Por los tiempos nazaríes
vivió un excelso poeta,
cuyos versos se esculpieron
con arábiga destreza
en las fuentes y en las tacas
de la corte palaciega
cimentada en la medina
de la Sabika alhambreña.
Es el libro más hermoso
que imaginarse pudiera
y que jamás se había escrito,
pues sus páginas son piedras,
arabescos y escayolas,
talladas con excelencia
en aljamiada grafía
rebosante de belleza.
A las gotas que en las fuentes
se esparcen y borbollean
cual filigranas del agua,
las comparó este poeta
en metáfora sublime,
con unas fundidas perlas
que con musical sonido
de resonancias edénicas,
en los claustros alhambreños
dulcemente tintinean.
Reinando Muhammed V,
fue político y poeta
y también el secretario,
debido a su inteligencia,
de este sultán nazarí
que lo dotó de prebendas
cuando el Reino de Granada
brillaba como la seda.
“El poeta de la Alhambra”,
lo llamaban con vehemencia
y en sus casidas rimó
versos de dulce cadencia
que por la Sabika lucen,
fulguran y centellean.
Pero al final, el destino,
le demostró su inclemencia
y terminó asesinado
en tiempos de turbulencias
mientras leía el Coram
ensimismado en su ascética.
Mas el nombre de Ibn Zamrak
en la Alhambra se conserva
y sus versos permanecen
en lectura sempiterna,
bajo cielos de mocárabes
remedando las estrellas.
…
“La Sabika, una corona
en la frente de Granada”,
donde los astros relucen
con luminarias doradas;
“como un rubí en lo alto”,
la hermosura de la Alhambra
y que “Dios vele por ella”,
Ibn Zamrak versificara.
Próximo romance: ISABEL DE SOLÍS, SORAYA
Anteriores entregas:
II. Ángel Ganivet García (Granada, 1865 – Riga, 1899)
Deja una respuesta