I. ROUSSEAU: UNA VIDA ENTRE MUJERES
En su gran biografía Rousseau, Georges May ha dividido su vida (y también su obra) en cuatro etapas fundamentales: La 1ª, etapa de indeterminación: que cubriría su infancia ginebrina (1712 – 1728) y su adolescencia saboyana (1728 -1731). La 2ª, etapa de ambición: con un período (1732 -1744) ocupado en diversos oficios y lugares; y otro (1744 -1749), en que dedica sus esfuerzos a la conquista de París. La 3ª, etapa de predicación, con seis años de «ruptura», de formulación de su negación que comienza con la Iluminación de Vincennes, en 1751 y se cierra en 1755 con su Discours sur l’inegalité; y otros seis de maduración (1756-1762) en la que realiza la teorización doctrinal tanto de su negación como de su alternativa positiva a la misma en su retiro de L’Ermitage. La 4ª, etapa de expiación: con ocho años de vida errante (1762 – 1770), exilado de todas partes, de autodefensa y justificación; y ocho sedentarios (1770 – 1778), de aislamiento, de lucha entre el arrepentimiento y la afirmación de ávida búsqueda de sí mismo a través de sus recuerdos biográficos (1).
J. J. Rousseau (1712-1778) nace en Ginebra, hijo de un relojero aventurero e imaginativo que le infundió desde niño un furor por la lectura que recuerda a Leibniz. Tuvo una educación calvinista y una infancia amargada, sentida como inherente a un estatus y, por ende, de índole colectiva y social, que agudizó en él definitivamente el ansia de igualdad. En la amplia, compleja y variada producción literaria y filosófica de Rousseau ocupan un lugar destacado las preocupaciones sociales y políticas, unidas a las pedagógicas. Veinte años de su vida dedicará a “buscarse a sí mismo”. Muestra de ello son sus textos autobiográficos. Sus Confesiones, por ejemplo, se articulan en torno a unos pocos episodios simbólicos.
Entre los hitos más descollantes de un destino vital que concedió escasos remansos propicios para la felicidad podemos señalar, someramente, su fuga de Ginebra (en 1728), que le hace recalar en un hospicio de Turín, donde abandonó el calvinismo para abrazar el catolicismo; la estancia en Annecy y en Chambéry (1729) junto a la ambigua Madame de Warens, a la que había conocido, el 21 de marzo de 1728, con apenas dieciséis años, momento decisivo en su vida que, según confesará, “produjo el destino del resto de mis días”. Acababa de llegar de Ginebra, donde dejaba una vida miserable, una niñez y adolescencia escasa, dura, desempeñando múltiples oficios. La Warens le impresionó fuertemente, quien carente de descendencia se convirtió en su “Maman” y en algo más. Por ella se convirtió al catolicismo. Cuando la Warens decide protegerle en firme el rubio y atractivo Juan Jacobo, rudo y sin cultivar culturalmente, tratará de rellenar las muchas lagunas de su formación. Llegó a ser lacayo de librea de Mme. de Vercellis y del conde de Gouvon, empleado en el coro de la catedral, profesor privado de cualquier cosa (matemáticas, música etc.), copista de música y otros múltiples oficios.

