Niña en una biblioteca ::IA

Ana Barea Arco: «¿Cómo me convertí en una gran lectora?»

A raíz del informe Pisa de 2009, las sucesivas pruebas de diagnostico de lectura, los planes de Lectura y Biblioteca (LyB), etc. todo el profesorado se movilizó tratando de encontrar estrategias métodos, motivaciones y un sinfín de recursos para hacer que el nivel de lectura de nuestro alumnado mejore. Aún así nos queda mucho por reflexionar y mejorar.

¿Dónde está la clave para que el alumnado lea y además comprenda lo que lee? ¿Dónde está la clave para crear grandes lectores?

Yo, como tantos otros docentes, me subí al tren de los planes de LyB, en los comienzos, durante el curso 2007/08 y como la mayoría sabía de la importancia de los recursos, los métodos de lectoescritura, el entorno familiar pero aún así iba un poco a ciegas . No obstante, tenía algo claro: la importancia de la motivación lectora. Mis nociones sobre motivación lectora están basadas tanto en mi experiencia docente y también como lectora.

Analizo algunas de las causas que más se enarbolan, como motivo del fracaso en la lectura:

  • La falta de hábito lector en las familias.
  • El lenguaje menos rico, en el alumnado proveniente de familias de bajo nivel sociocultural y económico.
  • Los métodos de enseñanza de lectoescritura obsoletos.
  • La falta de recursos y medios adecuados (libros de lectura adecuados en casa).
  • No se valora la lectura en el medio familiar.
  • El uso y abuso de la televisión y las nuevas tecnologías.

Voy reflexionando, desmontando y analizando una a una las causas, porque no hay una sola causa sino que todas tienen algo que ver. Y cada caso y experiencia es diferente.

Son muchos y variados los factores que intervienen en la creación de un/a gran lector/a. En realidad es un proceso, que se instala en la infancia, pero se desarrolla durante toda la vida, porque un/a gran lector/a siempre está evolucionando.

Me tengo a mi misma por una gran lectora, con etapas de mayor o menor intensidad y de gustos y usos variables según la necesidad o motivación que impere en cada momento. Comienzo analizando mi propia experiencia, esta será mi referente fundamental a la hora de enfocar y comprender el desarrollo de la motivación lectora.

Así llegué a ser una gran lectora

Procedo de una familia muy humilde, mi padre tenía una capacidad lectora muy básica y mi madre era analfabeta. El primer libro que entró, en nuestra casa, fue mi cartilla Palau. Por tanto el hábito lector de mi familia no fue el factor clave.

Cuando mi padre emigró a Alemania una vecina nos leía y escribía las cartas. Eso despertó en mí un gran deseo por aprender a leer y escribir.

Aprendí a leer con un método silábico considerado en algunos entornos pedagógicos poco adecuado. En mi caso creo que el método de aprendizaje de la lectoescritura no fue el factor clave para convertirme en una gran lectora. Si es cierto que la ausencia de dificultades de aprendizaje hizo que el proceso de aprendizaje se desarrollara bastante bien.

En mi familia apenas sabían leer, sin embargo, saber leer y escribir estaba altamente valorado, era sinónimo de estatus, bienestar, un privilegio al alcance de los mas afortunados. Así que para mi aprender a leer y ejercer habitualmente la lectura representaba un gran privilegio.

El lenguaje del entorno familiar era el propio de un entorno sociocultural y económico bajo, con un registro limitado. Afortunadamente, mi vocabulario se ampliaba cada vez más conforme el proceso lector se iba haciendo más frecuente.

Carecía de recursos para leer en casa pero disponía de una gran Biblioteca pública en el pueblo.

¿Qué aspectos tenia realmente a favor para convertirme en gran lectora?

¿Dónde estaba la verdadera motivación?

No hay un solo elemento decisivo a la hora de formar un lector y creo que unos aspectos pueden compensar la carencia de otros. Son varios los factores que influyen y acababan conformando lo que será un lector motivado y con una capacidad comprensiva adecuada según las características de diversos textos.

