Gregorio Martín García: «Cosas de nuestro pueblo: Benalúa de las villas, 1/2»

Una etapa oscura, unos años de vacas enflaquecidas en que España estaba inserta y sufriendo consecuencias de errores acaecidos. Enorme dolor que sufre la desorientada sociedad, que ve escasear los bienes y aumentar la necesidad.

Eran circunstancias adversas, situaciones complicadas en un país destruido. Igual que todos, también nuestro pueblo, Benalúa de las Villas, presentaba un aspecto más que triste con sus agricultores en la ruina y los labriegos y peones intentando sobreponerse para superar el fatal momento con su trabajo y esfuerzo de peonadas y jornales cuando estos escaseaban.

Ello contribuía a que el aspecto del pueblo, sus viales, sus plazas, casas y demás estructuras, fueran de aspecto algo deprimente, solo salvado por el cuidado de sus propietarios, habitantes y sus gentes.

Gentes rudas, gentes fuertes y nobles que de estoica manera sufren y aguantan y solo piensan en su trabajo y en necesidad de superación en que estaban estancados.

Las calles, plazas y rincones, algo abandonados y con firmes de terrizo, hacía que en tiempos de lluvias se convirtieran en un verdadero barrizal hasta tal punto que para poder caminar por ellas hacía falta colocar piedras en hilera consiguiendo lo que se llama pasaderas. Las piedras recogidas en las mismas calles. Idea nos podemos hacer de cómo serían éstas.

Finca olivos en Benalua de las Villas

Las mismas que servían para los gamberros que los había. Un grupo de jovenzuelos de no más de quince años, se divertían en las primeras horas nocturnas, ir buscando gatos y cuando eran hallados, tal alboroto organizaban que el animal escapa con el rabo entre patas asustado. odiosa diversión esta, por la que varios de estos jovenzuelos fueron, en alguna ocasión advertidos y hasta denunciados. También practicaban estos, en una más de sus gamberradas ir por las puertas de los vecinos cuando más a gusto estaban en su velada junto a la chimenea. Tocar excesivamente y con fuerza descompasada los picaportes de la puerta, ocasionando una alarma en la familia que alarmada salió corriendo hacia la puerta horrorizada. Alguno del grupo de gente tan educada, de forma sorpresiva y sin que él lo esperara, fue abofeteado antes de que a la puerta llegara a original la alarma con el picaporte de esta.

Alguna vez, con una larga cuerda, ataban el picaporte y escondidos a una cierta distancia hacían sonar en la puerta unos toques normales para que salieran a recibir al que solicitaba entrada. Como quiera que no viesen a nadie entraban enfadados y antes de llegar a sentarse vuelve a sonar en la puerta el jodido picaporte y, así una y otra vez hasta hacer montar en cólera a los sufridos residentes

Era maldad lo que practicaban, ocasionan graves molestias. Era una gamberrada, pero solo eso, decían, porque ésta no pasaba de mera diversión.

Una gallina clueca con sus polluelos

Así permanecían las calles todo el invierno y sería la primavera con sus largos días y su mejor tiempo la que conseguía que aquellas vías, se asientan, se secaran y como resultado de su humedad se compactaban presentando un mejor aspecto.

Era normal y no estaba mal que algunos animales pasearán por sus calles, sueltos y a su libre albedrío. Te encontrabas gallinas, algún cochinos o cabra e incluso alguna clueca con sus polluelos…y nadie criticaba ni se quedaba de ello. Algo que hacían para que parte del alimento allí en las calles buscarán además de no ocupar espacio en el gallinero o zahúrda.

Cada animal conocía a su dueño, conocía su casa y de las inmediaciones no se alejaba. Mala estampa creaba esta “fauna” en las calles y plazas, aunque según avanzaban los años fueron desapareciendo de forma paulatina haciendo sus vidas en cuadras y en corrales de sus señores dueños

La construcción, la obra civil, un ambiente más que humilde, ya que aún de chamizo y juncos se presentaban algunas cubiertas de sus humildes viviendas, las había en cierta cantidad y en varios puntos del pueblo, barrios altos e incluso en plena calle Real, la principal.

Las otras, las que no lucían chamizo o junco, de vieja teja moruna era su cubierta y de piedras sus muros, cogidas con barro, greda mezclada con paja o, bien de adobes que ellos mismos fabricaban con el mismo material y una especie de cuadrado de madera que llenó de aquel barro y raseado éste, al vaciarlo conseguían un ladrillo con cierta consistencia que, puestos unos días al sol, lo daban por terminado, ya podía ser usado como material de construcción.

La vida en el pueblo, la vida en la aldea y por sus características y actividad social de sus habitantes, se vivió más que dentro de los oprimidos hogares en las puertas de estos, hasta el punto de que el propietario de una casa al espacio de calle que había frente a ella, la denominaban “Mi puerta” y dueños y usufructuarios se sentían de ella. En ésta hacían la mayoría de las faenas de la casa, En una tina con agua y con su piedra dentro, lavaban y, en una soga atada a las ventanas las secaban. En estacas o anillas en la fachada dispuestas con mucha frecuencia se ataban las bestias y allí permanecían todo el día. Hasta montones en hacinas de leña podías ver junto a la fachada formando una pila para gastar en invierno.

Los cerdos matanceros, casi todos entregaban sus vidas en las puertas de los hogares donde después se colgaban las morcillas, los chorizos y otros productos de los cochinos. Allí permanecen hasta que el sol los secara para pasarlos a orzas dentro de los hogares.

La vida y faenas se hacían más en la calle, por ello estas siempre estaban muy visitadas por toda clase de gentes que las llenaban.

Cuando al pueblo llegaron las carretas y carros, su dueño tenía la cochera asegurada. ¡La puerta de casa! y era así la vida eran así las jornadas que se vivían en Benalúa de las Villas en esos tiempos de qué hablamos.

Complicada vida, con escasez, pero mucha tranquilidad y relax sin prisa ninguna y con nobleza al ritmo que el tiempo imponía que, era lento y asumido con resignación

Del análisis y observación de estas construcciones de qué hablamos, se puede sacar una idea clara del proyecto y estética, de la aldea, de su fisonomía, su trazado y no destacada belleza. De todo esto escaseaba presentando un humilde y sencillo estado de urbanismo del medievo, en el que faltaba la piedra tratada y todo material noble que pudiera enriquecerlo.

[Continuará]

 

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Gregorio Martín  García

Inspector jubilado de la Policía Local de Granada y

autor del libro ‘El amanecer con humo’

 

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Comentarios

2 respuestas a «Gregorio Martín García: «Cosas de nuestro pueblo: Benalúa de las villas, 1/2»»

  1. Francisco Avila

    Gregorio hablas de una época que yo por suerte no vivi pero años después por él deseo del saber pude recopilar contada por los más viejos del pueblo qué fueron añós muy difíciles yo recuerdo algo de los últimos coletazos de aquella penuria escelente tú historia contada con veracidad.

    1. Gregorio Martín García

      Paco hay que enfrentarse a la realidad. Aquellos tiempos por las circunstancias del momento, fueron muy difíciles y había que estar a sufrir las consecuencias. Gracias a Dios y al trabajo de los benaluenses, Benalúa de las villas tiene ahora dinero suficiente gracias a un olivar ejemplar conseguido, en muy pocos años, por los agricultores, nuestros paisanos. Yo me puedo apuntar un tanto, he plantado muchos olivos que ya están en plena productividad. Un saludo y un abrazo

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