para perseguir por sí mismas fin alguno, la obligan a permanecer en la “antesala de la moral” impidiéndolas emanciparse de sus tutores varones:
“Sólo a ellos les corresponde la prerrogativa de autolegislarse moralmente, mientras “el bello sexo” queda relegado a la asunción de la heteronomía que por definición incapacita a los individuos para dotar de verdadero sentido ético a sus acciones, y por ende, para la participación política” (7).
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1. La filosofía moral de Kant ofrece una representación del sujeto humano irremediablemente dividido entre razón y deseo. No son las “inclinaciones” las que garantizan la capacidad moral del sujeto, sino únicamente la razón, que permite juzgar si una acción es justa a través de un proceso de abstracción de las situaciones concretas, valorando si la acción resulta, por principio, universalizable. Esta perspectiva niega valor cognoscitivo a esas inclinaciones empíricas que no pueden tener ninguna función en las decisiones racionales, sino que más bien se consideran “interferencias” respecto a la capacidad de hacer lo que la razón dicta como moralmente justo.
2. Sección tercera. Acerca de la diferencia de lo sublime y de lo bello en la relación recíproca de ambos sexos, en Immanuel Kant Observaciones acerca del sentimiento de lo bello y de lo sublime, Introducción, traducción y notas de Luis Jiménez Moreno, Alianza editorial, Madrid, 2008.
3. Celia Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y posmodernidad, Cátedra, Madrid, 2000, p. 264.
4. Ibíd., p. 380.
5. Celia Amorós, Tiempo de feminismo. Sobre feminismo, proyecto ilustrado y posmodernidad, op. cit., p. 264
6. Concepción Roldán, “Mujer y razón práctica en la Ilustración alemana”, en Alicia H. Puleo, El reto de la igualdad de género. Nuevas perspectivas en Ética y filosofía política, Biblioteca Nueva, p. 224.
7. Ibíd, p. 224.
INDICE
I. KANT. PERFIL PSICOLÓGICO DE UN FILÓSOFO SOLTERÓN
II. LOS ULTIMOS AÑOS: LA MUERTE DE UN FILÓSOFO
III. SEXUALIDAD HUMANA, AMOR Y MATRIMONIO
IV. KANT. INFERIORIDAD BIO-PSICOLÓGICA FEMENINA
V. KANT. INFERIORIDAD MORAL FEMENINA
VI. KANT. INFERIORIDAD INTELECTUAL FEMENINA
VII. SUMISION Y EXCLUSIÓN DE LA CIUDADANÍA DE LA MUJER






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