Soy un profesor granadino jubilado indignado por los conflictos que se producen en nuestros colegios e institutos. Las vejaciones, insultos y agresiones a compañeros están a la orden del día. La pandemia los ha solapado, pero siguen existiendo. Desgraciadamente, estos hechos no son aislados. Antes de que apareciera la pandemia, un reportaje de XLSEMANAL denunciaba en sus páginas la impotencia y desesperación del profesorado. En él, maestros de varias comunidades de España revelaban el aumento significativo del número de agresiones, amenazas, acosos e insultos en las clases. No olvidemos que todas estas acciones, además de atacar la dignidad personal, son una ofensa a toda la sociedad, porque es ésta la que se resiente. ¿Hasta cuando vamos a continuar así?
No entiendo por qué en la Educación es en lo último que se piensa. Muchos de los problemas que tiene nuestro país son consecuencia de una educación deficiente, comenzando por la que se recibe en la familia. Y no podemos mirar a otro lado. Hay que tomar con apremio medidas para que la situación no se vuelva insostenible y los maestros tengan que acudir con protección a las clases. Y si las preventivas fallan habrá que tomar represivas. Lo que no se puede consentir es que una minoría de alumnos y padres esté acogotando a toda la comunidad educativa.
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