Antonio Luis García Ruiz: «Decir la verdad y ejercer la crítica desde lo positivo»

 

Ahora que la crítica política está tan de moda, por mérito propio de nuestros representantes, que se ha extendido a casi todos los ámbitos sociales y a la mayoría de la población, conviene hacer una advertencia para no dejarnos arrastrar por la corriente, evitar errores y correr el peligro de pasar de un extremo a otro. En esta misma línea argumentativa, también podemos aludir a otra práctica muy frecuentada hoy, aunque no aceptada por la ciencia, ni por la conciencia moral. Me estoy refiriendo a las continuas “generalizaciones” que, como recuerdo indicó Milton Santos, son siempre falsas.
Pero, además, no sólo se critica todo y se generaliza todo, sino que también se hace de forma completamente pesimista, sin solución posible e incluso, a veces, con un sufrimiento completamente injustificado. Ciertamente que los problemas son muchos y que ninguno estamos libre de manías mentales, pero también es cierto que está surgiendo una abundante troupe de agoreros, demagogos, pesimistas y resentidos, que van propagando el catastrofismo y la estulticia por todas partes, llegando incluso a los programas de televisión. No obstante, algunos de ellos pueden resultar hasta graciosos; son aquellos que no están enfadados con nadie, ni con nada en particular, sino con todos y con todo, con el mundo en general. Menudo problema. ¡La alegría de vivir!

¿Qué hacer entonces? ¿Dejamos a políticos y responsables institucionales, que hagan lo que quieran? ¿Lo callamos todo? ¿Lo alabamos todo? ¿Lo negamos todo? ¿Pasamos de todo? El diagnóstico y la recomendación más prosaica y extendida, se fundamenta en el siguiente slogan: tú a lo tuyo, a tu conveniencia; ignora a los demás y desconecta hasta de tu propia familia. Este pensamiento tan egoísta y estrecho, tiene una trayectoria muy corta y un fracaso final seguro; pero lo peor es que está minando la armonía, la convivencia, la felicidad y el futuro de la humanidad.

Decir que está de moda la crítica, equivale a afirmar que estamos en tiempos de libertad – sin ira y sin miedo – de deseos de aclarar hechos y razones, de rectificar, de corregir errores, de solucionar problemas, de buscar lo positivo, la verdad, la bondad y el entendimiento; pero, sobre todo, de ofrecer alternativas, no discursos vacíos. Con respeto y educación, tenemos que decir y denunciar las cosas y, si es posible, ante los responsables de ellas; igualmente tenemos que tener el coraje, no sólo de aceptar las críticas bienintencionadas, sino incluso de agradecerlas y, por supuesto, ejercitar nuestra autocrítica, sin reparo.

El historiador Ernst H. Gombrich dijo que los elogios son más insípidos que las censuras y tenía razón. Los elogios son fáciles de practicar, porque no te los van a refutar, pero frecuentemente son falsos; sin embargo, la censura, la crítica objetiva y rigurosa, requieren una información, un análisis, una capacidad y una honestidad, que la convierte siempre en constructiva, porque puede descubrir equivocaciones o errores que necesitamos conocer y corregir. Por el contrario, la denuncia partidista, personalizada y sin fundamento, no es crítica, sino difamación.

Este deseo de desterrar la necedad, el pesimismo y el sectarismo, para recalar en lo grande, hermoso y positivo de la vida, tiene un fundamento evidente y claro. Para construir, para mejorar las cosas, para resolver problemas, para avanzar y crecer, hay que hacerlo siempre a partir de algo, de aquello que se tiene, con lo que se cuenta y se dispone. Por ejemplo, para que un niño o un estudiante aprenda, se forme y crezca en afectos, conocimientos y pensamientos, hay que partir de lo que conoce, de lo que sabe, de lo puede y de lo que quiere hacer, y no de lo que desconoce, como suele ocurrir.

Todos los estudiantes que en este mes realizan las Pruebas de Acceso a la Universidad, pueden tener la seguridad de que sus exámenes van a ser corregidos con imparcialidad y limpieza total..

Igualmente para diseñar un proyecto educativo, económico, político, cultural, etc. hay que realizar una evaluación inicial y precisa de lo que se tiene, y desde ello planificar hasta donde se pueda llegar. Tenemos todos los recursos, los medios y los conocimientos, pero nos faltan las actitudes; se nos están perdiendo los valores, está desapareciendo el interés, la voluntad, la ilusión y la conciencia. La ciencia y la tecnología siguen ampliando el conocimiento y el crecimiento material, pero relegando lo que debe ser prioritario: el desarrollo equitativo, humano y sostenible.

Para finalizar, quiero manifestar que los actuales Exámenes de Selectividad constituyen un magnífico ejemplo de lo rectificado y bien hecho, comparado con el modelo anterior. Este, como tantos otros casos, nos tiene que servir de referente, para comprobar que la superación es posible y que cuando se tiene interés, cuando se cambian las leyes y las normas, se pueden resolver problemas y transformar la sociedad. Dicho cambio ha fomentado una evaluación más justa de los alumnos, ha evitado la más mínima posibilidad de recomendación y se ha conseguido un tipo de exámenes más adecuados a los planes de estudios, a la preparación del alumnado y a las exigencias de la sociedad. Todos los estudiantes que en este mes realizan las Pruebas de Acceso a la Universidad, pueden tener la seguridad de que sus exámenes van a ser corregidos con imparcialidad y limpieza total.

Antonio Luis García Ruiz
Catedrático de EU de la Universidad de Granada

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