No puede ser puesto en cuestión que cualquier asentamiento humano, a lo largo de su existencia, ha precisado disponer de un caudal adecuado de agua. Una necesidad vital que a la larga, según su suficiencia o no, determinará el devenir de su propia subsistencia y de sus posibilidades futuras de crecimiento. Será, por tanto, una constante que surjan discrepancias entre poblaciones que rivalicen o compartan una misma fuente o río, especialmente en épocas de escasa disponibilidad o de sequía; tan características de nuestro clima.
Pues, bien, en esta ocasión vamos a presentar el prolongado litigio por el agua que mantendrán, prácticamente durante toda la Edad Moderna, dos localidades vecinas enclavadas en la vertiente norte de Sierra Nevada, en el espacio conocido como Sened o Cenete. En síntesis, se trataría de dos pueblos que se verán obligados a compartir un mismo caudal de agua –uno, al parecer, de mayor antigüedad y emplazado más abajo, Cogollos, y otro, situado más arriba, más cercano a la cabecera del río que surte a ambos, Jérez–. Dos poblaciones en las que, según la documentación consultada, se puede observar su muy diversa consolidación e influencia en el territorio, así como los principales aspectos que, con el paso de los años, irán condicionando el reparto del líquido elemento.
El reciente descubrimiento de una imagen inédita que recoge los principales sistemas hidráulicos que se dilucidaban entre Jérez y Cogollos me ha animado a abordar, de nuevo, tan espinoso pleito. En este caso, se trata de una comprobación o “vista de ojos”, mandada ejecutar por la Real Chancillería de Granada, en la que se obligó, además, a efectuar “un paño de pintura” que lo aclarase a modo de “probança”.
La misma sabemos que se realizó el 18 de noviembre de 1688. Formaron parte de la expedición seis personas: dos “apeadores” por cada uno de los pueblos, más un pintor y un “receptor” enviados por la Audiencia. El heterogéneo grupo inició su cometido desplazándose hasta “el Alhorí de el nacimiento del Río Xerez del Marquesado; por unos y otros se vido el agua que salía de una chorrera muy alta, entre dos peñascos llenos de nieve, que dixeron ser de Sierra Nevada”. A continuación, delimitaron en una “legua” la distancia que habría hasta llegar a la presa del Rincón, que era el punto de inicio en sí de la acequia Alta: “entre dos montes de peñas pardas y encinares por una y otra parte”. Después, establecieron que hasta llegar a la siguiente presa, la de las Jairolas, habría “media legua”. Un estratégico lugar desde el que situaron la población de Jérez a “otra media legua” y que, en cambio, hasta llegar a Cogollos supondría tres veces más: “una legua y media”.
Seguidamente pasaron a ocuparse del otro río, el Alcázar. Para ello, subieron hasta su nacimiento y fijaron su recorrido, así como la situación general del aprovechamiento de sus aguas. Entre ellas, la relativa a que “según habían oído a hombres ancianos, del dicho río salía un brazo de agua e iba por una acequia, que llamaban la Ladrona, y con el agua de ella regaron sus tierras el lugar de Cogollos y pagaban en cada año un tributo de granos”.
Siguiendo adelante en sus averiguaciones, se ocuparon de las vegas de las dos villas y en averiguar la población y rentas de cada una de ellas. A Jérez le atribuirán unos 250 vecinos y 121 “suertes”, que pagaban a la Corona 16.000 reales; a Cogollos, por su parte, 80 vecinos y 32 suertes, que pagaban unos 5.500 reales, si bien, no a la Hacienda Real, sino al Monasterio de Santa María del Parral de Segovia. En el caso de Cogollos, también pudieron comprobar el estado en que se encontraban las dos acequias en cuestión. De la Nueva, Baja o Ladrona, nombres por las que era conocida, dejarán constancia que “no tenía, ni corría agua por ella y que estaba derrotada”. Respecto a la acequia Alta, indicarán “que llevaba poca agua, por ser de día” y que, recorriendo su trazado, “llegaron hasta una balsa o presa, llena de agua, que declararon los apeadores, era para recogerla los vecinos de Cogollos y derribarla de día para su riego”.
La comitiva judicial concluirá su trayecto con la llegada al pueblo situado más abajo. En palabras recogidas por el propio escribano: “que vio a su entrada, en un cercado, diferentes morales y asimismo el correr del agua de una acequia que pasaba por frente de la iglesia y haber un aljibe cubierto, con su llave, de agua de dicha acequia Alta, para el beber de dichos vecinos, y por baxo de dicho aljibe una balsa inmediata a la iglesia”.
El detonante más inmediato del largo contencioso que pasamos a analizar lo encontraremos a mediados del siglo XVI. En los primeros días del mes de marzo de 1549 y ante la negativa de la Marquesa del Cenete en continuar con el alquiler que venían ofreciendo a los de Cogollos por una de las acequias, la acequia Ladrona –y la consecuente rotura de la presa por los vecinos de Jérez–. Ante ello, “el arrendador de las tierras y rentas de el lugar de Cogollos y otros vecinos” acudirán para tratar de recomponerla por la fuerza y volver a “tomar y llevar el agua”. Una actuación violenta que motivó la llegada del alguacil de Jérez, “con gente de dicho lugar que salieron a impedírselo, a intentar detenerlos y volviendo a romper la acequia”.
A raíz del puntual enfrentamiento se sucederán las querellas cruzadas entre ambas partes e incluso, desde la parte del señorío del Marquesado, muy pocos días después, se procederá a la rotura de la acequia principal que suministraba el agua a Cogollos, la conocida como acequia Alta o de Mecina. De este modo, su vega y sus campos quedarían sin ningún tipo de riego y totalmente desabastecidas sus gentes. El conflicto estaba servido y la enemistad, sin duda latente que debía existir entre ambos pueblos que rivalizaban por el preciado recurso, se abría paso de golpe y se ponía de manifiesto con toda realidad y crudeza.
(*) Primera parte de una de las ponencias que se iba a presentar en las Jornadas Culturales de Cogollos de Guadix, que se deberían haber celebrado hoy, 25 de agosto de 2023, y que han sido censuradas por su Alcalde al considerar a los ponentes contrarios a su opción política.
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Maestro del CEIP Reina Fabiola (Motril).
Autor de los libros ‘Cogollos y la Obra Pía del marqués de Villena.
Desde la Conquista castellana hasta el final del Antiguo Régimen‘,
‘Entre la Sierra y el Llano. Cogollos a lo largo del siglo XX‘ y coautor del libro
‘Torvizcón: memoria e historia de una villa alpujarreña‘ (Ed. Dialéctica)