Gregorio Martín García: «La importancia de lo simple: La historia de los seis Gregorios»

El color plomizo del ambiente exterior que, a través de mi ventana se manifiesta y que observo y disfruto hasta el Monte Sombrero, que allá en los altos terregales de San Miguel corona al Albaicín; tonalidad que el cielo reparte por su entoldado espacio con abundantes nubes, que ahora «lloran» desesperanzadas gotas del líquido elemento, que lavan escurridizas por las nuevas hojas verdes, cuál lágrimas que al suelo caen.
Parece tarde triste por su escena, pero ¡Quía!… es tarde que, con la vespertina morriña tras sestear meditabundo, se observa y contempla como invita al recogimiento, y se logra un estado de paz que acompañado por el tic tac de mi viejo reloj de pared; acompasa y cuenta, también él, los segundos de vida a disfrutar, de este tardío día que pronto morirá.

En ello estaba yo cuando, no sé por qué, viendo un recuerdo, en mi acogedor despacho, a la par que sobre el teclado de mi ordenador escribo algo relacionado con este momento de día aciago, de pandemia… me viene un pensamiento muy sencillo, tan sencillo, que simple parece pero, es tal el recuerdo que en mi memoria hallo, que haciendo un aparte de mi teclado informático, cojo el móvil y plasmo tal idea y la mando tan lejos que increíble pareciera… sí, sí, la mando a Nicaragua donde se encuentra desde ha tiempo un benaluense al que quiero, por gran hombre, respeto por lo que hace: es misionero y ya lleva en ello cuarenta y cinco años, porque miembro es, de la Iglesia por su orden sacerdotal y lo es, no más, de mi familia materna.

Es por ello por lo que, a él, en ese SMS que le envío, cuento lo que les voy a contar: Aquello que decía antes de sencillo, pero, importante; recuerdo simple pero memorable, que el buen ambiente de este final que tardea, me invita a ello:

«Hace ya… ¡Muchos años!, ¡mucho tiempo!… yo lucía mis quince años y ayudaba a mi padre en la Vega de “La Angostura” a limpiar la acequia, pronto el agua vendría por ella a regar nuestras hortalizas. Sería quizá por este tiempo y quizá como ahora, como este bonito mes de mayo. Mi padre con azadón picaba en la acequia y levantaba aquellos cuarterones de tierra, que yo, con una pala y a mi ritmo, aún poco ejercitado, la tierra echaba fuera.

Llegada la hora del medio día, ¡la parada fantástica!, la de la merienda. Lo hicimos a la sombra de un olivo grande que junto al carril de la Angostura había, al lado de un vado pequeño que hacía la acequia junto a la vega de Valentín Raya.

Con la experiencia que le caracterizaba, porque le gustaba mucho y a mí también y, a ¿Quién no? Mi padre, comenzó a hacer el gazpacho que acompañaría a las demás viandas. En esas estábamos cuando llegaron más comensales que, la misma faena hacían cerca, en el tramo de acequia de sus respectivas vegas.

Eran los dos recién llegados, uno, el segundo hijo, por edad, de Valentín Raya, el que ha pocos días nos alegraba con su cien cumpleaños y al que acompañaba su hijo mayor, al que hace un rato mandaba un «guasap» informando, por lo curioso, de este hecho que relato.

Ya éramos cuatro en el labrantío comedor agrario. Se sentaban éstos cuando el olorcillo de nuestras recién abiertas talegas atrajo a otros labriegos, vecinos, que con azadón, azada y espuerta, trabajaban en semejante faena en el canal de su acequia. Estos nuevos hortelanos que se convertían en comensales y en catadores de buenos gazpachos a la sombra del olivo, eran otro padre con su hijo. El padre, hijo mayor de la señora que en Benalúa conocían como la “Familia de los Sordos”. A este padre le seguía su primogénito.

Ya éramos seis dispuestos a devorar nuestras talegas y a meternos entre pecho y espalda unas buenas caceroladas de gazpacho con habas, cogidas por mí de una vega cercana, mientras el resto cocinaba las grandes vasijas del andaluz gazpacho.

Charlábamos, comíamos y todos juntos disfrutamos de aquella bella armonía que nos regalaba el campo, sus verdes árboles sus rojas amapolas y el sotillo de álamos que, no muy lejano, junto al río y la mimbre llorona, mecían sus ramas movían sus hojas al capricho de la suave brisa. Con la cercanía de algunos pájaros que sabiendo de las migajas que allí quedarían, ya esperaban con impaciencia que nos largáramos.

En un momento que el placer de la comida nos ensimisma, se hizo un corto silencio, no sé por qué, vi en el grupo que allí estábamos, ¡algo curioso y singular!, que careciendo de importancia me hizo cavilar. ¡Todos!, ¡los seis!. Los tres padres y los tres hijos… ¡NOS LLAMÁBAMOS IGUAL! ¡¡GREGORIO!!.

Seis GREGORIOS, todos juntos bajo un mismo olivo y seis Gregorios que quizá éramos todos los Gregorios juntos, que habíamos en Benalúa de las Villas, nuestro pueblo.