Creo que la valoración familiar de la lectura como un privilegio fue un buen determinante así como un aprendizaje de la lectoescritura, sin dificultades ni sufrimiento a pesar de las carencias del método empleado.

Pero estoy convencida de que fue, sobre todo, la adecuada motivación lectora la que generó el nacimiento de una gran lectora. En mi caso hubo un día muy especial. Hasta ese día yo leía, como todos, lo necesario, pero aún no sabía disfrutar de la lectura, desconocía que existía el placer de leer , desconocía la pasión por la lectura. Aquel fue un descubrimiento mágico. Uno de esos instantes que flotan en el tiempo y que se revive cada vez que lo evocas donde todo parece una escena suspendida en el aire y en el tiempo.

Me permito describir y rememorar aquí aquel momento.

Lo recuerdo, con todos y cada uno de mis sentidos, fueron unos minutos llenos de vida y emoción colándose por mi nariz, mis ojos, mis oídos e incluso por mi tacto.

Tenía unos once o doce años. Por aquel entonces, el maestro fumaba en clase. Mi maestro de lengua, Don Pablo Martínez, fumaba en pipa, tabaco rubio Apolo, me encantaba aquel olor tan distinto al de otros tabacos. Su aroma envolvía la clase. Don Pablo nos leyó un párrafo de “La vida del Buscón llamado Don Pablos“, de Francisco de Quevedo nos leyó la extraordinaria descripción del licenciado Dómine Cabra. Mi maestro leyó con tanta pasión, entrega y disfrute, aquel párrafo, que me lo hizo vivir. Pude ver a Dómine Cabra, reírme de sus infortunios e incluso sentir repugnancia por aquel personaje, imaginar el tacto de su sotana y el sonido de sus huesos. En aquel instante yo descubrí que la lectura podía hacerte viajar en el tiempo, podía hacerte reír, sentir, ver, podía ser divertida, entretenida, podía ser un placer, en, por y para todos los sentidos y para la mente y el alma.

La pasión y el gozo con que mi maestro leyó aquel texto despertaron mi interés y crearon una nueva y mayor motivación para leer. Hasta su forma delicada de pasar las páginas, con sus largos, ágiles y delicados dedos, te hacia desear tocar el libro.

Terminada la clase, le pedí el libro prestado, a mi maestro. Fue el primero que me prestó pero no el único. Aquel día, gracias a la pasión y gozo de mi maestro por la lectura, nació una verdadera lectora.

Ese mismo año, por primera vez, compré un libro de lectura, una novela en una feria del libro que se hizo en el colegio y me hice socia de la Biblioteca Municipal. La Biblioteca Municipal era un importante lugar de encuentro con las amigas y amigos, sobre todo los días de mal tiempo. Ese aspecto de socialización la convertía en un lugar muy atractivo. Además de su gran variedad de libros. Aún recuerdo la sección de cómic que tanto nos gustaba.

Y mas adelante, la lectura fue un gran apoyo en las horas de convalecencia que me obligaban a estar en casa. Y probablemente esa situación hizo el resto. La lectura me ayudó a sobrevivir y a reinventarme.

En aquella época el televisor aún no era un competidor importante para la lectura y menos aún los dispositivos y medios digitales. Eso, indudablemente, era una clara ventaja a favor de la lectura.

Poco a poco entre unas cosas y otras me convertí en lectora, para siempre. Una vez que se inocula el veneno de la lectura ya no te abandona.

A través de mi carrera docente he tratado siempre de generar esos momentos mágicos con los que despertar en mi alumnado la pasión lectora, utilizando todos los medios a mi alcance y sobre todo transmitiendo mi pasión por la lectura.

Y en esta tarea de despertar la pasión y la motivación lectora tiene un papel especialmente destacado la lectura en voz alta, que por si sola ya merece un capítulo aparte del que ya trataremos mas adelante.

Ana Barea Arco

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