En plena etapa de ambición, en 1740, poco antes de ir a París, escribe la famosa Epitre à Parisot en mediocres versos, pero que constituye un punto de inflexión pues en ella abjura de sus toscas costumbres, de su republicanismo, de Plutarco, de Ginebra… y apuesta por la nobleza culta, pulida, refinada, ilustrada. El joven ginebrino llega a París en 1754, con treinta años, en busca de gloria y fortuna; trata de popularizar un nuevo sistema de anotación musical, de su invención, que desemboca en un notable fracaso al no obtener el éxito que esperaba. Se entrega al juego, emprende variados escarceos literarios, operísticos, teatrales que pasan desapercibidos.
Consciente de que en París “no se hace nada si no es por las mujeres”, como le advierte el abad Saint-Pierre, trata a conciencia de llevar a la práctica esa recomendación: Mme. Dupín, bella mujer, esposa e hija de banqueros, es ahora su protectora. Luego trabaja al servicio del conde de Montaigu, embajador de Francia en Venecia. Se instala en l’Ermitage de la Chevrette, en pleno bosque de Montmorency como huésped de la familia d’Epinay y conoce a la que será su gran amor, la futura condesa D’Houdetot, la cual, según recuerda detalladamente en sus Confessions “entró en su vida vestida como un hombre, con pantalones de montar y llevando una fusta a juego”. Se encuentra en ese momento escribiendo su novela La Nouvelle Heloise, dándole a su correspondencia entre su héroe y su heroína el giro de una correspondencia imaginaria entre él mismo y Mme. D’Houdetot.

También conoce en 1745, en la fonda donde se hospeda a Thèrése Levasseur, una lavandera iletrada que será la fiel, amante y resignada compañera de su vida: tendrá con ella cinco hijos, parece que ninguno de ellos deseado, y uno tras otro, serán depositados en el hospicio. Contraerá matrimonio con ella en 1768, a sus cincuenta y siete años, tras muchos años de convivencia y engaños.
Por esas fechas, en las que se inicia su etapa de predicación, entra en contacto con Diderot que le invita a colaborar en la Enciclopedia y con los “philosophes”. Tertulias, salones cultos, la gloria literaria como máxima aspiración, Rousseau sufre su conversión filosófica; la «iluminación de Vincennes» simboliza el momento, el premio de la Academia de Dijon le ofrece la ocasión. El tema del concurso era «si el restablecimiento de las ciencias y las artes ha contribuido a depurar las costumbres». Su ensayo resultó premiado. El Discours sur les sciences et les arts se publica en 1751 y obtiene un fuerte éxito: en él ha vertido, en forma de añoranza de la Bondad originaria de la especie, su nostalgia de la inocencia y humildad de su adolescencia… de Plutarco, Ginebra, del calvinismo, del republicanismo y describiendo y denunciando la miseria, el lujo, la ociosidad, la hipócrita cortesía y refinamiento de su sociedad como vileza, servidumbre, degeneración.
Sus «principios» populares no coinciden con sus gustos «refinados». En 1753 presenta a la Academia de Dijón su famoso 2º discurso: el Discours sur l’origine et les fondements de l’inegalité parmi les hommes(1755). Esta vez no es premiado, como lo fue el de 1751, pero su efecto no es menor; recupera su nacionalidad ginebrina y vuelve a su religión originaria. En este mismo año publica el artículo Economie politique, en el tomo V de la «Enciclopedia», perfilándose ya en él su pensamiento político. Es de destacar su breve regreso, en 1754, a Ginebra, donde regresa a la religión de sus padres. En 1756 disputa con Voltaire: al Poéme sur le désastre de Lisbinne opone su Lettre sur la Providence; al año siguiente polemiza con Diderot; luego con d’Alembert. En 1761 ve la luz La Nouvelle Héloise (1761), que impacta en el público.

Sus obras comienzan a ser condenadas por la Iglesia y por el Parlamento. Su pluma es, no obstante, muy fértil en este momento, en el que inicia su etapa de expiación. Publica obras importantes: Du contract social ou Principes du droit politique (1762), prohibido en Francia y publicado en Ámsterdam; L’Emile ou de l’educatión (1762), que da lugar a una gran polémica hasta ser también condenado y sus Lettres autobiográphiques á Malherbes (1762). La caza, sin duda, ha comenzado: sus libros son condenados y quemados públicamente, al tiempo que el poder (el Parlamento) proscribe sus obras, da una orden de busca y captura y tiene que huir de Francia. Para defenderse escribe Lettres écrittes de la montagne. En 1764Ginebra también le cierra sus puertas, tras su expulsión del cantón de Berna se refugia en Môtiers y en Inglaterra (1765). Expulsado de Môtiers, de la isla de Saint Pierre, Hume le invita como huésped a Escocia, pero su estancia allí es fugaz, pronto riñen: el tormento de una manía persecutoria, que únicamente en sus últimos años mitigó, imposibilitan su convivencia (2). Autorizado a residir en Francia, en 1770 decide volver a París. En esos años errantes ha ido escribiendo sus Confessions.Pasa sus últimos años dedicado a la copia de música y a la herboristería y aún tiene ánimos para escribir Considerations sur le gouvernament de Pologne (1771-1772) y los DialoguesyRêveries además de sus Lettres sur la botanique (1771-1773) (3).

