Era tarde y mi padre recomendó ir a dormir. No sin antes comprar en un tenderete turronero una tableta de rico turrón duro de Alicante del que a mí me dio un gran trozo y como quiera que sintiésemos algo de hambre nos tomamos unos churros con chocolate.
Allá arriba la ermita estaba muy iluminada, resplandecía.
Con los aparejos y las cubiertas de los arreos de los mulos de base y unas mantas que nos echó mi madre nos preparamos una cama, que para mí era muy cómoda y confortable o ¿Quizá sería el cansancio del día y el madrugón de la mañana?, posiblemente.
Cuando nosotros llegamos a la posada, ya las mujeres estaban acostadas en sus rincones elegidos y con sus ropas hechas una cama.
No dormían, reían y jugaban. Lo malo era que si continuaban nadie allí dormiría. Fue hasta que, de madrugada, se enfadó algo mi padre y ordenó a todo el mundo dormir. Costó, pero se logró.
Unas palmas reales de muchos cohetes lanzados al aire, sus explosiones, al menos a mí, me despertaron. Mi padre ya hacía bastante, lo estaba.
Con todos los del gran dormitorio de aquella vetusta posada despiertos y en pie. Nos desperezamos por la falta de sueño, nos acicalamos y todos partimos, unos juntos otros por distintos lados a la calle y entre el gran gentío nos mezclamos en aquella muchedumbre que todo lo llenaba. Un café calentito pidió mi padre para mí con una riquísima torta, típica de allí, mi hermano se fue con alguien del pueblo que allí se encontraron. Subíamos la calzada, la de la tristeza y lamentos, había menos de ellos porque las fuerzas del orden les habían levantado ya que la procesión necesitaba de toda la anchura de la calzada. Lo que sí se incrementó y a mí me seguía extrañando, era la afluencia de los que promesa iban cumpliendo, muchos de rodillas le hacían, pero habían aumentado los que caminaban descalzos, entre éstos vimos a nuestras paisanas que en grupo y descalza a cumplir sus promesas subían hasta la puerta de la ermita.
Mi padre, con mi mano fuertemente sujeta, en quitándose la chaqueta porque hacía calor, sobre el hombro se la puso y allá que rápido íbamos a probar suerte los dos. Veríamos hasta dónde podríamos llegar. La muchedumbre se estrechaba y se achuchaba por momentos, ya era difícil caminar. Con acierto decidió mi padre sobre una gran roca del camino colocarnos, muy buena visión dominio de todos los contornos y él no, pero yo sí, encontré enseguida un asiento en aquella piedra donde deberíamos esperar bastante tiempo.
El gentío era enorme. apenas, ya podía moverse. Una ráfaga de cohetes explosionaron y una marcha que era el himno de España se oía tocar. La procesión acaba de empezar. El sagrado cuadro de la iglesia estaría saliendo. hasta llegar a nuestra altura debería pasar bastante rato. Yo me dediqué a observar.
Todo lo miraba todo lo analizaba y sacaba mis conclusiones de aquello que observaba y si alguna cosa era para mí desconocida rara e incomprensible, a mi padre preguntaba.
La gran masa de gente que se movía hacia arriba, ahora lo hacía hacia abajo. La procesión, que ya andaba, les obligó a ello. Algunos buscaban lo que no había, un claro un espacio donde colocarse. ¡Imposible! Cientos de personas se desplazaban hacia abajo.
A nuestra izquierda y muy alejado ya divisamos el gran cuadro del Cristo. Había gente muy nerviosa esperándolo, había otros que hasta llorando y no pocos que miraban de forma exagerada por donde vendría el Paño.
Disfrutamos, mi padre y yo el lugar donde nos hallábamos. De un momento a otro la personas que andaban por la calzada ya eran de los que acompañaban el desfile procesional, una gran mayoría caminaba descalzo y algún que otro con artilugios colgados de su cuerpo. Martirizando.
Cargado de cadenas y arrastrando parte de estas pasó uno de ellos. Era mucho fanatismo con el que se manifestaban. ¿Por qué hacían aquello…? yo no lo comprendía. Desde aquí ahora veo que aquello no era del todo cierto, que lo que allí muchos ofrecen, su dolor y sufrimiento amén, de no ser necesario, no era religión verdadera no era vivencia de Cristo. Todo se quedaba en el cuadro donde había una pintura.
Claro que era Cristo, Cristo camino del Calvario, pero la mayoría de ellos se quedaban en el cuadro. Cuando éste solo les debía servir como puente para acercarse con fe en la Vida y Creencia en Jesús el Nazareno.
Más que Fe de Vida aquello tenía mucho de teatro.
La procesión fue muy larga, en tiempo y recorrido, muy bien acompañada de música instrumental con varias bandas que animaban el recorrido. Desde la parte alta de aquel cerro donde se hallaba la ermita, no dejaban de lanzar cohetes, que llegada la noche se volvieron de mil colores, e iluminaban los campos, el pueblo y las muchas gentes ofreciendo un rico espectáculo de matices luminosos, Más aún en la parte alta del recorrido donde se hallaba la ermita y el castillo, que la escasez de alumbrado público era patente.
Decidió mi padre esperar un rato a que la procesión avanzara y se alejara de nosotros para más cómodos bajar, mientras nos acercamos a ver la ermita ahora que estaba vacía y que antes no pudimos ver.
Según subíamos a ella, el espectáculo visual y panorámico era más bonito, la oscuridad de la noche y los murmullos de la muchedumbre con el crujir de cohetes daban a aquella gran vista categoría de obra de arte. A la par allá abajo multitud de lucecitas de las velas portadas por los devotos, formaban zigzagueantes una larga luminaria misteriosa, que acompañaban al Cristo.
Raudos y nerviosos, los pobres mutilados de la calzada comenzaron a ocupar sus antiguos puestos. Todas las campanas de la torre de la iglesia principal volteaban y sonaban sus badajos saludando al Venerado que recorría transportado en andas muy bien llevadas, las calles del pueblo. Un enorme y artístico castillo de fuegos artificiales fue disparado mientras el cortejo con el Cristo hizo una parada en la plaza del pueblo.
Esto fue señal para muchos que comenzaban a abandonar Moclín, se notó, quedó menos público. Las charangas y tenderetes, columpios y verbenas comenzaron a funcionar de inmediato. Una vez finalizada la exaltación de Cristo, representado en el cuadro del SANTO CRISTO DEL PAÑO.
[Final]
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(Benalúa de las Villas, 19/02/1945-
Atarfe, 15/04/2024)
Autor del libro ‘El amanecer con humo’
Comentarios
4 respuestas a «Gregorio Martín García: «Desde Benalúa, la de las Villas, a Moclín, el del Señor del Paño, 3/3»»
Gracias por estos regalos que nos has dejado papá. Te voy a llevar presente cada momento de mi vida, has sido un gran ejemplo para nosotros.
Te quiero papá!
Hermoso y emotivo recuerdo. Descanse en paz.
Paqui, para siempre quedaran dentro de mí lo que supuso la relación que después de sesenta años tuvimos mí amigo Gregorio y yo dicen que él paso del tiempo hece olvidar pero sus recuerdo perdurará en mí valla por él que me reserve mi último comentario a su escritorio, para ti y tu familia mi más sentido pésame y hasta siempre.
Ahora os quedan los recuerdos, Paqui.