Ante mi reflexión y mi ocurrencia, que sin proponérselo dije en voz alta, por mi extrañeza y casualidad. Los seis a compás, a toda mandíbula abierta y con las bocas llenas de gazpacho, comenzamos a reír… a «todo trapo». Así durante un buen rato, que hubimos de parar para el postre saborear e irnos otra vez al trabajo.

Cosa tan simple, nos hizo felices y sirvió a nuestro descanso de esparcimiento.

Esa misma anécdota, sin importancia y, a más de sesenta años de distancia, nos vuelve a entretener y da motivo otra vez, para que yo “aporree” por un rato, estas teclas del virtual invento, que me abstraen; contándolo. Y se llevan de mí, buenos ratos, abreviando el tedio, alegrando el tiempo, dando lugar con ello, a que la pandemia quede en derrota por un rato en que este sencillo relato ocupa mi tiempo, llena mi enclaustro.

 

 

Gregorio Martín García

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14 comentarios en «Gregorio Martín García: «La importancia de lo simple: La historia de los seis Gregorios»»

  • el 27 septiembre, 2021 a las 1:08 pm
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    Curiosa y peculiar historia de una extraña coincidencia (imposible hoy día) y contada con muchísima dulzura… Haciendo casi prosa poética.

    Mi enhorabuena al autor.

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    • el 28 septiembre, 2021 a las 9:34 am
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      Gracias Alejandro, ahora no le recuerdo muy bien, pero además de agradecerle su comentario he de decirle y le diré: “Vd. si que escribe bien!!!
      Contacte con D. Antonio Arenas, alma mater de este rincón literario y póngase a escribir para deleitarnos.
      Un abrazo

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  • el 27 septiembre, 2021 a las 3:42 pm
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    Bonito relato, Gregorio, de verdad. He leído tu petición en los comentarios de la página en que Antonio Arenas nos ha puesto los enlaces a las Narraciones Breves que ha publicado Ideal este año. Sería bueno que accedieran a tu petición. ¡Qué detalle el de Antonio por mostrarnos tu narración, que bien podría haber estado entre los finalistas seleccionados por el jurado. Ánimo y suerte para el concurso del año que viene.

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    • el 27 septiembre, 2021 a las 4:37 pm
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      ¿Bonito relato?… ¡Mejor comentario! Gracias D. José Antonio.
      La esperanza nunca se pierde y con alientos como el suyo, menos.

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    • el 28 septiembre, 2021 a las 5:15 pm
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      Gracias Maria, bonito gesto el suyo.

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  • el 27 septiembre, 2021 a las 9:56 pm
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    Un bello relato que no deja ajeno al que atreverse de comienzo y tras haberlo caminado lo haga sencillo y a la vez destacado. Eres hombre que culminas con tu impresionante relato algo bello para quien sepa situarlo, en aquellos tiempos remotos como si estuviese a tu lado. Esa hipérbaton, que agudiza aún más tu escritura, llena de pasión al lector que a leerte se dirige aunque en ello sea novato, se convertirá en tu seguidor y de lo que lee de tu pluma quedará admirado.
    Sabes que me encanta esa forma tan sencilla de escribir que tienes y lo amenos de tus relatos, por ello entre un montón de cosas me tienes anonadado, pues eres una gran relatador y como persona vas sobrado y de amistad ni hablemos de eso ambos sabemos un rato. Agradezco a la Divinidad haber compartido contigo la profesión que hemos llevado y la amistad que compartimos augurarle muchísimos cumpleaños. Felicitaciones Gregorio.

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    • el 28 septiembre, 2021 a las 9:24 am
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      Guillermo, amigo: Somos dos jabatos , tú con tu máquina de fotos y con tu acordeón recreándonos la vista y logrando nuestra atención cuando a trabajar pones las dos maquinas que dominas con técnica y corazón.
      Yo, escribiendo garabatos intento distraer a amigos a ver si así consigo tu experiencia y conocimiento del arte de las letras.
      Gracias pues amigo y sigamos en el camino que esto más bueno que malo es.
      Un abrazo

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  • el 27 septiembre, 2021 a las 11:22 pm
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    Bonitos recuerdos, en la historia de los seis Gregorios. Los cuales yo he conocido.
    Relato muy descriptivo, de un acontecimiento que continúa en esa prodigiosa memoria que aún conservas como si fuese el mismo día de los momentos vividos. ¡Que a mí me sorprende!

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    • el 28 septiembre, 2021 a las 9:27 am
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      Hablas y lo haces así porque me conoces muy bien y por eso a par con pleno conocimiento del relato lo vives igual que yo.
      Un beso Ana

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  • el 28 septiembre, 2021 a las 8:09 pm
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    Preciosa la vivencia de los seis Gregorios, historias como esta demuestran lo caprichoso que puede ser el destino y la vida. Fantástico relato, mis felicitaciones buen amigo Gregorio .Enhorabuena.

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  • el 28 septiembre, 2021 a las 8:16 pm
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    Preciosa la vivencia de los seis Gregorios, historias como esta demuestran lo caprichoso que puede ser el destino y la vida. Fantástico relato, mis felicitaciones buen amigo Gregorio, ENHORABUENA.

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    • el 29 septiembre, 2021 a las 8:20 am
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      Miguel, muchas gracias por tu crítica. Palabras así elevan la moral y recargan la mente, para seguir en la brecha.
      Un saludo y un abrazo.

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