“El acoso escolar es entendido como el maltrato psicológico, verbal o físico hacia un alumno o alumna producido por uno o más compañeros y compañeras de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado”.i Así define este factor de inestabilidad de la convivencia en los centros educativos la Orden de 20 de junio de 2011, por la que se adoptan medidas para la promoción de la convivencia en el ámbito educativo. Y continúa diciendo que es “importante no confundir este fenómeno con agresiones esporádicas entre el alumnado y otras manifestaciones violentas que no suponen inferioridad de uno de los participantes en el suceso y que serán atendidas aplicando las medidas educativas que el centro tenga establecidas en su plan de convivencia”.
Con frecuencia aparecen noticias en los medios de comunicación sobre el acoso escolar, pero, lamentablemente, cuando surge algún caso que despierta ese interés noticiable, no tarda en montarse un circo mediático alrededor de él. “Hay de todo, pero casi siempre el tratamiento de los medios y de los ‘expertos’ es de una falta de delicadeza que eleva el periodismo a cotas paupérrimas. El sensacionalismo se apropia de la noticia, incitando una mezquindad que no repara en daños a personas o instituciones. Lo anecdótico alimenta demasiados titulares, cuando los casos que se producen tienen a veces un carácter de excepcionalidad o están sujetos a numerosas variables”.ii
Interesa menos el trabajo callado y persistente que se hace desde la escuela para educar a los alumnos en una convivencia respetuosa y tolerante, en la búsqueda del acuerdo y la resolución del conflicto por la vía pacífica. Todavía tenemos que seguir trabajando para ahondar en el fenómeno del acoso escolar, pero lo que sí podemos afirmar es que representa el síntoma de una sociedad enferma. Ya se apuntaba esto hace años cuando se advertía de su incidencia y gravedad, y de que el propio constructo ‘acoso escolar’ requería un análisis más profundo y explicativo.iii
Trasladar la imagen de que la escuela es un espacio violento o que promueve la violencia y el acoso es una indignidad. Esto ocurre en demasiadas ocasiones cuando el tema es abordado con demasiada frivolidad y sensacionalismo. Se repara muy poco en el sentido didáctico que requiere: “que la violencia, y su variante del acoso escolar, no nace en la escuela, es producto de una sociedad violenta y enfermiza que transmite a los jóvenes modelos, roles y modos de resolver los conflictos utilizando exclusivamente la persecución y la violencia, como lo ven en su entorno, las películas o las redes sociales”.iv
Las características que presentan las situaciones de acoso escolar definen realmente en qué consiste esta práctica contraria a la convivencia, desdichadamente sufrida por diversos alumnos con mayor o menor intensidad y, en ocasiones, con un nivel de crueldad impropio de los que resultan ser activos ejecutores de la misma. La citada orden nos señala las características de lo que se entiende por acoso:v
- Intencionalidad: la agresión producida no constituye un hecho aislado y se dirige a una persona concreta con la intención de convertirla en víctima.
- Repetición: se expresa en una acción agresiva que se repite en el tiempo y la víctima la sufre de forma continuada, generando en ella la expectativa de ser blanco de futuros ataques.
- Desequilibrio de poder: se produce una desigualdad de poder físico, psicológico o social, que genera un desequilibrio de fuerzas en las relaciones interpersonales.
- Indefensión y personalización: el objetivo del maltrato suele ser un solo alumno o alumna, que es colocado de esta manera en una situación de indefensión.
- Componente colectivo o grupal: normalmente no existe un solo agresor o agresora, sino varios.
- Observadores pasivos: las situaciones de acoso normalmente son conocidas por terceras personas que no contribuyen suficientemente para que cese la agresión.
Las formas en que se puede manifestar el acoso y la agresión son diversas. Reseñamos las más significativas: exclusión y marginación social, agresión verbal, vejaciones y humillaciones, agresión física indirecta, agresión física directa, intimidación, amenazas y chantaje, intimidación, difusión de insultos, amenazas o publicación de imágenes no deseadas (ciberacoso), acoso o agresión contra la libertad y orientación sexual, o acoso sexual o abuso sexual.
