La primera vez que visité Malta, apenas hubo tiempo para ver lo más interesante y que hacía años anda por mi mente, así que muchas otras cosas quedaron en el morralito; en esta oportunidad fue posible patear también Sliema que, junto con Floriana, conforma la parte capitalina por el lado Este -las otras tres ciudades fueron recogidas en la segunda entrega que dedicamos en su día a la isla-. En esta ocasión lo haría al revés, iría a Sliema aprovechando que venía de paso desde donde nos tocó el hotel y, posteriormente, tras la visita, pasaría con el ferry hasta La Valeta para recorrer unas cuantas manzanas que quedaban por ver y hacer, ahora sí, un par de entradas en los museos.
Cuando se llega desde la cornisa norteña uno se sorprende de ese conglomerado que apenas ha dejado huecos: todo está construido y, aunque en pequeño, me recordaba Miami. Sliema es la zona de ocio por excelencia, especialmente nocturno de ahí que, a primera hora de la mañana, uno tenga la sensación de que se ha equivocado de territorio ante tanta soledad pero, cuando llegas al frente marítimo, los ferries, los autobuses y la parte costera no te dejan respirar porque hay para todos los gustos, y con gusto.

Prácticamente frente al muelle del ferry que te lleva a La Valeta [desde esta zona parten los que hacen las excursiones hacia Gozo, Comino, Cominoto, etc.] frente a nosotros se yergue el Fuerte Manoel [construido por Manuel de Vilhena] que ha tenido diferentes usos y en su zona estuvo la célebre base de submarinos británica, hoy es una instalación fácil de visitar pero sin uso, aunque no por ello olvidada. Hubo varios intentos especulativos para construir determinadas instalaciones aún más exclusivas; por ahora se mantiene tranquilo, no hay movimientos, pero la gente está preocupada por su futuro, parece que los proyectos duermen en el cajón.

Sliema es una ciudad de servicios, es para tomársela con calma, disfrutar de tranquilas caminatas y de sus terrazas; algunos tienen la opción de bañarse en las piscinas marítimas que a lo largo de los años se fueron incorporando al paisaje tras horadar la roca. Es verdad que el prestigio y belleza de antaño desapareció, están prácticamente abandonadas y son de acceso público. En contrapartida tenemos numerosos baños privados, primorosamente cuidados y multitud de ofertas gastronómicas que hacen que la experiencia sea interesante tras rascarse el bolsillo.
Si seguimos con nuestro paseo podremos llegar a Punta de Dragut, topónimo que nos trasladará al célebre asedio de 1565 cuando el almirante turco alineó sus barcos para tratar de hacerse con el célebre Fuerte de Saint Elmo que hay en La Valeta, actualmente es el flamante Museo de la Guerra, aunque no en su totalidad. Aquí, en esta punta de Sliema, las féminas tienen donde perderse porque es donde está enclavada la zona comercial -con el bus que llegué, justo a la izquierda tras pasar el túnel y bajar en la parada de los ferries- donde tampoco faltan opciones para refrescar el gaznate a precios más que europeos, o como se dice popularmente, hay que soltar la mosca, pero las vistas bien merecen un rato de contemplación.

Cuando daba por concluido mi paseo y orientaba mi camino hacia el muelle para saltar a La Valeta, me tropezaba con uno de los coloridos autobuses malteses de antaño; una reliquia que su actual propietario utiliza como reclamo para su negocio de materiales destinados al consumo turístico, convertido en uno de los motivos más fotografiados en esa zona portuaria, suele estar colocado precisamente frente al ferry que te lleva a la capital maltesa, los que se dedican a pasear al turismo, al submarinismo, etc., atracan un poco más abajo.
Por supuesto, si nuestro hotel está en esta zona [los precios se disparan y eso hace que las agencias busquen más económicos] tendremos numerosos encantos y lugares en Sliema que tampoco nos dejarán indiferentes. Hay palacios, jardines, museos, que hacen de la zona un lugar ideal para lo que denominamos turismo de alto standing: lo exclusivo se paga y los grandes edificios nos harán creer que estamos en otro mundo, no es el que más me gusta, todas las zonas modernas suelen ofrecernos esas moles acristaladas que nos hacen estirar el cuello como si fuéramos jirafas.

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