El abrazo (1976), de Juan Genovés

José A. Delgado: «Llamadme patriota, no importa»

Soy consciente de que muchas personas que lean este artículo me tildarán de conservador, retrogrado, reaccionario o carca…, pero no, no lo soy. Y es que así se nos llama a los que manifestamos sin tapujos que nos gusta España por lo que este país ha hecho desde Altamira hasta hoy. También que hablar de patriota o patriotismo se considera una antigualla, especialmente por esta izquierda que se dice avanzada, pero que sin embargo tiene mucho de rancia y trasnochada. Pero como digo en el título, no importa.

El patriotismo por estos lares suena a un sentimiento casposo, a una idea ubicada en nuestra Guerra Civil (1936-1939) y estrechamente vinculada al franquismo. Sin embargo, y como voy a intentar explicar, mi concepto de patriotismo, de patriota, está en las antípodas de este pensamiento y bastante en consonancia con la definición del Diccionario de la Lengua Española: “Amor a la patria”, siendo la patria “La tierra natal o adoptiva ordenada como nación a la que se siente ligado el ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos”. Mi idea de patriotismo coincide con la del presidente de la república francesa Enmanuel Macron (perdón por la comparación) en una entrevista realizada por el escritor Javier Cercas el 19 de enero de 2023: “El patriotismo es el amor a nuestro país, su defensa; el nacionalismo es el odio al otro.” Esta idea fue también manifestada por el escritor judio-vienés Stefan Zweig (que sabía mucho de esto) cuando dijo que “El nacionalismo es la peor de todas las pestes”.

Este sentimiento sin embargo está muy arraigado en países como Estados Unidos, Alemania o Francia, cuyos ciudadanos se sienten orgullosos de su nación y de los símbolos que la representan como el himno o la bandera. Y es que el patriotismo está por encima de las ideologías. No es así en el caso de España. Nuestra roja y gualda pertenece a todos los españoles. Respetarla es un signo de educación y de civismo. En la última visita que Macron realizó a España, Pere Aragonès, presidente de la Generalitat, se ausentó del acto en el que él y Pedro Sánchez le rendían honores: una ruindad más de las tantas de los separatistas catalanes. Pero bueno, de todos es sabido que los nacionalistas demandan tanto respeto para sus símbolos como ninguneo por los que son comunes a todos los españoles. Es prácticamente imposible que los políticos de izquierdas nombren la palabra España, es como si se avergonzaran. Siempre dicen “En esta país…”.

España está impregnada de realidades que la hacen singular, y que si no para sentirse orgullosos, sí al menos para no avergonzarnos de ellas. El español es una lengua hablada por mas de 600 millones de personas y la segunda lengua en la que se publican mayor número de libros y artículos científicos; el primer Diccionario de la Real Academia o “Diccionario de Autoridades” se publicó entre 1726 y 1739. Arturo Pérez Reverte, en su obra “Una historia de España”, dice que “España, ya entendida como nación, fue, aunque todavía rudimentario y poco armónico, el primer Estado que se creó en Europa casi un siglo por delante de los otros”. Y recoge en ella citas relevantes como las de Pacato “Hispania dio al imperio a Trajano, Adriano y Teodosio”; Voltaire Desde Carlos V hasta comienzos del reinado de Felipe III España tuvo una consideración de la que carecieron los demás pueblos”; y Julián MaríasEs un país formidable, con una historia maravillosa de creación e innovación”.

Para avalar la idea de no sentir vergüenza, traigo a colación algunos españoles relevantes recientes. Clara Campoamor impulsora del sufragio femenino en España; Pablo Picasso inventor del cubismo; Adolfo Suárez político de exquisita fineza, imprescindible en el paso de un país dictatorial a otro democrático; Felipe González, que modernizó nuestra nación metiéndonos en la UE; Amancio Ortega creador de Inditex; García Lorca un genio universal, o Juan Ramón Jiménez, premio Nobel de literatura, o Miguel Barceló, creador de la cúpula de la sala XX del Palacio de las Naciones en Ginebra. También Balenciaga que prestigio nuestra moda allende las fronteras; Adolfo Domínguez modisto universal, Rafael Moneo premio Pritzker; Pedro Boffill, creador de obras relevantes en París; Pedro Cavadas el cirujano plástico de imposibles intervenciones; Juan Carlos Izpisúa experto internacional en células madre; Valentín Fuster director del instituto cardiovascular Mount Sinai de Nueva York; Pedro Almodóvar premio Oscar; Nuria Espert o el teatro; Joan Manuel Serrat el mejor trovador de nuestra historia; Ferran Adrià, creador de El Bulli el chef número uno en el mundo que revolucionó la cocina; Fernando Martín, primer español que inscribió su nombre en la NBA; Rafa Nadal y José Luis Gómez, hombre de teatro por antonomasia y creador del teatro “La Abadía”.

Ya en el plano estrictamente político, fuimos la nación que parimos ese fenómeno único llamado Transición bajo el principio: “De la ley a la ley a través de la ley”. Constituyó un ejemplo para muchos países. El periodista Antonio Caño, en su artículo “Un programa fallido”, dice que “nuestra democracia fue alumbrada en un pacto ejemplar que dio lugar a lo que, seguramente, ha sido el mejor ciclo de nuestra Historia”. La guinda de este pastel fue la Constitución de 1978 con la que hoy nos regimos. Sin lugar a dudas, el cuadro de Juan Genovés “El Abrazo”, es la imagen simbólica más representativa de lo que fue un ejemplo de reconciliación nacional. Hoy puede contemplarse en el Congreso de los Diputados. Llamadme patriota, no importa.

José A. Delgado

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