No fueron pocas sus faltas y debilidades, como no lo fueron sus apetencias de superación. Sin éstas, la adversidad en tales condiciones hubiera podido convertir en un hombre perdido a “ese corazón, a la vez tan fiero y tan tierno; ese carácter afeminado, pero indomable, que, vacilando siempre entre la molicie y la virtud, me ha puesto -según confiesa el propio Rousseau en sus Confessions -hasta el final en contradicción conmigo mismo, y ha hecho que la abstinencia y el goce, el placer y la sabiduría se me escapen por igual”.
El hecho de que Juan Jacobo pasara por la galante sociedad francesa de su tiempo a la manera de un simple contestatario, frívolo, vagabundo, aventurero y enamoradizo personaje no empece para que sus doctrinas políticas y pedagógicas en el plazo de poco más de un decenio revolucionaran el mundo en Francia y Europa. Sus doctrinas y escritos políticos y pedagógicos serán determinantes a lo largo de los siglos XIX y XX. Fue el adalid de la Revolución francesa, inspirando a sus líderes Robespierre, Dantón y Marat; Kant, en el ámbito de la ética, lo definió como el “Newton del mundo interior”; Fichte en el filosófico y Marx en el político lo recibirán como el profeta del nacionalismo, la democracia y la igualdad; Pestalozzi y Fröbel, como u visionario de la pedagogía futura al difundir la idea de que la educación no debe limitarse a perpetuar de una a otra generación el orden existente, sino que debe elaborar más bien modelos de vida nuevos y alternativos: idea que recorre en distinta medida toda la pedagogía moderna. Muere en Ermenonville el 2 de Julio de 1778.
BIBLIOGRAFÍA Y NOTAS
1. Georges May, Rousseau, París, Seuil, 1974.Sobre la biografía y el pensamiento político de Rousseau pueden consultarse J. Starobinsky, Jean Jaques Rousseau, le transparence et l’obstacle, París, 1970; Roland Grimsley, La filosofía de Rousseau, Alianza Editorial, Madrid, 1977; María José Villaverde, Rousseau y el pensamiento de las Luces, Tecnos, Madrid, 1987 y Sir Gavin de Beer, Rousseau, Salvat, Barcelona, 1988.
2. Vid. al respecto el ensayo de René Laforgue “Jean-Jacques Rousseau”, en Neurosis y genialidad, compilación de Johannes Cremerius, Taurus, Barcelona, 1979.
3. Para la mayor parte de estos aspectos biográficos y galantes en este apartado hemos seguido los datos proporcionados por J. M. Bermudo en su espléndido capítulo sobre Rousseau, “Rousseau el discurso del poder”, pp. 311-313 y 341-344, de la obra colectiva, dirigida por el propio profesor J.M. Bermudo, “Los filósofos y sus filosofías” vol. 2, Vicens Universidad, Madrid, 1979, pp.121.
ÍNDICE DE LA SERIE:
I. ROUSSEAU: UNA VIDA ENTRE MUJERES
II. LA SEXUALIDAD FEMENINA: LA DIFERENCIA
III. DE LA COQUETERÍA AL PUDOR. DEBERES DE LA MUJER
IV. INFERIORIDAD INTELECTUAL: INFANTILIZACIÓN DE LAS MUJERES
V. MUJER Y SABIDURÍA: CULTURA, EDUCACIÓN Y POLÍTICA






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