Deteniéndonos en esto último, el acoso, como agresión o abuso sexual, suele tener no pocas noticias de alcance que nos trasladan prácticas de grabación y difusión de imágenes. Hay autoras, como Rosa Cobo Bedia, que hablan de la “cultura de sexualización de las niñas” que se advierte en la publicidad.vi La proliferación de “prácticas iniciáticas en el juego sexual: sexting, por ejemplo, donde los adolescentes intercambian contenidos personales de carácter sexual −fotografías o vídeos de desnudos− con ‘sus’ amistades… a veces da lugar a numerosos conflictos que derivan en el acoso escolar y, cuando no, en extorsiones y difusión sin límite de los contenidos compartidos”.vii
El acoso escolar tiene graves consecuencias personales y sociales. La persona víctima de acoso ve afectada su vida diaria personal y social de modo estremecedor. Aun así, las consecuencias del acoso escolar no son solo padecidas por quien lo sufre, la orden de 20 de junio de 2011 nos traslada una amplia visión de las repercusiones negativas que aquejan al entorno social donde se producen los hechos:
- Para la víctima: puede traducirse en fracaso escolar, trauma psicológico, riesgo físico, insatisfacción, ansiedad, infelicidad, problemas de personalidad y riesgo para su desarrollo equilibrado.
- Para el agresor o agresora: puede ser la antesala de una futura conducta antisocial, una práctica de obtención de poder basada en la agresión, que puede perpetuarse en la vida adulta e, incluso, una sobrevaloración del hecho violento como socialmente aceptable y recompensado.
- Para los compañeros y compañeras observadores: puede conducir a una actitud pasiva y complaciente o tolerante ante la injusticia y una percepción equivocada de valía personal.
El Ateneo de Granada continúa, dentro del ciclo ‘La educación a debate’, abordando temáticas que afectan fundamentalmente al alumnado. Si anteriormente hablamos del absentismo y el abandono escolar, en esta ocasión nos detendremos en el acoso escolar como factor de riesgo para la convivencia en los centros educativos.
La actividad consistirá en una mesa redonda que se celebrará el próximo 1 de febrero de 2024, jueves, a las 18:30 horas, en la sede del Ateneo de Granada, C/ Martín Bohórquez, 30. En ella intervendrán: Rosa Funes López, presidenta de FAMPA Alhambra; Elisabeth Sánchez Molina, directora del CEIP Santo Ángel de Zújar; Nicolás García Iglesias, director del IES Ángel Ganivet; Juan Antonio Albaladejo Sánchez, del Gabinete de Convivencia e Igualdad (Delegación de Desarrollo Educativo y FP); y Jorge Remacho Casanova, secretario de FAMPA Alhambra.
El debate será moderado por Antonio Lara Ramos, vicepresidente del Ateneo de Granada e inspector de Educación.
REFERENCIAS
i Consejería de Educación (2011): Orden de 20 de junio de 2011, por la que se adoptan medidas para la promoción de la convivencia en los centros docentes sostenidos con fondos públicos y se regula el derecho de las familias a participar en el proceso educativo de sus hijos e hijas. Anexo I. Protocolo de actuación en supuestos de acoso escolar.
ii Lara Ramos. A (2023:151): La sociedad que (des)educa. Parábolas para los tiempos que corren. Editorial La Muralla, Madrid.
iii Ortega, R. y Mora-Merchán, J. A. (2008). Las redes de iguales y el fenómeno del acoso escolar: explorando el esquema dominio-sumisión. Infancia y aprendizaje, 31(4), 515-528.
iv Lara Ramos. A (2023:151): La sociedad que (des)educa…
v Consejería de Educación (2011): Orden de 20 de junio de 2011…
vi Cobo Bedia, Rosa (2015): “El cuerpo de las mujeres y la sobrecarga de sexualidad”. Investigaciones Feministas, vol. 6, 7-19.