Julio Grosso: «Buenos docentes, mejores alumnos»

Enseñar y aprender es una relación compleja que siempre requiere una buena dosis de dedicación y esfuerzo, tanto por parte del profesor como del alumno. Dice el educador británico Ken Robinson que “no hay nada más admirable y misterioso que el encuentro del maestro con el alumno” y que “la enseñanza es una práctica de comunicación e intercambio social”. Una práctica que siempre debe ser creativa y crítica, en todos sus niveles, desde el colegio a la universidad.

En primer lugar, siempre están los alumnos y el aprendizaje. Aprender consiste en adquirir nuevos conocimientos y destrezas. Es algo natural en los niños y los jóvenes, pero muy recomendable también en todas las edades. Aprendemos cosas todos los días de la vida. Se trata de un proceso continuo, tanto social como individual.

Los jóvenes estudiantes llevan a cuestas la etiqueta de la desmotivación y la falta de responsabilidad. Así ha sido siempre, desde los hippies de los 60 hasta los actuales millennials. Pero, yo siempre he creído que los alumnos –los buenos, los regulares y los malos- son más importantes que los profesores.

¿Qué podemos hacer nosotros si algunos de nuestros profesores son aburridísimos?, dicen algunos estudiantes. Ken Robinson responde: “si te aburres, también tiene que ver contigo, no deberías limitarte a quedarte sentado delante del profesor y pensar “vamos, interésame”. Es tu educación. Interésate tú y asume la responsabilidad”.

Mi experiencia personal es algo distinta. La gran mayoría de mis alumnos han demostrado ser igual o más responsables y creativos que la mayoría de los adultos que conozco. Llevo desde 1996 dando clase en diversos niveles educativos (secundaria, ciclos formativos y universidad) y podría hacer una larga lista con los buenos alumnos que han mostrado interés por mis asignaturas, han respondido a mi estrategia docente, han participado en mis clases y en definitiva, han mantenido intacta la ilusión y la curiosidad, los dos grandes motores de cualquier aprendizaje.

En segundo lugar, estamos los profesores y la enseñanza. Los estudiantes quieren tener buenos profesores que se ocupen de ellos, aunque la mayoría de las veces se conforman con que cumplan sus funciones. Todos hemos tenido buenos maestros que recordamos con cariño. Y todos los alumnos vienen a coincidir en los nombres de los profesores mejor considerados en cada centro. Pero, ¿Qué es un buen profesor?

«La primera condición de un buen profesor es que tenga conocimientos de los que carecen sus alumnos, que sepa transmitirlos y domine la materia. Los profesores extraordinarios conocen su materia extremadamente bien, están al día de los desarrollos intelectuales (…), razonan de forma valiosa y original en sus asignaturas, y conducen a sus alumnos a la reflexión y el pensamiento crítico. Les enseñan a pensar».

La primera condición de un buen profesor es que tenga conocimientos de los que carecen sus alumnos, que sepa transmitirlos y domine la materia. Los profesores extraordinarios conocen su materia extremadamente bien, están al día de de los desarrollos intelectuales, científicos o artísticos más relevantes en sus campos, razonan de forma valiosa y original en sus asignaturas, y conducen a sus alumnos a la reflexión y el pensamiento crítico. Les enseñan a pensar.

El segundo requisito es saber motivar y crear expectativas en los alumnos. Ken Robinson opina que “los buenos profesores mantienen el interés, la curiosidad y el entusiasmo del alumnado por aprender. Les exhortan a dar lo mejor de sí mismos. Les instan el placer por instruirse. En sus clases saltan chispas de curiosidad, aunque nunca se sabe qué encenderá esas chispas”.
Está comprobado que “los docentes que ofrecen trabajos libres y proyectos que comportan riesgos intelectuales tienen más probabilidades de que sus alumnos mantengan la motivación, tengan ganas de ir a sus clases y se esfuercen cuando están en ellas”. Son profesores que enseñan a colaborar y trabajar en equipo y que son percibidos como “aliados”, no como enemigos.

Pero, para llegar a ser un buen profesor no basta con tener uno o varios títulos universitarios. Ni haber aprobado una dura oposición. Hace falta vocación, pasión y experiencia en ayudar a otras personas. En este caso, ayudar a aprender. El profesor debe esforzarse por mantener un buen clima en el aula, actualizar sus conocimientos, reinventar sus clases, evaluar sus progresos con los alumnos y no cejar en su empeño, día a día, curso tras curso, pese a las condiciones adversas del sistema y el desinterés generalizado de la comunidad.

La mayor recompensa a este gran esfuerzo -solitario, silencioso y agotador-, lo mejor sin duda de la docencia, son siempre los alumnos. Algunos de ellos acaban convirtiéndose en amigos y compañeros de trabajo. Podría hacer una larga lista con los buenos alumnos, responsables y creativos, que he conocido a lo largo de estas dos décadas y que ahora son considerados grandes profesionales: realizadores, productores, fotógrafos, periodistas. Con muchos sigo en contacto y quedo para tomarme un café. Tengo esa suerte.

Así pues, lo más importante para un profesor tiene que ser siempre la docencia y la formación profesional de sus alumnos. Aunque los ministerios, las comunidades autónomas, las universidades, los departamentos, e incluso muchos docentes, valoren más la investigación y la gestión que la enseñanza.

Para Carlos Berzosa, exrector de la Universidad Complutense, “se puede llegar a obtener la consideración de profesor extraordinario sin apenas publicaciones de las que más aprecian los académicos y por el contrario, tener publicaciones de prestigio, pero no llegar a alcanzar esa cota de profesor extraordinario. Un exceso de investigación acaba por descuidar la docencia”.

En definitiva, enseñar no es un oficio cualquiera. La enseñanza siempre, en todos sus niveles, debe ser creativa y crítica. Nunca puede ser algo burocrático. Ni un mero trámite. Ni una pesada carga entre publicaciones, congresos y continuos viajes. La docencia no puede seguir siendo más tiempo la cenicienta de nuestro sistema educativo. Porque los buenos docentes siempre logran que sus alumnos sean mucho mejores.

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JULIO GROSSO MESA

Periodista y Profesor del

Departamento de Información y Comunicación

de la UGR. Autor de la tesis doctoral:

Ciencia en televisión: Las estrategias divulgativas del programa Redes 2.0 de Eduard Punset (TVE, 2008-2013) (.1673 Mb)

 

 

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