El cine: educación y aprendizaje de película

Pupitres sustituidos por localidades del Teatro Municipal Isabel la católica y del Parque de las Ciencias; y pizarras reemplazadas por grandes pantallas. Un aula diferente en la que ha seguido estando latente la labor educativa. Y, cómo no, la diversión. «La primera actitud con la que se tiene que enfrentar un niño o una niña a una película es la de entretenerse y captar. Tiene que entender lo que la cinta quiere decir, para más tarde reflexionar e interiorizar lo que ha visto», afirma Martínez-Salanova. «Uno va al cine a disfrutar, pero en las aulas hay que ver lo que hay detrás de este arte».

Conciencia crítica

El celuloide es un generador de opiniones. Pone en marcha la maquinaria de la opinión pública y desarrolla una conciencia crítica en el que sabe verlo. «El cine no nos deja indiferentes. Y ese es su poder, nos sitúa frente a una realidad en forma de ficción que nos afecta de alguna manera». Es la opinión de Stella Martínez Rodrigo, profesora de Comunicación Audiovisual de la Universidad de Málaga. «Sus historias influyen y hacen variar nuestras opiniones sobre la guerra, la familia, el amor, la eutanasia, la pena de muerte o nuestras concepciones vitales más íntimas y nuestras creencias», apostilla.

Pero no sólo durante estos días en los que tiene lugar el Festival Internacional de Jóvenes Realizadores hay que reparar en la importancia de la imagen audiovisual en el sistema educativo, sino que día a día tiene que reflejarse en las aulas. Martínez-Salanova comenta que cuando el cine se lleva a las aulas se saca de contexto y es entonces cuando comienza la labor del docente.  «Un educador no puede quedarse sólo con el cine, pero es la excusa para ir más allá».

El cine puede ser utilizado como herramienta para transmitir otro tipo de conocimientos. «Se puede utilizar para enseñar Geografía, Historia y otras materias», comenta el vicepresidente del Grupo Comunicar. El cine posee un gran valor documental y por ende, didáctico. «Es importante aprovechar el potencial del medio cinematográfico no sólo para entretener, sino para aportar algo a los alumnos, a los hijos y a la sociedad», según Stella Martínez Rodrigo. La narración es otro de los valores que gozan de gran importancia en los trabajos cinematográficos. «Así entraremos en el mundo de la literatura, del cómic… Por ejemplo, si vemos ‘Superman’ (1978), nos remite al cómic de este superhéroe», comenta Martínez-Salanova.

Educar en valores

El cine transmite mensajes. «Muchas de las situaciones planteadas en los filmes y su modo de resolverlas determinan visiones de la vida», según Stella Martínez Rodrigo. Como docente se pregunta a menudo «si los chicos y chicas de hoy se emocionan más o menos que antes: si lloran, si sienten compasión por los demás, al ver las consecuencias de ciertos actos malos, si se alegran con ellos después de haber conseguido vencer unos obstáculos. El propio Steven Spielberg se ha lamentado muchas veces –continúa– de la sensibilización de la sociedad occidental, de la que nos considera responsables a todos, junto a la televisión y los videojuegos. No se trata de convertirnos en depredadores cinematográficos, sino de recuperar el espacio necesario para un cine, clásico o actual, que ofrezca modelos adecuados y haga compatibles entretenimiento y educación en valores».

El valor educativo del cine no tiene límites. «Es una formidable ocasión de aprender a interesarse por los demás, a tener ideas nobles, a ser realistas, resistentes a las desilusiones, flexibles y capaces de adaptarse a las circunstancias; a adquirir estabilidad emocional, a amar desinteresadamente», según Martínez Rodrigo. «Además, a través del cine se puede mostrar la importancia de eliminar de la familia los comportamientos bruscos y violentos como punto básico para la educación de la afectividad del niño».

La familia y la sociedad tienen un papel fundamental a la hora de enseñar a los niños y niñas a interpretar la realidad que se muestra a través de los medios audiovisuales, no sólo del cine, sino también de la televisión. Según Martínez Rodrigo, «los jóvenes en proceso educativo dedican a ver películas a lo largo de sus años de escolarización un tiempo equivalente a dos o tres cursos académicos. Un niño pasa más horas a lo largo del año delante de la televisión que en clase, lo que da una idea de la magnitud de la influencia de este medio en sus vidas y de la resonancia de los modelos humanos que ofrecen las pantallas. La responsabilidad de lo que ven la tenemos todos: padres, productores, programadores, maestros y, cómo no, gobernantes».

Silencio, estamos rodando

Así comienza todo rodaje de cualquier trabajo cinematográfico que sin duda se convierte, no sólo en una sucesión de fotogramas, no sólo en un posible éxito de taquilla, sino en una herramienta didáctica de gran valor educativo. Ahora, tan sólo queda seguir apelando al lenguaje  cinematográfico y acuñar la mítica frase: ‘Tres, dos, uno, ¡acción!’

Redacción

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