Grupo de actotes en el Patio del Castillo de La Calahorra. (Año 1933) Cedida por JJ Gallego Tribaldos

El castillo de La Calahorra, escenario de teatro antes que plató de cine

Efectivamente, el castillo de La Calahorra, tanto en su interior como en el exterior, ha sido plató de cine en múltiples películas y en alguna serie de televisión como aquélla sobre la vida de Cervantes protagonizada por Julián Mateos en 1981.

Pero antes que plató de cine fue escenario de teatro, y no nos referimos a aquéllas posibles representaciones durante los ocho años que los marqueses pudieron habitar el castillo (1512-1520), que sin duda se realizarían; no tenemos constancia de las mismas, aunque siendo, como fueron los Mendoza, amantes del arte, la música y la literatura, tendrían lugar autos de Navidad, coloquios de Semana Santa y retablos eucarísticos por el Corpus Christi en el oratorio u otras estancias del palacio.

No hablamos de ellas sino de las representaciones anuales de la Pasión y Muerte de Jesús realizadas en el hermoso patio renacentista entre los años 1930 y 1951 del pasado siglo XX, exceptuando el trienio de la Guerra Civil.

El gran día de la puesta en escena era el Domingo de Ramos. Finalizada la misa con la bendición de las palmas, los actores acudían a sus casas de donde volvían ya vestidos con sus respectivas indumentarias y, partiendo de la plaza, se organizaba una comitiva encabezada por la banda de música que, con toda solemnidad, ascendían por el cerro hasta el castillo. Tras el cortejo de actores, la rondalla, seguida de los calahorreños portando sus sillas. En el patio, frente al escenario, ya se habían colocado bancos de la iglesia para autoridades y personas invitadas. El público restante se acomodaba como podía: en sus sillas, de pie, en la escalera que sube a la galería superior o acodado en la balaustrada de ésta. Los decorados, colchas de seda o mantones de Manila más unos paneles pintados con escenas de la Pasión.

La escenificación comenzaba a las doce y se dividía en dos partes realizando un descanso para el almuerzo. Algunos se acercaban a sus casas, otros, abriendo sus fiambreras en el mismo patio y, si el tiempo era bonancible, también por los aledaños del castillo degustando chorizos, lomo en aceite y la popular “fritaílla” de conejo, típicos de la zona, regados con el vino que, en porrones o botas, generosamente circulaba.

La representación finalizaba sobre las cinco de la tarde. A todo el pueblo le gustaba participar en la misma pues constituía un orgullo pertenecer al elenco de actores habiendo, incluso, lista de espera.

La acústica en el hermoso patio renacentista del palaciego castillo, excelente y el marco no podía ser más bello, por lo que cada representación era uno de los dos o tres acontecimientos anuales en el pueblo. Un día de fiesta que congregaba a residentes y forasteros en una jornada festiva y social esperada con interés por propios y extraños. El precio de las entradas en su última representación del año 1951 fue de dos pesetas.

El texto, un manuscrito de unos 3.500 versos, se compone de prólogo y cuatro actos, resultando una obra extremadamente extensa, siendo, dicho prólogo el cuadro más lírico de la misma. El guion sigue paso a paso los evangelios; la intención, conmover al pueblo con la Pasión de Jesús y el objetivo, recaudar fondos, tanto para el mantenimiento de la iglesia como para reponer las imágenes religiosas que durante la guerra fueron destrozadas o mutiladas.

La parte musical, banda de música y rondalla, básica en la puesta en escena ya que las canciones eran entonadas tanto por los actores como por el público asistente. Melodías muy populares en la época como “Perdona a tu pueblo, Señor”, “Amante Jesús mío” y otras con la letra alterada por el ambiente castrense de la posguerra: “Allá arriba en el Monte Oliveti/ hay una bandera que se puede ver./ Quién pudiera sentar plaza en ella/, Jesús Nazareno es el coronel/. Ángeles venid, ángeles llegad…”

Los ensayos comenzaban tras la Navidad y constituían un encuentro lúdico para los actores jóvenes que, aprovechando la presencia de la rondalla, la requerían para un tiempo de baile, acabado el ensayo.

Respecto al vestuario, los actores se gestionaban el suyo siendo habitual indumentarias pertenecientes a la iglesia, como mantos de vírgenes, pelucas, túnicas y sudarios de santos, albas, casullas, cíngulos, incluso mitras y tiaras, resaltando el lujo en joyas y vestimentas en Claudia, la mujer de Pilatos, Verónica y la Samaritana; también, algunas anacrónicas ocurrencias: los ladrones vestían trajes de chaqueta con pajarita; Longinos, para resaltar su ceguera, usaba gafas modernas ahumadas; el demonio, con ciquitraques en rabo y cuernos que estallaban al aparecer en el escenario para llevarse a Judas, etc.

Las representaciones en el castillo, como ya hemos dicho, tuvieron lugar entre los años 1930 y 1951. Después, un largo vacío hasta que se reanudaron en la década de los sesenta; pero ya no tuvieron el castillo como escenario sino el cine.

Por lo dicho, es grato recordar que el castillo-palacio de La Calahorra no sólo ha sido lugar extraordinario para películas que en él o en sus alrededores se han rodado, sino también y antes, escenario de teatro donde se escenificó durante unos veinte años la Pasión y Muerte de Jesús.

[NOTA: Este artículo de Juan José Gallego Tribaldos se ha publicado en la edición impresa de IDEAL, correspondiente al martes, 28 de octubre de 2025, pág. 16]

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Juan José Gallego Tribaldos

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Comentarios

2 respuestas a «El castillo de La Calahorra, escenario de teatro antes que plató de cine»

  1. José A Quijada R.

    Buenas idea la de publicar tu artículo aquí también.

  2. Juan José Gallego

    Aquellas representaciones en el castillo de La Pasión es un hecho histórico que hay que mantenerlo en el recuerdo.

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