En el año veintinueve,
tras una crisis profunda,
viaja Lorca a Nueva York
y después navega a Cuba,
entretejiendo un poemario
de soledades y angustia,
que trasmite desazón
desde el Campus de Columbia.
En ‘Poeta en Nueva York‘
la pesadumbre lo anubla,
reflejándolo en poemas
de complejidad oculta,
donde el puro surrealismo
se rearma en la denuncia
para humanizar al hombre,
apresado en la tortura.
Allá en Nueva York descubre
fantasmas que lo derrumban:
Harlem, Brooklyn, el río Hudson,
inconcretas sepulturas,
una multitud que orina
desdibujada entre brumas
vagando por los crepúsculos
bajo la niebla y la lluvia.
Un paisaje decadente,
de geometrías difusas,
donde el hombre es sólo un número
y la luna sólo es luna
que vaga desorientada
entre borrosas liturgias.
Son treinta y cinco poemas
cuyos versos nos abruman,
difíciles de comprender
por su conexión telúrica
que, en metáforas abstractas,
el lenguaje se sublima
para caer en cascada
del cielo a las catatumbas
mostrando las injusticias
que al ser humano perturban.
Nueva York lo zarandea
y abandonando Columbia
huye a perderse en las playas
de arena ardiente de Cuba,
donde la brillante luz
deshace toda conjura
asperjando por doquier
sones de poesía y música
que truecan los turbios versos
en fulgentes aleluyas.
Próximo romance: LA BARRACA
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