En tiempos de la República
se organizó La Barraca,
un ambulante teatro
de entente universitaria,
que, transitando en camiones,
anduvo por media España
en los años treinta y tantos
de la centuria pasada.
Trece piezas inmortales
representó La Barraca
en su emotivo homenaje
a nuestra ilustre dramática:
entremeses y comedias,
farsas de capa y espada,
los autos sacramentales,
obras romanceadas
donde el teatro español
ocupa cimas muy altas
exaltando la nobleza
a través de la farándula.
Actualizaron a Lope,
a Calderón de la Barca,
Juan del Enzina, Cervantes,
humor, agudeza, sátiras,
Tirso de Molina, Rueda,
Machado, excelsa palabra,
dramaturgos y poetas
de notoriedad preclara.
Desde Soria a Barcelona,
desde Murcia a Salamanca,
por donde estuvo, encantó
el teatro de La Barraca
que inseminaba trigales
con agua limpia de España.
Además de director,
era Federico el alma
del proyecto que a los pueblos
los clásicos acercaran
retransmitiendo cultura
y marcando bienandanzas.
El teatro para Lorca
es compromiso y audacia
donde salvar a personas
de la ancestral ignorancia
y, con su acción pedagógica,
dar dignidad y esperanza
al brotar del escenario
versos de gráciles alas.
Próximo romance: Bodas de sangre
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