En cuanto a la minería del hierro en el Marquesado del Zenete, que hoy pretendemos abordar, ya nos consta la explotación de las minas de hierro de Alquife (al-Kahf, “la gruta”) en la Edad Media. Unas minas que, con un más que probable origen romano, llegarían a convertirse en las principales productoras de hierro de al-Ándalus.
Si bien, los primeros movimientos de la propiedad minera en El Marquesado se inician con la obtención, en 1884, por Pedro de Castro y Borlaz, de una concesión minera en el cerro de Alquife. Una colina que, hasta esa fecha, habría sido de aprovechamiento libre de los vecinos y del cual se extraían los minerales que, junto a las procedentes de otras minas próximas, “surtían las ferrerías de Jérez” (las más importantes de la comarca accitana –junto con las de Lugros–). A los pocos años, la concesión minera fue adquirida por Manuel de la Puente Apecechea, quien, a su vez, la venderá a Hubert Meersmans. Casi al unísono, comenzaban las obras de construcción de la línea ferroviaria Linares-Almería. Un hecho transcendental que propiciará la construcción de un ramal que enlazará con las minas de Alquife. Ramal que estará terminado para finales de 1899. Muy pocos meses después quedaba inaugurada la línea principal de transporte.
De esa forma quedaba resuelto el problema relativo a la salida a gran escala del hierro. Una línea de ferrocarril que estará en funcionamiento durante casi un siglo. Pero que, según Arón Cohen, el coste del transporte supondrá una constante fija en los gastos que a la larga se convertirá, como veremos, en “una desventaja estructural para la minería del Zenete”. Es decir, por una parte era una parte fundamental para la salida del mineral y por otra propiciaba su propio estrangulamiento; por el sobrecoste adicional que siempre supondrá. Indicar, asimismo, la importancia que tendrá el transporte del mineral de Alquife, y también de Huéneja, para el puerto de Almería, cuyo embarcadero, construido por The Alquife Mines, fue inaugurado, en 1904 y, cuya “construcción costó más de 3 millones de pesetas”. Grandioso cargadero de mineral que es conocido como el Cable Inglés.
Pero, volviendo otra vez a la etapa de implantación de la minería en Alquife, indicaremos que desde 1888 serán dos las empresas internacionales que estarán trabajando en ellas. Una se encargará de la parte del cerro y aledaños (The Alquife Mines), mientras que en la zona de llanura lo hará un grupo escocés (William Baird). En la carta de un viajero granadino a El Defensor de Granada (firmada con el seudónimo de Casares), en su vista al castillo de La Calahorra, en el año 1927, nos describe del siguiente modo el montículo de Alquife: “Uno de ellos, de color rojizo y entrañas de hierro, parece un gran cetáceo recostado blandamente en las playas de un mar petrificado. En su flanco sur, un blanco pueblecito se amamanta en sus minas de hierro que dos compañías extranjeras benefician”.
Con la venta de la compañía Bairds Mining, en agosto de 1929, a la “Compañía Andaluza de Minas se dará un vuelco completo al sistema de explotación” de la minería en el Zenete. Desde esa fecha se empezará a sustituir, progresivamente, las siempre peligrosas labores subterráneas por la realización de un gigantesco desmonte que, a su vez, dará paso a la extracción a cielo abierto. Esta nueva etapa se iniciará en el año 1931 y acabará extendiendo este sistema a toda el área de la explotación minera. Reconversión esta que, una vez pasadas las dificultades económicas de los años 30, la Guerra Civil y la posguerra de la década siguiente, en los años 50 y 60 convertirán a Alquife en una de las más importantes explotaciones mineras de hierro de España. Después vendrá el declive progresivo, hasta la total desaparición de la actividad en 1996 y que, ahora, en la primeras décadas del presente siglo, otra vez, vuelve a insuflar de esperanza a una tierra que ve, con incertidumbre, la posibilidad del regreso de una actividad ancestral.
La compañía The Alquife Mines pasará en 1953 a manos de Agrumisa, una filial de Altos Hornos de Vizcaya (que cesará definitivamente en su explotación por el año 1973). En el año 1955 los avances en los trabajos y en la producción ya han sido más que evidentes y se han recuperado los niveles de producción del año 1935. La tendencia al crecimiento será constante y, tal como recoge Arón Cohen, a partir de entonces del millón de toneladas de producción provincial de mineral –que es superado en el año 1965–, casi el 60% procedía de la Compañía Andaluza, “mientras que el resto correspondía, en partes no muy distintas, a la otra extracción de Alquife y a la del Conjuro”, en la Alpujarra granadina.
Desde el año 1967 toda la producción se obtendrá en canteras a cielo abierto –para ello, habrán de sortear primero el problema del bombeo del agua que cubría las importantes reservas de mineral– y, así, el millón de toneladas extraídas ese año “se verán duplicadas en 1971, triplicado en 1978 y cuadruplicado en 1984”. A partir de esa fecha la producción se mantendrá a la baja por razones de orden económico (depreciación del dólar, caída de las ventas, regulación de la industria siderúrgica adoptada por el Gobierno español, etc.) y, desde 1992 se estabilizará “en torno a los dos millones de toneladas”. Después, vendrán los sucesivos relevos de la propiedad de la Compañía Andaluza; de Peñarroya a Golden Shamrock, una multinacional australiana “y, sólo tres años más tarde, su cesión a precio simbólico de derechos y activos a un grupo de directivos de la Compañía Andaluza de Minas y así, hasta llegar a la paralización definitiva de la explotación, en octubre de 1996”. Todo ello, a pesar de que, durante años, los responsables de la explotación contaran con importantes ayudas públicas: tanto por parte del Estado, con el abaratamiento de los precios del transporte –a través de la Red Nacional de los Ferrocarriles Españoles (RENFE)–, como con las sustanciosas subvenciones económicas aportadas por la Junta de Andalucía.
Desde los inicios mismos de la extracción del mineral se puede observar un progresivo desplazamiento desde el conjunto del cerro de Alquife hasta sus aledaños más próximos. En ambos casos, el trabajo se realizará siempre mediante galerías subterráneas excavadas en el terreno. Si bien, en el emplazamiento del cerro o colina nos encontramos con la dureza de la roca que dará seguridad a la extracción pero, también, con la dificultad y agotamiento de las reservas. Situación que provocará su desplazamiento hacia el llano en la búsqueda de las reservas del mineral. Aspecto este que, ahora, hará que se incremente la inestabilidad del terreno y, por tanto, la peligrosidad. Circunstancias que, desde entonces motivarán la aparición constante de noticias sobre accidentes y hundimientos en el tajo. Desde 1967, con la extracción a cielo abierto y la utilización de maquinaria pesada, se mejorarán sensiblemente las condiciones de trabajo
Para concluir, haremos constar que, en la misma línea de lo que ocurrió en los estertores de la explotación del cobre, parece que ahora vuelve a ocurrir otra vez con la recuperación de los acopios de desechos del hierro, a modo de gigantescos montículos artificiales sobre la planicie del Marquesado del Zenete. Lo que es seguro es que seguimos estando más necesitados de buenas noticias que de fugaces e interesadas expectativas. La más de las veces frustradas. Ojalá que estas sí sean, de verdad, ciertas y reales.
Continua el próximo viernes…
- Las entrañas del Marquesado del Zenete; las minas de Santa Constanza (I)
- Las entrañas del Marquesado del Zenete; las minas de Alquife (II)
- La lucha obrera en El Marquesado. Las minas de Alquife (y III)
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Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).
Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.
Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen‘
y ‘Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX‘