El hombre que hablaba con las plantas

El encuentro con este singular hueteño se produjo en una apacible mañana dominical en el paraje de Los Pinillos que él denomina “el corazón de la Vega sur de Granada”, pues, se localiza en el término municipal de Granada, equidistante cien metros del término municipal de La Zubia, otros cien el término de Huétor Vega y Cájar. En una superficie de tres hectáreas que adquirió a mediados de los 80 donde plantó primeramente ciruelos, pero debido a que “daban mucho trabajo y se venían en agosto”  redujo a menos de la mitad, dedicando el resto al cultivo de hortalizas ecológicas que en estas fechas invernadles podemos ver: acelgas, escarolas, zanahorias, espinacas, coliflor, col rizada, col lombarda, ajos,… También nos explica que ahora está preparando el terreno para sembrar la lechuga castellana y “todo lo que encarte y tire el mercado de ellos” para lo que antes tendrá que quitar las cañas de tomates, habichuelas y proceder al estercolado.

“En enero preparo la tierra con estiércol de caballo y oveja y quito la broza.  Esta parte, de la Vega de Granada no sé lo que tiene, pero se distinguen los frutos en el olor y sabor”, presume El Niñillo que a sus 74 años da muestras de tener una excelente memoria y explica que “la cebolla de aquí sale tan dulce y no pica que te dan ganas de tirarle un bocado”.  Luego nos comenta como conoció la Vega cuando llegaba hasta los Escolapios, y la Huerta Toledo, que era como se denominaba el paraje donde está ahora el Palacio de Congresos y donde recogía papas y peras.  “No estoy de acuerdo con edificaciones en la Vega, sin ella nos hubiéramos muerto de hambre más de cuatro personas. Se puede edificar en otros sitios y no en la propia Vega”, apostilla.

Anécdotas y refranes

También nos cuenta que recuerda cuando había cien o ciento veinte propietarios y cómo ahora, habiéndole quitado a la Vega tres partes, hay más de tres mil propietarios.  Insiste en que “yo vi por estos balates a las mujeres buscando hierbas para cocérselas a sus hijos, en verano buscaban las espigas y sacaba para un pan o dos. Hubiéramos perecido si no hubiese sido por la Vega, por eso no me gusta que le quiten ni un metro”. También explica su rechazo a los productos químicos, insecticidas y pesticidas, y rememora la anécdota de quitar, junto con sus hermanos, uno a uno  los escarabajos de las papas.

Igualmente recuerda como unos amigos almerienses para su consumo cogen verduras de un pequeño bancal en lugar del invernadero y “eso que las hortalizas se metían por los ojos”.  El que ha sido presidente de la junta de gobierno de los regantes de la acequia del Jacín durante 24 años, pertenece a la Asociación Vega Sur, Salvemos la Vega y ahora LaVega es Vida, Amigos de las Acequias y el Vergel de la Vega, indica en cuanto al premio con el que será reconocido en fechas próximas al Día de la Tierra, última semana de abril, que, “para mi es un honor que me hayan reconocido. No me lo merezco, aunque lo aceptaré con mucho gusto”. 

En estos días Antonio escarda el cebollino y prepara la tierra para las lechugas
En estos días Antonio escarda el cebollino y prepara la tierra para las lechugas

Sorprendido gratamente por las iniciativas que surgidas en los últimos años en pro de la Vega, en las que suelen participar jóvenes y niños recuerda como el curso pasado se le saltaron las lágrimas cuando “uno con diez añillos decía que no tenemos que permitir que pongan más ladrillos en la Vega, pues sino qué van a comer nuestros hijos”. Casado y con tres hijos, recuerda cuando siendo niño dormía en los colchones de farfollas (hojas secas que envuelven las mazorcas de maíz) y no se repetir que “la vega es como mi segunda madre”.  También admite que al estar solo muchos días habla “con los ciruelos, las higueras, también con las hortalizas a las que a veces les digo qué mal te has portado que te estoy cuidando”, explica en tanto que su fiel Boby, un perro alemán de dos años, se acerca para llamar su atención.

Amante de los refranes, que aprendió principalmente  de sus abuelos, conocedor de las cabañuelas que “me las han revuelto y no me aclaro, pues el uno de agosto era de enero, luego se paraban tres días, 13, 14 y el 15 de agosto se empezaba con las retornas que decían eran más seguras” aclara al tiempo que recuerda el dicho de que si “se vacia la cabañuela ya no llueve en ese mes”. Antes de marcharnos, le pedimos nos diga el refrán favorito de los muchos que conoce. Sin dudarlo un ápice nos dice: “No es más rico el que más dinero tiene, sino el que menos necesita”.

 

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