Calle Alcalá el Casino y al fondo la Academia San Fernando: Leandro García Casanova

Leandro García Casanova: «Viaje cultural a Madrid, I»

A mediados de enero, mi mujer Antonia y yo hicimos un viaje cultural por el Imserso, a Madrid, Aranjuez, El Escorial…, con un grupo de unos 50 granadinos. El primer día, por la tarde, el autocar nos deja en la calle Sevilla de Madrid, una bocacalle de la calle de Alcalá (desde aquí se ve al fondo la Puerta del Sol). El guía del grupo señala la puerta del Real Casino de Madrid y nos dice: Si quieres ser socio tienes que pagar 1.500 euros al mes. En la misma acera y dos edificios más allá está la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, ubicada en un palacio del siglo XVIII con un museo de arte. Minutos después llega la guía de Madrid, una mujer rubia, simpática, con gafas de sol y de unos cincuenta años, que nos va a enseñar el Barrio de las Letras.

Al comienzo de la Calle Sevilla, a la izquierda y en la parte alta de un edificio histórico, pueden admirarse sobre unas torretas dos esculturas, denominadas las Cuadrigas: dos jinetes, cada uno sobre un carro tirado por cuatro caballos. Los generales romanos entraban triunfalmente en las ciudades montados en una cuadriga. La Calle Sevilla, de unos quinientos metros, tiene unas galerías comerciales que quitan el hipo, y termina en la Plaza de Canalejas (dedicada al famoso político José Canalejas, que fue presidente del Consejo de Ministros y asesinado en la Puerta del Sol por un anarquista, en 1912, al lado de la desaparecida Librería San Martín). En realidad es una placeta, donde se encuentra la tienda Violeta (de violetera), que vende caramelos en unas cajas de ensueño junto a otros comercios. Poco después llegamos a la Calle de las Huertas (antiguamente, aquí se encontraban las huertas) y ya estamos en el Barrio de las Letras, llamado así por los escritores que vivieron aquí. Hay que decir que Madrid, a mediados del siglo XIX, tenía unos 50.000 habitantes. Al comienzo de la citada calle, a mano derecha, se encuentra la iglesia de San Sebastián pero en el siglo XIX los cementerios se encontraban junto a las iglesias, como ocurre actualmente con las iglesias protestantes en Suiza y en otros países del norte de Europa.

Por cuestiones sanitarias, en España se dictó una orden a finales del siglo XIX para que los camposantos estuvieran ubicados fuera de la población. De manera que donde estaba el cementerio antiguo hoy se encuentra un bar con terraza y, según la guía, se cree que debajo de la terraza se encuentran los restos del escritor y dramaturgo, Pedro Calderón de la Barca. La Calle de las Huertas está llena de comercios y librerías, con frases grabadas con letras doradas sobre el asfalto: de la poetisa Rosalía de Castro, de Gustavo Adolfo Bécquer (volverán las oscuras golondrinas… La guía aclara que, como el poeta romántico no se aseaba, provocaba rechazo en las mujeres) y de la novela Misericordia (un desfile de pordioseros, tullidos y menesterosos de los bajos fondos de Madrid), de Pérez Galdós. Avanzamos unos cientos de metros y a la izquierda se encuentra el Palacio del Príncipe Negro, un musulmán que adoptó el rey Felipe II y años después cursó estudios. También pasamos por la calle del escritor José Echegaray, que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1904, sin merecerlo, según la guía.

Calle Álvarez Gato o Callejón del Gato ::LGC

Pasamos por la Calle Álvarez Gato, o Callejón del Gato, donde a comienzos del siglo XX un comerciante, para atraer a la clientela, instaló en la fachada de la tienda dos espejos deformantes. Así los describía Ramón Gómez de la Serna: Calzados en la pared y del tamaño del transeúnte de estatura regular, [los] dos espejos, uno cóncavo y otro convexo, deformaban en don Quijote y Sancho a todo el que se miraba en ellos. El protagonista de Luces de Bohemia (obra famosa de teatro, de Ramón M. del Valle-Inclán), Max Estrella, un poeta ciego y acabado que pasa sus últimas horas peregrinando por el Madrid más turbio, le dice a don Latino haciendo una metáfora sobre el Callejón del Gato: Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el Esperpento. El sentido trágico de la vida española sólo puede darse con una estética sistemáticamente deformada… España es una deformación grotesca de la civilización europea. Más adelante contemplamos la fachada del Ateneo, después admiramos el Congreso de los Diputados, en la Carrera de San Jerónimo (¡cuántas veces lo habremos visto en la televisión!), donde nos hacemos fotos, mientras que enfrente y un poco más abajo hay una estatua del insigne Miguel de Cervantes, en la que nadie presta atención. También contemplamos las fachadas del famoso Teatro de la Zarzuela y del Círculo de Bellas Artes.

Teatro de la Zarzuela, (la guía lleva gafas de sol) :: LGC

A mitad del paseo, la guía hizo una parada y comenzó a hablarnos del fusilamiento del poeta Federico García Lorca, que la familia desenterró el cadáver y se lo llevaron… Cuando pude, le di mi opinión mientras caminábamos por las céntricas calles: Cada granadino tiene una teoría sobre el poeta, en el Barranco de Viznar fusilaban a los prisioneros al amanecer y seguidamente los enterraban en las fosas comunes. Con Federico no hicieron ninguna excepción y fue enterrado como uno más entre los centenares de granadinos, en aquellos días sangrientos de agosto de 1936. Con el tiempo surgieron toda clase de leyendas que contribuyeron a darle más fama al poeta granadino. También le mencioné a la guía que, por la mañana, cuando el autocar iba por la calle de Alcalá, a medio kilómetro de la Puerta del Sol, me fijé en una lápida que hay en la segunda planta, de la fachada un edificio alto y moderno, con esta leyenda: Aquí vivió Federico García Lorca desde 1933 a 1936... El poeta partió para Granada en julio, cuando estalló la Guerra Civil, pensando que con la familia estaría más seguro pero lo fusilaron poco después, en agosto de 1936. Cuando me despedí de la guía, parecíamos dos viejos conocidos y se puede decir que todo el grupo disfrutó de una tarde agradable paseando por el Barrio de las Letras y escuchando las anécdotas de los escritores, viendo los edificios históricos y las antiguas tiendas. Esto es lo que diferencia a los buenos guías de los mediocres.

Leandro García Casanova

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