Hoy, en este diario vivir lleno de indefiniciones por el que atravesamos, me he topado con un valor humano repetitivo en todas las épocas: el arrojo demostrado en la natural evolución, sin que en este proceso haya existido ni el menor atisbo de “autopreservación”.
Pensad que ahora escribo sobre aquellos o aquellas, personas o instituciones, cuya valentía –agallas, arrestos, arrojo, etc.– han mantenido alejada la cobardía, la irritación o la ira en cada una de las situaciones que se han ido encontrando en su devenir temporal… Aquellos o aquellas que han preferido la reflexión, y la subsiguiente actuación sensata, a la despreocupación o la imprudencia.
Os confieso, al respecto, que mi “colisión” ha sido con un recorte de prensa, guardado en mi “cartera de documentos vitales” –la que, desde hace ya muchos años, me acompaña en todo momento–: una carta de un dirigente comunista hindú, remitida a un grupo de sacerdotes misioneros, publicada por la oficina de información de las OMP: “Nosotros, los comunistas, pensamos que vosotros los sacerdotes católicos en la India, lleváis, al menos, doscientos años de retraso e ignoráis todos los sistemas modernos de difundir las ideas. Con vuestro dinero os dedicáis a fundar instituciones, nosotros publicamos libros y periódicos. Vosotros abrís escuelas y formáis y enseñáis a los niños a leer y a escribir, pero después no les dais nada para leer. Se lo damos todo nosotros, desde el mural hasta el periódico, desde el libro hasta el folleto apropiado a cada edad y cada situación”.
Y este aviso, cuyo contenido es al menos “interpretable” –y que, sin duda, tuvo graves consecuencias político-personales para su autor–, entiendo que, ahora más que nunca –siendo, como somos, testigos y participantes en la batalla por la Educación de nuestros conciudadanos (independientemente de su edad)–, merece nuestra exégesis más detallada. ¡Eso si, sin dejar pasar el tiempo de la actuación!
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de
Ramón Burgos
Periodista