Antonio Luis García Ruiz: «Los viajes de estudios de ayer y de hoy: de Atenas a la Rivera Maya»

Aunque existían precedentes anteriores, los viajes de estudios surgieron y se desarrollaron en paralelo con el boom turístico que se produjo en España, en la década de los sesenta del pasado siglo. Estos años de desarrollismo y de progreso económico, mejoraron notablemente las condiciones de vida de los españoles y más aún de los demás europeos que, tratando de olvidar las guerras sufridas, buscaban afanosamente el disfrute y la diversión en ciudades, playas y países del sur de Europa, como era España. La subida de los salarios, el derecho a vacaciones remuneradas, la mejora de los transportes y medios de comunicación, las infraestructuras hoteleras, la creación de agencias de viajes, etc. permitieron que el fenómeno turístico se convirtiera en la mayor fuente de ingresos del Estado y que también se extendiera a buena parte de la población, impensable en las décadas anteriores. 

Los estudiantes universitarios, atentos siempre a las vanguardias ideológicas y a las novedades sociales, no iban a ser menos. Primero se organizaron los viajes de fin de carrera de algunas titulaciones y luego se extendieron a la mayoría de ellas. Después se organizaría el llamado “paso del ecuador”, que consistía en hacer un viaje de estudios a mediados de la carrera. Los destinos eran casi siempre ciudades españolas del interior (Córdoba, Sevilla, Madrid, Toledo, Salamanca, Santiago, etc.), porque el objetivo de estos estudiantes era conocer nuevas ciudades, preferentemente con importante valor patrimonial, y pasarlo bien. Posteriormente, ya en los setenta, se extendieron a las principales capitales europeas: París, Londres, Roma, Atenas, etc. Como el modelo estudiantil universitario, desde siempre ha sido copiado y puesto en práctica en las demás etapas formativas, pronto los estudiantes de Bachillerato, de la ESO y hasta de la EPO, organizaron viajes de estudios de todo tipo.

Precisamente, a mediados de dicha década, un grupo de estudiantes realizaron un viaje de fin de carrera, desde Granada a Grecia. Unos alumnos de Historia, que además habían estudiado Arte, Filosofía y Griego en los dos primeros cursos comunes, no podían elegir otro lugar mejor. Visitar Grecia es el sueño de cualquier persona y más aún de unos futuros profesores, sabiendo que fue allí donde surgió la ciencia, la filosofía, el arte, la medicina, las matemáticas, la democracia, etc. El recorrido se desarrolló fundamentalmente en Atenas; la actual capital de Grecia y la ciudad más importante e influyente en el siglo V antes de Cristo. El mar y la montaña, el Pireo y el Licabeto, el agua y la tierra, Afrodita y Deméter, el aire y el fuego, Hera y Hestia; la realidad y la simbología, los cuatro elementos de la naturaleza juntos.

En sus mentes y en sus corazones, en sus recuerdos y en sus sensaciones, se trajeron aroma de mar, perfume de montaña, esencia de historia, fragancia de arte, olor a filosofía…porque somos herederos de la estética griega.

La luz solar, el calor y el color mediterráneos conjuntados en un emplazamiento privilegiado, proyectados sobre el Egeo y rodeados de propileos de islas que anunciaban la “Cella” representada por la Acrópolis, centro de convergencia, corazón histórico de la ciudad y uno de los más hermosos conjuntos arquitectónicos creados por el hombre, según V.V. Struve. Pero la magia de la Acrópolis (Partenón, Erecteion, Templo de Atenea Nike, etc.), sí que cautivó a estos estudiantes, así como el ambiente diurno y nocturno de la ciudad. Dice René Huyghe que el arte griego sabe unir el secreto rigor del número y la imitación atenta de la naturaleza. Matemáticas y ciencias, arte y ciudad, amistad y convivencia, diversión y emoción, fue lo que consiguieron dichos estudiantes en este viaje. En sus mentes y en sus corazones, en sus recuerdos y en sus sensaciones, se trajeron aroma de mar, perfume de montaña, esencia de historia, fragancia de arte, olor a filosofía…porque somos herederos de la estética griega.

Actualmente, durante estos meses de marzo y abril, cada semana que vas a clase, te sorprendes con la inasistencia de un grupo de alumnos, que se encuentra de viaje de estudios, mientras que el resto de compañeros continúa con sus clases. Son las agencias las que se ponen en contacto con alumnos del último curso de carrera de cada Facultad y se van apuntando en grupos de amigos, con lo que finalmente, se encuentran estudiantes de muy diversas titulaciones. Aunque quizás, lo primero que nos llama la atención es el destino elegido: la Rivera Maya. Esa zona afortunada de la Tierra, situada en la península de Yucatán junto al Caribe, con clima cálido, hermosísimas playas, cristalinas aguas y poblada de grandes recintos hoteleros con acceso privado al mar. Como lo llevan todo pagado, se colocan su pulsera y a comer, beber, bañarse, bailar, charlar y divertirse, hasta que el cuerpo aguante. Pero, siendo este objetivo ineludible del viaje, no es el único – como yo equivocadamente creía – sino que hay otros más. Visitar la pirámide de Chichen Itzá y otros monumentos y restos de la cultura maya, hablar con los descendientes, etc. debe ser algo maravilloso. También recorren ciudades y parajes naturales de gran belleza y originalidad.

¿Dónde está entonces la diferencia entre ayer y hoy? Ante los binomios conocimiento/diversión, patrimonio/playa, compañerismo/individualismo, etc. parece que los estudiantes que visitaron Grecia, prefirieron los monomios primeros, mientras que los que fueron a la Rivera Maya, optaron por los segundos.

Antonio Luis García Ruiz
Catedrático de EU de la Universidad de Granada

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