En el año treinta y uno
un nuevo libro naciera,
Poema del Cante Jondo,
para exprimir las esencias
del sentimiento arraigado
en la liturgia flamenca.
Poema del Cante Jondo,
al trasluz de las choperas
donde escribe Federico,
es el libro de la pena,
del quejido, de la muerte,
del grito y la herida abierta,
de ascetismo y de lujuria
en noches de luna llena;
del bordón y la campana,
de la guitarra y sus cuerdas
que ayean en la soleá
y en granaínas se quiebran.
Balada de los tres ríos,
de geranio y hierbabuena,
de silencios de mujer
y peleas de taberna
enturbiando amaneceres
bajo oleadas de niebla
que en las torres de la Alhambra
taciturnas pajarean.
Madrugadas y balcones,
soleares y saetas,
procesiones y unicornios,
farolillos y luciérnagas
pestañeando en las noches
de coñá y de hierbabuena
que del Valle al Sacromonte
entre las pitas cimbrean
cuando el destello de cal
va iluminando las cuevas.
Y la voz de cantaores
como Silverio o Juan Breva
o la Niña de los Peines,
rojo clavel y peineta,
inmolándose a los dioses
con brasas de peteneras.
…
El pellizco del flamenco
en ceremonias sagradas,
con la voz enardecida
por los yunques de las fraguas
al compás del martinete
y abrasándose en sus llamas.
Los escorzos del flamenco
en su belleza enigmática
ondulando la cintura
con ancestral elegancia
y el negro pelo a los vientos
perfumados de albahaca.
El éxtasis del flamenco
y de las manos crispadas;
del escalofrío del cante
hecho un nudo en la garganta;
del misterio de los ojos
cabalgando a horcajadas
sobre la yegua del sueño,
lujuriosa y desbocada;
del amargor de unos versos
ensalivados de lágrimas;
de lunares chispeantes
en el vuelo de las faldas
y de indómitos zapatos
taconeando las tablas
mientras la noche se arroba
en la mística lorquiana.
Próximo romance: POETA EN NUEVA YORK
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