En una exposición con escolares de Primaria

Isidro García Cigüenza: «Perspectiva feminista de la Pedagogía Andariega»

Este capítulo nace del reconocimiento y la escucha de quienes, día tras día, sostienen los primeros tramos del camino educativo: las maestras de Infantil y Primaria. En ellas habita una sabiduría profunda, muchas veces invisible, que ha moldeado sin alardes buena parte de los principios que inspiran la Pedagogía Andariega.

Pero esa sabiduría convive con estructuras y herencias patriarcales que limitan su alcance, su reconocimiento y su transformación colectiva. Desde ahí, este texto se propone como una invitación a mirar con ojos nuevos, a nombrar lo que ya existe, y a tejer redes que dignifiquen la enseñanza desde el cuerpo, el cuidado y la comunidad.

No hablamos de añadir perspectiva de género como un complemento, sino de comprender que el feminismo es también —y necesariamente— una forma de caminar la escuela y de transformar el mundo.

Por nuestra parte hemos constatamos que, cada vez que nos aproximamos a estos Centros a ofrecer nuestra colaboración, son ellas las que nos reciben con más atención, consideración y respeto. Es por ello que “¡Gracias!” “¡Muchas gracias!”

Dibujo de Carlota

***

En las etapas de Educación Infantil y Primaria, la mayoría del profesorado está compuesto por mujeres. Este hecho, lejos de ser anecdótico, tiene un fuerte impacto en la forma en que se concibe, se transmite y se lleva a cabo nuestra Pedagogía Andariega.

La feminización de estas etapas ha dado lugar, por un lado, a una riqueza de saberes relacionales, corporales y afectivos que sintonizan profundamente con los principios andariegos. Pero también ha coexistido con una estructura patriarcal que tiende a invisibilizar, sobrecargar o subalternizar el trabajo de las mujeres docentes. En este terreno de tensiones y posibilidades se juega una parte crucial del futuro educativo que defendemos.

La Pedagogía Andariega se alimenta de lo sensorial, lo artesanal, lo comunitario y lo afectivo. Muchos de estos territorios han sido históricamente atribuidos a lo femenino y, por ende, deslegitimados por la cultura patriarcal. Sin embargo, son los mismos que miles de maestras han venido recorriendo en silencio, con creatividad y entrega. ¡Y muchas veces sin apenas reconocimiento!

El autor, con Molinera y un grupo de maestras y alumnos de Infantil.

Al poner en valor estos saberes, no estamos “innovando”, sino nombrando y legitimando prácticas que existen desde antiguo y que merecen un sostén colectivo. La maestra que transforma un suceso común en un cuento, una caminata en un aprendizaje o una conversación en una pedagogía del vínculo, no necesita cambiar: necesita un espacio digno propio, palabra propia y una comunidad que la atienda como es debido. Su trabajo innovador en campos como la política educativa, el mundo editorial y el trajín de las empresas dedicadas a la enseñanza privada aún no es suficiente.

Por otra parte es un hecho evidente que el predominio femenino en estas etapas no garantiza automáticamente una pedagogía liberadora. El patriarcado sigue operando desde dentro, a través de prácticas y creencias que se han interiorizado con el tiempo. Algunas de ellas son: la autodesvalorización profesional (sentir que lo que se hace “vale menos” por estar ligado a la infancia, al cuidado o a lo cotidiano); sobrecarga emocional (creer que es “normal” estar siempre disponible, contenerlo todo, resolver lo invisible); miedo a ejercer autoridad sin rigidez (Dudar de la propia palabra si no se impone); reproducción inconsciente de estereotipos (asignar cualidades según el género sin cuestionarlas: “las niñas son más dóciles”, “los niños son más movidos”); desconfianza hacia los saberes no certificados (pensar que lo que no viene de boca de famosos psicopedagogos no es válido).

En una exposición de pintura

Además de las prácticas internalizadas, existen condicionamientos estructurales que afectan el desarrollo pleno de una pedagogía andariega y feminista en Infantil y Primaria: falta de diversidad de referentes, invisibilidad profesional; sobrecarga de tareas o dificultades para entrar en contacto con talleres, fábricas y empresas. Las condiciones laborales (ratios altas, tiempos ajustados, burocracia) impiden documentar, reflexionar y expandir colectivamente esas prácticas valiosas.

“La Pedagogía Andariega –les decimos- no es solo un método; es una forma de resistencia ante un sistema que fragmenta, jerarquiza y desatiende”. “Desde una mirada feminista, sacar la infancia a la calle significa también: despatriarcalizar la escuela; descolonizar los cuerpos y los saberes.; dignificar el oficio de enseñar desde el cuidado y la sensibilidad; tejer redes con las asociaciones vecinales y empresariales”. Por eso les alentamos y animamos a que se reconozcan mutuamente, que se apoyen, a que hablen en voz alta; a utilizar los recursos más a nuestro alcance hasta hacerlos parte del aprendizaje común.

La Pedagogía Andariega, así, al caminar junto a las maestras de Infantil y Primaria, no ofrece recetas ni exige nuevas cargas, sino que abre una puerta: la de la memoria compartida, la dignidad colectiva, la posibilidad de mirar con ojos nuevos. El feminismo, en este camino, y para nosotros, no es un añadido: es una brújula, una cadencia, un vientre fructífero.

Isidro García Cigüenza

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