PASIÓN DE COLECCIONISTAS, (IV): José Pérez Rodríguez y sus miles de aperos y utensilios domésticos

Imposible saber el número aproximado de piezas antiguas que José Pérez Rodríguez, conocido en Valderrubio como Pepe ‘de Amor’, pues así se llamaba su madre, al igual que imposible resultó averiguar cuándo surgió su pasión por coleccionarlas. Lo único cierto es que son «muchos años» los que lleva haciéndolo y que ha llenado por completo espacios y paredes de un antiguo secadero de tabaco de Valderrubio y varias dependencias anejas, incluido el patio. Como evidente es que disfruta mostrando todo lo que por iniciativa propia y con la colaboración de sus vecinos ha salvado de la destrucción o el olvido. Al igual que durante 17 años se ha dedicado en cuerpo y alma a la conservación y guía de la Casa-Museo de Federico Gracía Lorca de Valderrubio, por cuya entrega fue homenajeado a finales de marzo de 2015.

jose-perez-rodriguez-valderrubio-1bEs necesario verlo para creerlo. Nadie puede imaginar que tras la fachada de un vulgar secadero de tabaco se hayan podido reunir tantas piezas antiguas, que, sin embargo, forman parte de la historia de muchas personas que vivieron en zonas rurales buena parte del siglo XX. Por ahora, está cerrado al público pero todas las personas que han mostrado algún interés siempre han contado con la posibilidad de visitar este museo etnográfico de la Vega granadina, fruto de la iniciativa particular.

Tras cruzar la puerta de entrada, a diestra y siniestra, e incluso sobre nuestras cabezas, encontramos aperos agrícolas y herramientas de uso cotidiano que, pese al aparente desorden están clasificados por oficios o dependencias. Así, en la planta baja nos encontramos con habitáculos dedicados al oficio de carpintero, albañil y otro, en proceso que estará dedicado a Pijole, el último sillero de Valderrubio, en tanto que en la planta superior se dedican a juguetes, eso sí separados por sexos, en un armario los de niños y otro los de niñas, materiales escolares, muñecas y algún que otro triciclo.

Es aquí, frente al espacio dedicado a las faenas de la era y rodeados de horcas, bieldos, palas, medidas, ramales, hoces, … donde nos reconoce que no sabe muy bien cuando comenzó a coleccionar piezas, pero sí que le ha llamado la atención «desde hace tiempo».

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Vista de la entrada, desde la primera planta
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La habitación de la matanza
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Rincón del patio

También que comenzó y «una pieza ha traído a otra», y que «cuando quieres acordar, pues tienes todo lo que hay aquí» que en caso de pretender hacer un inventario posiblemente necesitaríamos todo el periódico y parte de otro. «Siempre me han gustado las cosas del campo, por lo que cuando he visto algo que me ha llamado la atención me ha gustado conservarlo. Son cosas de la familia, abuelos, tíos, padres, otras de vecinos, que me las han dado», a sabiendas de su pasión de coleccionista, otras que se han encontrado en el campo y otras que han desechado, lo que le lleva a afirmar que «aquí viene la gente y se asusta de tantas cosas como hay».

Del campo y de la vivienda

No es para menos pues las paredes están ocupadas de “uvios” (yugos) de mulos y bueyes, arados romanos, cencerros, “bistolas” (béstolas) para limpiar los arados, trabas de hierro para evitar que robaran los mulos, frontiles de bueyes, balancines o tiros de la trilla… Y una vitrina con piezas como hachas de piedra, exvotos, ladrillos de la antigua villa romana localizada cerca del Cortijo Daimuz,… Como no podía ser de otra forma también está el espacio dedicado al mundo del tabaco y a la limpieza del río y acequias pues son las labores en las que han trabajado la familia de Pepe. Luego vendrían las ‘salas monográficas’ dedicadas a los barberos y fragueros, o a dependencias de las viviendas como dormitorios, salas de bordados con sus máquina de coser a mano, los bastidores para hacer las mantillas «y cosas de categoría», ambas decoradas con cuadros antiguos. Termina el espacio superior con «un rinconcillo árabe» en el que se aprecian varios arcones. Frente a las escaleras piezas de ventanas, martillos de todas formas, prensas de tabaco y de su antecesor el cajón de pisado.

Cuando parece que hemos terminado Pepe nos abre la puerta del patio donde nos sorprende con más piezas de gran tamaño como arados, trilladora, y junto a un pequeño estanque, más arados y fragmentos de columnas romanas, piletas de piedra, etc. En las habitaciones inferiores del otro lado del patio nos sumerge en el mundo del aceite, pues conserva una zaranda, medidas de peso y de líquidos. A continuación otro habitáculo se ha transformado en una tienda de pueblo con las latas de carne membrillo y de otros productos y al final un rincón dedicado a la panadería con su artesa, tabla y palas.

Ya en la parte superior, un espacio dedicado a la iluminación donde se pueden contemplar desde candiles, faroles, interruptores y «todo lo que sea referente a la luz», otro dedicado al mundo del esparto con espuertas, pleitas y severos. Haciendo esquina encontramos el espacio con un poco de más amplitud donde guarda canastas y otros objetos realizados con caña, mimbre y en unas pequeñas estanterías, los de cristal. Igualmente un dormitorio completamente armado con su cama de varales de hierro junto a una cuna y útiles para el aseo.

Tampoco podía faltar una habitación dedicada a la matanza ocupada en el centro por la máquina de hacer chorizos, sartenes y trébedes. Aunque apenas le queda un hueco, Pepe continua completando su colección. «Hace unos días me encontré unas litografías a las que tendré que buscar el sitio pues son chulísimas», nos dice antes de despedirnos.

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