Antonio Luis Gallardo Medina: «Recuerdos de mi niñez en el Pelaíllo»

Allí, mi tío Pepe Manzano tenía un cortijo donde había vacas, mulos y cerdos; pero justo más abajo mi padre construía en colaboración con mi tío una choza de cañaveras que parecía un verdadero chalet para la época. En el mes de julio y agosto, nos trasladábamos allí para pasar los calores del verano.

Mi abuela Carmen, mi tía, mi Madre, mis primos, mi hermana, mi hermano Javier aún no había nacido, pero ya estaba en proyecto. No sé cómo se las arreglaba mi padre para todos los días ir a Salobreña para estar al tanto del campo y del ganado, pero al caer la tarde volvía puntual a la choza.

Los días no acababan nunca, pues desde que amanecía siempre estabas en bañador y haciendo cosas, subido a la higuera para coger las brevas frescas de la mañana, partiendo chumbos y tomando ese rico café que olía a gloria con la fresca que llegaba del rebalaje.

Continuaba el día con las campusias, baños y mucho sol y salitre, para llegar justo a la hora de comer. Como entonces era rigurosamente prohibido bañarse sin hacer la digestión, al menos dos horas, te obligaban a echar siesta, pero la perdonábamos para irnos a las charcas a buscar ranas y tortugas.

  Con un trozo de red encontrado en el rebalaje quisimos hacer un pequeño copo para atrapar las ranas, pero se ve que no era lo nuestro, pues nunca conseguimos atrapar nada.

Las charcas y balates que desembocaban en las mismas, estaban llenas de ranas, sapos y tortugas. Con un trozo de red encontrado en el rebalaje quisimos hacer un pequeño copo para atrapar las ranas, pero se ve que no era lo nuestro, pues nunca conseguimos atrapar nada.

Siempre recordaré esa tortuga espléndida, maravillosa, a la que puse por nombre Juanita y que tanto me dolió cuando se extravió un día sin saber cómo. Al caer la noche le poníamos una vela encendida encima del caparazón y la seguíamos con su luz por toda la choza. La cuidé con esmero y con muchas hojas de lechuga y cascaras de chumbos, que le gustaba mucho.

Pasaron los años, los veranos, pero ya nunca más volvieron aquellas risas, aquellas charlas familiares y aquellos seres queridos que tanto sigo echando de menos y por supuesto mi tortuga Juanita.

La verdad, lo que ha dado de sí esta foto de Recuperar la Historia de Motril.

(FOTOGRAFÍA: Desembocadura de balate en la Playa de Poniente/Portal Historia de Motril )

 

Antonio Luis Gallardo Medina

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